Todo era nuevo, brillante y maravilloso. Tal y
como había dicho Jack, aquella tierra parecía mágica a pesar de la ausencia de
la misma.
Elsa estaba emocionada, excitada ¡podía permitírselo! Por primera vez en
años fue libre de verdad y no tuvo que preocuparse de su poder. A pesar de
estar en un lugar totalmente desconocido, y probablemente peligroso, se sentía
segura y confiada, pues Jack volaba sobre ella explicándoselo todo y,
ocasionalmente, ocultándose de las miradas curiosas de algún niño.
- Eso es un semáforo: sigue caminando
solo cuando se ponga de color verde. Cuando cruces la calle gira a la
izquierda, a esta hora siempre regalan pastelitos en la confitería de Marta.
- ¿Marta? ¿Quién es Marta? ¿Otra
guardiana? - preguntó Elsa esperando el cambio de color en el semáforo mientras
trataba de mantener la falda del vestido lo más baja posible - ¿Y qué es eso de
confitería?
- Eh... no, Marta es la dueña de la
confitería y la confitería es una tienda en la que venden pasteles y se bebe
café. Y te recomendaría no hablar mucho aquí, te recuerdo que no pueden verme y
estás hablando sola.
Elsa miró por el rabillo del ojo a un hombre que tenía a su lado. La
observaba de arriba abajo con una mueca entre fascinación y extrañeza. Notó un
empujón en el hombro y pudo ver como la multitud comenzaba a cruzar la calle.
Miró el semáforo, ya estaba verde; volvió a mirar al hombre y siguió a la
multitud agachando en rostro mientras se ruborizaba. Giró a la izquierda, tal y como le había
dicho su guía, y allí encontró a un par de chicas ataviadas con un vestido
marrón, ceñido, corto y con un delantal. Una de las chicas era muy morena, casi
del color del chocolate y su pelo, tan oscuro como el carbón y denso como el
relleno de un buen cojín. Desde que
llegó a ese lugar había visto gente de lo más variopinta: desde mujeres con los
colores de pelo más extraños, hasta hombres adultos cogidos de la mano y
haciéndose carantoñas. Era un lugar extraño, pero le gustaba.
Al pasar por delante de "la confitería de Marta", la chica de
piel oscura le ofreció un pequeño pastel coronado con nata y una flor. Le habría
gustado coger otro para Jack, pero le parecía descortés pedir otro pastelillo
gratis para alguien que ni siquiera era visible a sus ojos ¿cómo explicarlo? la
tomarían por loca. Siguió caminando un rato sin probar el apetitoso presente,
hasta que vio un estrecho y oscuro callejón en el cual se adentró.
- Jack ¿quieres un trozo? - le ofreció
amablemente al muchacho que ya descendía para estar a su altura.
-
No gracias, es para ti, yo ya los he probado. A delante, dale un bocado.
Elsa observó por última vez el pastelillo, estaba tan bien decorado que
le daba algo de pena comérselo, pero cerró los ojos se lo llevó a la boca.
No todo eran sorpresas para sus ojos y oídos en ese mundo: los sabores también
eran diferentes ¡Y qué sabores! Elsa no sabría decir en qué momento terminó ese
dulce con textura de algodón y sabor a miel, solo sabía que quería más.
- ¡Está delicioso! - exclamó cubriendo la
boca con su mano mientras terminaba de masticar para tragar. Jack rió ante la
espontaneidad de su compañera mientras esta terminaba de comer -. Cuando
regresemos tengo que llevarle algunos a Anna.
- Seguro que le encantan, te recomiendo
el de chocolate con avellanas.
Ambos rieron un rato, hasta que Jack se percató de los restos de dulce y
nata que bordeaban los labios de Elsa. La observó unos segundos sin dejar de
sonreír, aunque dubitativo sin saber muy bien cómo reaccionar. Finalmente se
acercó más a su compañera y pasó el dedo pulgar por la comisura de sus labios
para retirar un pequeño resto de nata. Lo hizo lento, delicado y con cariño.
- Tienes... restos de pastel en la
boca... - explicó mientras observaba los carnosos labios de la reina, aunque
sin dejar de prestar atención al resto de su rostro.
Otra vez esa sensación, ese deseo incontrolable de juntar sus labios
<<¿Por qué? ¿Por qué?>>. Su corazón comenzó a latir con fuerza,
notó la temperatura de su cuerpo elevarse (todo lo que era posible, claro) y
sus mejillas se tornaron carmesí. Miró a Elsa a los ojos; también se había
ruborizado y estaba paralizada contra la pared, observándole con los labios
entre abiertos y la respiración entrecortada <<Otra vez no...>>.
Jack dejó caer su cabeza juntando su frente contra la de Elsa. Cerró los
ojos y comenzó a reír sin ganas, casi desesperado, al tiempo que se llevaba a
la boca el dedo con nata. <<Soy un idiota>> pensó.
- ¿Jack...?
- Que tonto soy - sonrió con cierta
angustia en su rostro - casi olvido lo más importante.
Como un idiota, como un autentico idiota,
así se sentía, guiando a una chica de otro mundo a través de las calles de la
ciudad. No, una chica no ¡una reina! ¿en qué estaba pensando? Eso no podía
acabar bien, por un momento se arrepintió de no haber escuchado a Norte e
involucrarse en los asuntos de otros mundos. Se había sentido solo durante
años, como si faltara algo en su vida, en él... Ahora que tenía a Elsa a su
lado esa sensación había desaparecido por completo pero en su lugar había
aflorado un profundo temor: no soportaba la idea de separarse de ella y sabía
que ocurriría tarde o temprano. Él le decía que estaría a su lado ¿pero por
cuánto tiempo? Jack tenía obligaciones en la tierra, y ella en Arendelle ¿Iría
a visitarla cada verano? Probablemente en un par de meses Arendelle sería ocupado
por una nueva generación... <<Tiene que haber una forma>> pensó
Jack <<después de tantos años, después de todo lo que he pasado...
después de tenerla a mi lado... ¿cómo voy a permitir estar sin ella?>>.
Sintió una punzada helada en el corazón cuando se giró para mirarla. Elsa
caminaba entre la multitud estudiando cada detalle que, a sus ojos, resultaba
fascinante. Levantó la vista y saludó a Jack con una radiante y cálida sonrisa,
esta vez sin cubrirla con las manos. No
sabía muy bien cómo arreglar el lio en el que los había metido, pero le había
prometido cosas a Elsa y estaba dispuesto a cumplirlas todas.
Jack tuvo que dejar sola a Elsa un par de veces para esconderse de las
miradas de algunos niños. La reina estaba apoyada sobre una balaustrada,
observando el mar y el cielo oscuro iluminado únicamente por la luna. Jack se
dispuso a acercarse, pero alguien se le había adelantado: Un hombre alto de
espalda ancha, brazos musculados y
rostro simétrico coronado por cabello oscuro; se posó en la balaustrada al lado
de Elsa. Jack se acercó un poco para oír la conversación.
- Hola ¿estás sola? - preguntó el hombre.
- Hola, eh... no - respondió algo
nerviosa volviendo a acomodarse el vestido -, de hecho espero a alguien.
- Oh, ya veo. Tan guapa como vas y a
estas horas supongo que esperas a tu novio ¿no? - el hombre se acercó un poco
más a Elsa con una sonrisa, esperando, por supuesto, una respuesta negativa por
parte de la muchacha -. Un poco mal
educado por su parte hacerte esperar.
- Oh, no, no es mi novio, en realidad es
alguien mucho más importante que eso - miró la luna que ya brillaba en el
cielo, llena y majestuosa. No pudo evitar sonreír -, es mi guardián.
- ¿Guardián?
- ¿No sabes lo que es un guardián? -
preguntó algo extrañada, pues daba por hecho que en ese mundo todos sabían de
la existencia de los guardianes aunque no pudieran verlos.
- Elsa.
La reina se giró bruscamente y vio Jack a unos pasos de distancia, entre
algunas parejas que caminaban por el paseo marítimo ignorando la presencia del
joven níveo. Elsa se volvió hacia el hombre con el que estaba hablando y se
despidió de él educadamente para correr al lado de Jack, que inmediatamente se
elevó en el aire sobre su cabeza. Nunca caminaba a su lado por las zonas
transitadas, pues no le gustaba que "tropezasen" con él, pero Elsa
era consciente de que algo no iba bien desde que hablaron en el callejón: Lo
notaba algo taciturno, y eso no era propio de él.
- ¿A dónde vamos ahora?
- Bueno, hace tiempo te prometí una cosa,
es el momento de cumplirla. Tú solo sígueme.
Caminaron por la hermosa ciudad iluminada y se
detuvieron en la parte trasera de un bloque de edificios bastante elegante.
Jack inspeccionó el terreno y una vez estuvo seguro de que no había nadie en
los alrededores tomó a Elsa en volandas y se elevaron hasta el séptimo piso. La
ventana estaba abierta y Elsa la atravesó sin problemas, encontrando al otro
lado un amplio salón con un gran piano de cola, altas estanterías, libros, un
gran sofá y muchas otras cosas de las cuales ignoraba su nombre y utilidad.
- ¿Seguro que está bien que hagamos esto?
- Claro, no te preocupes. Conozco a los
dueños de esta casa desde que eran niños, a veces vengo aquí a ver la tele
cuando ellos no están: salen todos los viernes y no vuelven hasta tarde.
- ¿En serio? ¡Oh! ¿Qué es eso de la "Tele"?
Jack sonrió y se acercó a la pequeña mesa de té blanca que había frente
al sofá, cogió el mando y pulsó el botón de encendido apuntando a la pantalla.
Elsa quedó atónita: Un montón de gente diminuta ante sus ojos, dentro de una
fina lamina negra. Extendió su mano para intentar tocarla, pero la gente no
reaccionaba, estaban demasiado ocupados decidiendo qué camino tomar.
- ¡Es magia! ¿Están ahí encerrados?
- No - respondió el muchacho entre risas
-, es como el teatro, pero llega a todas las casa que tengan una televisión -
dijo a tiempo que le daba unos toques al aparato -. La gente que ves aquí
interpreta la obra en algo llamado "estudio" y luego llega a las
televisiones por unos procesos demasiado complicados como para explicártelos.
- ¡Oh! - exclamó Elsa falsamente ofendida
- ¿No soy lo suficientemente lista como para entenderlo?
- No es que no te crea lo suficientemente
lista para entenderlo, es que yo no lo entiendo. Pero no te he traído aquí para
ver la televisión.
El muchacho apagó el aparato y se dirigió veloz hacia una de las
estanterías. Estaba llena de CDs perfectamente ordenados, Jack buscó entre
ellos un título en concreto. Deslizó su dedo índice entre los lomos de las
cajas, dónde predominaban los nombres clásicos: Juan de la Encina, Lully,
Mozart, Bach, Wagner, Bethobeen... Detuvo su búsqueda cuando llegó a
Tchaikovski: "El cascanueces" y un Do rompió su concentración; Se
giró rápidamente y vio a Elsa al lado del piano, ocultando las manos tras la
espalda, avergonzada.
- Lo siento.
- No pasa nada.
Jack no pudo evitar sonreír, le gustaba verla así, despreocupada, feliz,
activa... <<Ojalá fuera así siempre>>.
- Oye Jack... tengo una pequeña duda -
dijo mientras su compañero sacaba el CD de la caja y lo introducía en el
reproductor - ¿Esto que estamos haciendo no es allanamiento?
- Emm... Si... puede decirse que sí.
- Puede decirse...
- Oye, confía en mi ¿vale? No va a haber
ningún problema ni vamos a hacer nada malo. Tú solo relájate y disfruta como
hasta ahora.
Elsa asintió, no demasiado convencida de que eso fuera correcto, pero
tampoco se encontraba en posición de contradecirle.
Jack bajó la tapa del reproductor y pulsó el interruptor de encendido,
lo que provocó que Elsa se acercara curiosa a observar las luces que surgían
del aparato, las cuales cambiaban a medida que Jack pulsaba botones, hasta que
se detuvo cuando la pantalla marcó el número 13.
La música comenzó a sonar como un fino hilo de armonía que crecía y se
intensificaba lentamente. Sobresaltada, Elsa miró a su alrededor buscando el
origen del sonido. La melodía comenzó a sonar y Elsa daba vueltas sobre sí
misma mirando en todas direcciones. No había una orquesta, ni un solo músico y
la televisión estaba apagada, ahí solo estaban ella, Jack y un hermoso vals.
- Te dije que aquí la música salía de
cajas - dijo el muchacho al tiempo que le daba unos golpecitos a la cadena de
música. Dejó su bastón apoyado en la pared, dio un paso hacia Elsa y le tendió
la mano con una leve reverencia -. ¿Me concede este baile, alteza?
Elsa sonrió cálidamente mientras entrelazaba su mano con la de Jack.
- Será un placer.
Y
tras una elegante reverencia por parte de la reina juntaron sus cuerpos del
modo que debe hacerse en un vals.
Elsa se sorprendió a si misma bailando con una increíble ligereza al
ritmo de esa melodía que tantas veces había repetido en su cabeza y que tantas
otras había bailado sola en su alcoba.
- Jack ¿Dónde aprendiste a bailar?
- Bueno... digamos que he asistido a
fiestas durante muchos años. Quieras o no acabas aprendiendo algo.
El muchacho alzó el brazo y Elsa reaccionó al instante girando sobre sí
misma, dejándose guiar por la música y ordenes que le daban los brazos de su
pareja. Se dio cuenta entonces de que no era tan difícil, solo tenía que
soltarse. Dejó de contar los pasos que
daban sus pies. Su nueva ropa le resultaba realmente cómoda y el contacto de
sus piernas con el aire le agradaba profundamente: era casi como estar desnuda.
Observó
a Jack, que la miraba con infinita ternura; se dio cuenta de que su cabello
había recuperado su tono níveo natural y eso provocó que afloraran nuevas
preguntas en la mente de la reina. Se dijo a si misma que debía disfrutar el
momento; aunque era evidente que le estaba ocultando algo, Jack la había
ayudado desde que apareció y confiaba en él, le había enseñado demasiadas cosas
y brindado un gran apoyo; por todo eso y más, Elsa sentía que tenía una inmensa
deuda con él y en ese preciso instante se sentía capaz de cualquier cosa, todo
gracias a Jack. Si tenía que contarle algo sabía que el muchacho se lo diría
tarde o temprano.
Por otro lado, Jack observaba fascinado a su compañera: Sus pequeños
pies en esos bonitos zapatos que parecían de cristal, sus blancas y finas
piernas, los muslos que dejaba ver el vuelo de la falda en cada vuelta que
daba, su fina cintura, sus delicadas y frías manos, sus brazos, su pecho, su
cuello, su pelo, su cara, sus ojos, sus labios, sus sonrisa todo, no quería
perder detalle. Elsa se movía como una hoja al viento entre sus brazos y cuando
la apartaba giraba con la gracia de una bailarina, o eso le parecía a él.
Guardó esos instantes en su mente y en su corazón, deseando que cada segundo
durase para siempre. Recordó el primer baile con Elsa y como había estado a
punto de besarla <<¿En qué estaría pensando? Ah, sí, en nada, como de
costumbre>>. Pero le resultaba tan difícil pensar en esos momentos; Había
pasado semanas con ella y cada vez que pasaban algo de tiempo cerca le invadía
esa sensación cálida y esa necesidad de tenerla entre sus brazos para siempre,
de fundirse con ella ¿Era eso lo que los mortales llamaban amor? Él no lo
sabía, era la primera vez que sentía algo así, pero era muy probable. Más nada
podía hacer, quería ayudar a Elsa, no asustarla, era imposible saber cómo
reaccionaría a sus sentimientos, cómo reaccionarían ambos, y más sabiendo que
Jack no se lo había contado todo sobre él a su compañera.
La música dejó de sonar sin que apenas se dieran cuenta. Jack frenó en
seco y Elsa con él. La preocupación en el rostro del muchacho era evidente y la
reina no pudo evitar preguntar.
- Jack ¿en qué piensas?
- Nada en particular.
- No me mientas, no piensas a menudo y se
cuando lo haces. Algo te preocupa.
Jack esbozó una media sonrisa, pero no era su media sonrisa pícara, si
no una desganada y resignada. El muchacho buscó palabras adecuadas en su mente,
pero no encontró nada que le pudiera decir. Los arpegios de un arpa comenzaron
a sonar y un violonchelo se unió a ella, pero ni siquiera se percató de ello,
de hecho se había olvidado de la música hace tiempo, solo podía pensar en que
tarde o temprano tendrían que separarse y lo difícil que sería para él cargar
con el recuerdo de Elsa durante toda la eternidad.
- Es complicado - dijo finalmente -.
Digamos que desde que te conozco mi mundo se ha puesto patas arriba.
- Lo siento - respondió borrando
lentamente la alegría de su rostro -. Lo último que quiero es causarte
problemas, no era consciente de...
Jack la interrumpió llevando el dedo índice a sus labios.
- Créeme, no tienes de que disculparte. Y
en cualquier caso toda esta situación es culpa mía y de mi curiosidad.
-
En ese caso me alegro de que seas tan curioso. Me alegro de haberte
conocido Jack, y sea lo que sea lo que ocurra en el futuro, no creo que haya
modo de que me arrepienta de ello.
- Yo también me alegro de haberte
conocido Elsa, no sabes cuánto.
El muchacho pasó su mano por la cara de la joven y le apartó unos
mechones de cabello del rostro. Acarició su fina u blanca tez al tiempo que
esbozaba una sonrisa discreta, aunque llena de sentimiento. Sus ojos encerraban
un mar de pensamientos, todos ellos dedicados a la chica que tenia frente a él
y ante la que se sentía tan vulnerable.
- Jack yo... te... te quiero dar las
gracias por todo. Puede que no lo sepas, pero gracias a ti me siento más
fuerte. No sé cómo podré pagarte todo lo que has hecho por mí.
- Me basta con que seas feliz, con eso
doy mi cuenta por saldada.
- ¿Volverás conmigo a Arendelle?
- Claro.
- ¿Te quedarás?
Jack
guardó silencio ante esa pregunta, sabía perfectamente que no podía quedarse
para siempre en Arendelle y si regresaba tras el invierno todo había cambiado,
probablemente Elsa ni estaría.
- Elsa... estaría a tú lado toda la
vida... - dijo mirándola a los ojos con tristeza.
- Pero no lo harás ¿verdad? - Jack
palideció y notó como las palabras de Elsa se le clavaban como puñales -.
Tranquilo, lo entiendo, somos de mundos diferentes, somos diferentes - hizo una
pausa para coger aire. Parecía a punto de llorar -. Pero todo lo que me has
enseñado y todo lo que hemos pasado juntos no cambiará. Yo debo regresar para
arreglar las cosas y tú deber quedarte aquí para cuidar de los niños ¿no? - una
lágrima calló por sus mejillas -. Nunca te olvidaré, Jack.
- Elsa...
Jack estaba atónito, no sabía que decir o qué hacer, lo había dejado sin
palabras. Envuelto en un mar turbio de sentimientos veía frente a sus ojos
llorar a la persona que más quería, sufriendo por una separación que aún no
había llegado y que ninguno de los dos quería que llegase; Elsa estaba
sufriendo por su culpa y no sabía como arreglarlo, se sentía impotente y
patético, culpable por no haber obedecido a Norte y dejar que todo eso
ocurriera, pero... ¿cuál habría sido el destino de la reina si no hubieran
llegado a encontrarse? ¿Las cosas habían ido mejor para ambos o por el
contrario Elsa ya habría sido asesinada por su pueblo? ¿O se había encontrado
con su hermana y habrían logrado arreglar las cosas? Eso nunca lo sabría. De
pronto, y como un rayo de esperanza, su mente recordó unas palabras que Bunny
le había dicho en una ocasión: "Las cosas siempre ocurren por un motivo,
por eso a los Pokka no se nos permite cambiar el pasado".
Elsa había agachado la cabeza y cubría levemente su rostro con la mano
mientras sollozaba y trataba de retener las lágrimas sin éxito.
- Suéltalo, Elsa, coge aire y saca aquello
que te duele.
La muchacha le miró con ojos vidriosos y, como si aquellas palabras
hubieran sido un detonador, una mueca de dolor se dibujó en su cara y comenzó a
llorar como si no lo hubiera hecho en años. Jack la abrazó y ella le correspondió,
hundiendo el rostro en el hombro del muchacho, que no tardó en sentir la
humedad de las lágrimas en su ropa.
Pasaron los minutos, la música ya había dejado de sonar y el llanto fue
perdiendo intensidad, hasta que pareció calmarse por completo. Elsa ya no
lloraba, pero seguía abrazando a Jack con fuerza pues, de algún modo, se sentía
segura entre sus brazos, como si nada pudiera dañarla, o quizá porque así
sentía que Jack no volvería a desaparecer.
La voz del joven la despertó de su trance.
- Elsa...
La reina se separó del cuerpo de Jack para mirarlo a los ojos. Tenía el
semblante serio y un ápice de preocupación, mezclado con nervios, se reflejaba
en sus ojos. Elsa pensaba preguntarle qué le ocurría o por qué la había
llamado, pero la respuesta llegó por si sola y por sorpresa. Quedó paralizada.
Los labios de Jack se habían juntado con los de ella y una extraña sensación
similar a una pequeña descarga recorrió su cuerpo, en línea recta, desde su
abdomen a su coronilla. Jack comenzó a rodearla con los brazos y ella tomó la
nuca del muchacho con sus manos para atraerlo ligeramente hacia sí.
Ambos bebieron de ese beso, cálido, dulce e
intenso, como si fuera lo único que podía mantenerlos juntos, como si eso fuera
un adiós y nunca más pudieran volver a verse, como si fuera la única cura para
todos los males y miedos que azotaban sus vidas. Como si fuera lo único que los
hacía sentir vivos.