Elsa paseaba tranquilamente por el patio del
palacio. Ese día llevaba el pelo suelto y el viento que protegía sus dominios
agitaba levemente sus claros y ondulados cabellos. Parecía estar buscando
algo... o a alguien, pero ya había recorrido varias veces los alrededores sin
encontrar nada. Ya cansada de dar vueltas por los mismos sitios, se dirigió al
mirador y una vez en él, se inclinó levemente apoyando sus brazos en la
balaustrada. Contempló primero el horizonte grisáceo y blanquecino que las
nubes y la nieve formaban, luego dirigió su mirada a Arendelle. La reina
suspiró, olvidó por un momento lo que había ido a hacer al patio y se concentró
en pensar cómo podría deshacer ese desastre; pero esta vez no sentía un temor
tan profundo como otras veces, en cierto modo se sentía tranquila y mucho más
segura de sus capacidades, ya sabía que podía controlar su poder pero...
<<¿Cómo deshacerlo?>> Incluso Jack le había confesado que él nunca
lo había hecho ¿Cuán iguales serian?
Una sombra se deslizó sobre ella, pero estaba
tan ensimismada en sus pensamientos que no se percató hasta que la cabeza de
Jack cubrió el sol que bañaba su rostro. Cuando la reina abrió los ojos se topó con los de Jack. El muchacho estaba a
unos centímetros de ella, flotando boca abajo con expresión serena y sonriente. Elsa retrocedió unos pasos.
- ¿Qué pasa? - Preguntó el muchacho
mientras se enderezaba hasta quedar de
cuclillas en la balaustrada.
- Nada, solo estaba pensando.
- Pensar, pensar... de ahí vienen muchos
problemas - el muchacho se sentó en la balaustrada y se inclinó hacia delante
apoyando el peso en su bastón -. Apuesto que no estabas pensando donde podría
estar escondido.
- No - rió Elsa -. En realidad pensaba
cómo estarían las cosas en Arendelle - se dio la vuelta y comenzó a andar
cruzando los brazos sobre su pecho y sujetándolos fuertemente, como intentando
protegerse de algo. Tras una leve pausa añadió -. Soy culpable de todo lo que
está pasando ahí abajo, se lo estoy haciendo pasar mal a mucha gente, pero aun
no sé cómo solucionarlo...
El
silencio reinó durante unos segundos. Elsa vio hacia Jack con expresión
apenada, cuando decidió dar la vuelta y seguir andando escuchó la voz del
muchacho.
- Un gran hombre me dijo una vez... y
digo grande en muchos aspectos, que todo lo que nos proponemos es posible, si
tenemos fe , confianza y encontramos nuestro centro. - Elsa se giró hacia Jack
y le miró a los ojos -.
- ¿Nuestro centro?
- Si, algo que tenemos dentro de
nosotros. Nos ayuda a ser quiénes somos y a superar las dificultades, nos da
confianza y nos hace fuertes. El mío es la diversión - Explicó el muchacho, que
se había puesto en pie para acercarse a la reina -. El tuyo tal vez sea la
libertad, la confianza... - hizo una breve parada y la miró a los ojos -. El
amor...
Amor. Hacía tanto tiempo que Elsa no escuchaba
esa palabra, y mucho menos pensar en ella, o sentirla. Bien era cierto que
estos últimos días que compartió con Jack comenzó a sentir una extraña
sensación en su interior, aunque no sabía decir que era exactamente. Se sentía
protegida, cálida, a veces parecía que el aire no le llegaba bien a los
pulmones y le costaba respirar, otras veces incluso se sentía débil cuando Jack
estaba cerca, pero por encima de todo, se sentía feliz. ¿Era eso amor? ¿Era eso
debido a Jack? Elsa quería a su hermana, pero no sintió nada parecido cuando
volvió a verla en su coronación, a parte de una enorme alegría por saber que
estaba bien.
- ¡¡ELSA!! - Exclamó Jack sorpresivo al
ver como el corpiño y la capa de la reina comenzaban a derretirse.
Elsa despertó se su trance y pudo notar como
el hielo comenzaba a derretirse y se deslizaba por su pecho y espalda hasta
llegar a las caderas. Con un grito entrecortado ante la vergonzosa situación,
la reina dio la espalda rápidamente a Jack cubriéndose con las manos. Estaba
tan nerviosa y avergonzada que no sabía cómo reaccionar. Rápidamente, y antes
de que Elsa se alegara más, Jack se quitó la sudadera y se la puso a la reina.
Le cubría el cuerpo hasta los muslos. Elsa permaneció quieta unos segundos
hasta que, de forma dudosa, comenzó a acomodarse la prenda y sacó las manos por
la bocamanga.
- Gracias - dijo finalmente la reina tras
un largo silencio. Estaba nerviosa ante la idea de tener cerca a un hombre
ligero de ropa -.
- De nada - contestó mientras acariciaba
las hebras de plata de su pelo, hasta que, finalmente, lo liberó por completo
del cuello de la sudadera y lo dejó caer por su espalda -, alteza.
El
corazón de Elsa latía con fuerza y aceleradamente. Notaba sus mejillas
sonrojadas y que le faltaba el aire.
- ¿Te encuentras bien? - preguntó Jack -. Puedes estar tranquila, no
he visto nada.
- Tengo... - comenzó a decir nerviosa y
con ambas manos apoyadas en el pecho - tengo que ir a mi alcoba. Disculpa.
Inmediatamente y sin mirara hacia Jack, se
dirigió al palacio con paso ligero. Jack no pudo evitar sonreír, siempre que
Elsa se ponía nerviosa le parecía adorable. Cuando se ponía nerviosa en lo
relativo a timidez, no cuando se ponía nerviosa por miedo y su magia se
descontrolaba.
Un
tanto fatigado, Jack, se tumbó sobre la balaustrada del mirador. Empezaba a
sentirse cansado y sabía perfectamente por qué. Había pasado demasiado tiempo
en Arendelle y había sobrevivido gracias a la fe que Elsa tenía en él, muy
fuerte, pero no suficiente para mantenerlo al cien por cien de sus fuerzas
durante mucho más tiempo. Estaba preocupado, no quería dejarla de nuevo, pero
de lo contrario su estado podría empeorar, seguiría viviendo mientras una sola
persona creyera en él ¿pero de qué manera? Recordó lo sucedido hace ochenta
años, la batalla contra sombra: cómo Bunny perdió su forma y como Toothiana
perdía sus plumas y sus fuerzas para bolar... aunque había un niño que si creía
en ellos, y el primero que creyó en él. Jamie Bennett.
Trató de apartar esos malos pensamientos. Miró
hacia el cielo, cubierto de finas nubes pero con alguna que otra brecha,
dejando ver un claro azul. Cerró los ojos y respiró profundamente estirando su
cuerpo para desperezarse.
Elsa estaba en su alcoba tratando de mantener
la calma, era como si en cualquier momento fuera a perder el control de su
cuerpo y, probablemente, de su poder. Aunque ya lo controlaba bastante bien, de
vez en cuando aun le podía dar algún problema, pero nada realmente importante.
Se
sentó en su enorme y fría cama. Casi sin darse cuenta agarró el cuello de la
sudadera azul y lo acercó a la nariz aspirando profundamente el aroma, dejando
que invadiera su mente y relajándola profundamente. Pasó así un rato, hundiendo
su rostro en la tela y tratando de memorizar cada esencia de esa suave y fresca
fragancia. ¿A qué olía exactamente? No sabría explicarlo, simplemente, olía a
Jack.
De
pronto abrió los ojos y volvió a la realidad. Su vestido se había derretido por
completo y tenía las piernas mojadas. Estaba claro que todavía no controlaba su
magia, pero el hecho de que su vestido se hubiera derretido, de dio esperanzas
en su, aparentemente, imposible objetivo de descongelar Arendelle.
Se puso en pie y se acercó a una elegante
cómoda que tenía frente a su cama, en ella se encontraba la flor que Jack le
había regalado tiempo atrás. Abrió uno de los cajones, y ahí, perfectamente
doblado, estaba el vestido que había llevado el día de su coronación, con la
corona, justo encima. Acarició la suave tela y miró fijamente el símbolo de su
realeza, ese que tiempo atrás, cuando llegó a esa abandonada montaña, había
tirado con tanto desdén. ¿Cómo podía volver al reino después de todo lo
sucedido? Lo único que realmente deseaba era dejar atrás sus preocupaciones y
seguir al lado de Jack, incluso ir a ver su mundo, pero era consciente de que
no podía abandonarlo todo sin más, y menos a su hermana... tenía tanto que
decirle... Por otra parte ¿cuánto tiempo permanecería Jack a su lado? Claro
estaba que Jack era mucho más longevo que ella, tal vez inmortal y tal vez ni
siquiera pertenecían a la misma especie, él era un guardián, o eso le había
dicho, y aunque todavía no entendía muy bien que era, estaba muy claro que eran
demasiado diferentes... de mundos diferentes.
Cerró con un golpe seco el cajón de su cómoda
y se quitó la sudadera quedando totalmente desnuda. Era extraño, pero se sentía bien así, no
sentía frío alguno, ni ningún tipo de peso, por leve que fuese, sobre su
cuerpo. Se sentía etérea y libre.
Una vez más, acercó la sudadera de Jack a su
nariz y aspiró. Sabía que tarde o temprano no podría volver a sentir ese aroma
y lo echaría de menos. De pronto cambió
su expresión, como si estuviera sufriendo una lucha interna, como si estuviera
enfadada consigo misma y esos sentimientos que florecían en su interior, negó
con la cabeza y lanzó la sudadera sobre su cama. Con increíble destreza,
comenzó a congelar el aire de su alrededor creando un elegante y fino vestido
sobre su cuerpo. Muy similar al que había llevado apenas unos minutos atrás.
Pequeñísimas partículas comenzaron a juntarse al rededor de su cintura, dejando
caer una larguísima falda en la que se formaban pliegues y dejaba arrastrar una
larga y elegante cola. El brillante corpiño que cubría su busto fue decorado
con un escote irregular en su borde, como si de un añadido de puntilla se
tratase, solo que estaba formado con hielo puntiagudo y plano. La fina tela que
cubría sus brazos y parte del escote también cambió, dejando el escote
totalmente al descubierto pero cubriendo por completo su espalda y cuello con
los mismos detalles que el corpiño. La capa, seguía cayendo desde el escote
trasero del corpiño, pero esta vez añadió, una capilla más corta y más fina que
nacía en ambos lados del corpiño bajo sus brazos y pasaba sobre estos. Añadió
también unos pendientes con forma de gota, trasparentes y cristalinos; unos
zapatos de cristal a juego con el conjunto y, finalmente, creó una fina cadena
al rededor de su cuello, de la que colgó el anillo que Jack le había regalado.
Con el anillo ya en su cuello, comenzó a
juguetear con él entre sus dedos mientras sonreía de forma inconsciente. Una
melodía comenzó a sonar en su cabeza evadiéndola de la realidad. Sin darse
cuenta comenzó a mover sus pies al ritmo de la melodía que comenzaba a tararear
y no tardó mucho en terminar bailando un vals consigo misma en la amplia y
luminosa habitación.
Mientras bailaba, su mente se llenó de escenas
vividas el día que había bailado esa melodía por primera vez... con Jack.
Recordó lo bien que lo habían pasado juntos y recordó también como Jack se
había acercado a ella y estuvieran a punto de... <<¡Basta!>> Se
dijo a sí misma la reina mientras negaba con la cabeza.
Respiró hondo y se obligó a volver al mundo
real, últimamente pasaba demasiado tiempo soñando despierta y no podía
permitírselo, al fin y al cabo había asuntos mucho más importantes y urgentes
de los que ocuparse.
Se
plantó frente al espejo y comenzó a arreglar su pelo echando su flequillo hacia
atrás. Se hizo dos trenzas finas al lado izquierdo de cabeza, justo sobre la
sien, para a continuación trenzar todo su pelo a un lado, dejando caer la
trenza sobre su hombro derecho. Se miró un par de veces satisfecha con el
resultado. Ese día se sentía increíblemente segura de sí misma y justo ahí,
frente al espejo, tomó una importante decisión <<Debo hablar con mi
hermana>>.
Bajó las escaleras hasta llegar a la entrada
principal, con un ligero movimiento de su brazo hizo abrir los pesados
portones, pero cuando apenas se asomó a las escaleras algo llamó su atención.
Era la voz de Jack. Escuchó durante unos instantes y al principio le pareció
que estaba hablando solo, pero en realidad, estaba cantando. Nunca lo había
oído cantar, si tararear alguna cosa, como el vals de las flores, pero jamás
cantar. No tenía la voz más melodiosa del mundo, pero tampoco resultaba
desagradable, al menos para ella.
Tanto la melodía como la letras eran desconocidas
para Elsa, pero Jack parecía completamente seguro de cada palabra que decía,
como si él mismo hubiera escrito la letra sintiendo todo aquello que quería
decir. Se acercó un poco más, tratando de no hacer ruido, para escuchar con más
claridad. Finalmente se detuvo tras una columna, al lado de uno de los arbustos
helados próximos al mirador, olvidando casi por completo su timidez ante el
torso desnudo del muchacho.
[ ]
¿Puede esto ser para siempre?
Adonde tu vayas , estés donde estés,
yo estaré aquí esperando por ti.
aunque esto me duela en el corazón,
yo estaré aquí esperando por ti.
Lo di por hecho todo este tempo,
pensé que esto podría durar.
Oigo las risas, pruebo las lagrimas,
pero eso no me lleva hasta a ti.
Adonde tu vayas , estés donde estés,
yo estaré aquí esperando por ti.
aunque esto me duela en el corazón,
yo estaré aquí esperando por ti.
Lo di por hecho todo este tempo,
pensé que esto podría durar.
Oigo las risas, pruebo las lagrimas,
pero eso no me lleva hasta a ti.
¿No puedes verlo mi reina?
me estas volviendo loco.
Adonde tu vayas , estés donde estés,
yo estaré aquí esperando por ti.
aunque esto me duela en el corazón,
yo estaré aquí esperando por ti.
- ¿Te gusta? - preguntó Jack abriendo uno de sus ojos y
dirigiendo la mirada hacia Elsa que, al verla, se vio obligado a erguirse y
abrir ambos ojos para verla bien. Estaba realmente deslumbrante. Elsa,
sonrojada, agachó un poco la cabeza y desvió la vista.
- Oh... yo... lo-lo siento.
- Estas preciosa - dijo acercándose a ella, mientras ella a
su vez se alejaba de él. Reparó en la
cadena que llevaba al cuello y el detalle que descansaba sobre su pecho: el
anillo que le había dado tiempo atrás. Jack sonrió.
- Gracias... - dijo nerviosa.
- ¿Qué te pasa? - preguntó extrañado ante el comportamiento
de la reina.
- Nada, es solo que...
- giraba la cabeza todo lo que podía intentando apartar la mirada, pero no
podía impedir verle intermitentemente. La piel desnuda de Jack llamaba demasiado su atención y frotaba sus
manos inquieta - estas desnudo - consiguió decir finalmente sonrojándose, si
cabe, todavía más.
- Oh... entiendo - dijo comprensivo, aunque algo extrañado.
No recordaba haber visto nunca a una chica tan nerviosa por ver a un chico con
el torso al descubierto, pero claro, estaba en otro mundo, a lo mejor en
Arendelle eso estaba mal visto - ¿Y dónde has dejado mi sudadera?
- ¿Tu qué? ¡Oh, tu vestimenta! La... la olvidé en mi alcoba.
Antes de que Elsa
pudiera terminar de girarse para ir a buscarla, Jack ya había volado hasta el
balcón, así que dejó que fuera él a por ella. Tardó menos de un minuto en
regresar, esta vez, totalmente vestido. Fue entonces cuando Elsa, después de
mirarlo más fijamente y más calmada, se dio cuenta de que algo había cambiado
en él.
- ¿Mejor así?
- Jack... - dijo Elsa con voz temblorosa y acercando las
manos al cabello del muchacho ignorando su pregunta - tu pelo... ¡se está
volviendo marrón!
- ¿¡Qué!?
Elsa creó en su mano
un pequeño espejo para que Jack viera su reflejo. Al hacerlo, el muchacho quedó
en blanco unos segundos, totalmente pálido, mientras se acariciaba los mechones
castaños.
- Vaya... qué cosas - fue lo único que logró decir.
- ¿Es normal en los guardianes?
- Eh... puede, si... en algunos... bueno, todo el mundo
cambia, hay-hay épocas de cambio para todo el mundo - improvisó intranquilo.
Elsa lo miró dubitativa y con desconfianza.
- Estas ocultándome algo...
- ¡Que va, no digas chorradas! Es solo que no esperaba este
cambio tan pronto - respondió dedicándole una sonrisa. Después de todo, era
cierto que no se esperaba que ese mal cambio llegara tan temprano -. Todo va
bien, de veras - terminó tomándola suavemente de las manos. Elsa dudó durante
unos segundos, pero finalmente asintió, después de todo no tenía motivos para
desconfiar de Jack, lo único que había hecho fue ayudarla, podía permitirle
guardarse sus secretos.
Jack y Elsa
mantuvieron su mirada el uno en el otro durante unos segundos.
- Solo te falta una cosa para estar perfecta - comentó Jack
intentando así que Elsa se olvidara del tema de su pelo.
- ¿Qué?
Jack puso su mano
sobre la cabeza de la reina, dando forma sobre ella una hermosa corona fina y
cristalina que parecía tener nieve en su interior.
- Ya está. La reina de las nieves perfecta - dijo el muchacho
dedicándole la más sincera y cálida de las sonrisas.
Elsa, curiosa por ver
la creación, tomó la corona entre sus manos para poder observarla. Quedó
sencillamente maravillada, no habría corona que pudiera llevar con mayor orgullo.
- Gracias Jack, es preciosa - no puedo evitar sonreír. Se
colocó de nuevo la corona y guardó silencio unos segundos, mientras miraba al
joven, pensando cómo pedirle un importante favor -. Jack, necesito que hagas
algo por mi... otra vez.
- Pide por esa boquita.
Elsa hizo una extraña
mueca de perplejidad, algunas de las expresiones que usaba Jack simplemente la
desconcertaban.
- Necesito que vallas al castillo y me traigas papel, pluma y
tinta. Quiero escribirle una carta a mi hermana invitándola a venir. Después necesitaré
que le entregues la carta.
Con una inmensa
sonrisa, Jack abrazó repentina y fuertemente a Elsa.
- ¡Oh Elsa eso es maravilloso, estoy tan orgulloso de ti! -
decía al tiempo que le frotaba la cabeza a la reina revolviéndole un poco el
pelo. Elsa intentó corresponder al abrazo, pero cuando se dispuso a ello Jack
se apartó ignorando su gesto.
- Pero antes - continuó algo sonrojada - querría que
disipases la tormenta que protege el castillo. Yo me encargaré de ponerle una
puerta al muro.
- No - rió divertido - tu vas a encargarte de ambas cosas.
- ¿!Qué¡?
Más rápido que el
pensamiento, Jack sujetó a Elsa por la cintura y la elevó en el aire. Esta,
asustada, se aferró al cuello del muchacho desesperadamente. Jack seguía
subiendo ignorando por completo las ordenes de la reina para que la dejara en
tierra.
- ¿Por qué tanto miedo? ¿No creerás que voy a dejarte caer
verdad? Que desconfiada sois mi reina, me siento dolido - terminó en tono de
burla - ¿Por qué no te relajas y miras lo que hay más allá?
Elsa, como de
costumbre obediente con su "maestro", miró el horizonte helado y
blanco, hermoso pero mortal. Al juzgar por la posición del sol, no quedaban
muchas horas más de luz. Faltaba poco para el atardecer.
Respiró hondo y con
decisión, sintiendo el apoyo y la seguridad que Jack le brindaba. Entonces, con
determinación, se dispuso a despejar la tormenta.