viernes, 25 de diciembre de 2015

Capítulo 17: Días perdidos

  Anna y Kristoff charlaban en los aposentos de la princesa. Desde que la joven infanta se enteró de que su hermana había desaparecido tras atacar a los guardias que enviaron en su busca, y matar a dos de ellos, la princesa necesitaba compañía y atención casi constante, pues de lo contrario su cabeza comenzaba a llenarse de malos pensamientos y recuerdos que la hacían entristecer profundamente. Kristoff no parecía tener ningún problema en cubrir las necesidades sociales de la princesa, es más, disfrutaba de su compañía, cosa difícil de creer tras su primer encuentro y expedición, pero Kristoff creyó encontrar en la princesa una persona amable y pura diferente a las demás con las que se había topado: Una persona digna de confianza.
- ¿Y tú qué opinas?
No hubo respuesta a la pregunta de la princesa.
- ¿Kristoff?
- ¡Eh? Oh, lo siento - se disculpó el joven fornido mientras se frotaba los ojos -. No sé dónde tengo la cabeza ¿Qué decías?
- Que si debería poner la habitación del niño en la última planta.
- Eh... no lo sé. ¿No sería mejor que el niño estuviera con sus padres hasta qué...? Bueno... hasta que no llore.
   La princesa se llevó las rodillas al pecho y las rodeó con los brazos, quedando totalmente encogida en el lateral del sillón. Las llamas de la chimenea danzaban cerca de ella fundiendo su cuerpo en un juego de luces y sobras y acentuando la expresión sombría que había adoptado su rostro.
- Ojalá mi madre estuviera aquí... Ojalá estuvieran todos.
- Lo siento. Me temo que no soy de mucha ayuda para estos temas: soy huérfano.
- Lo siento. No lo sabía.
- No llevó un cartel - trató de bromear el joven sin resultado -. No conocí a mis padres así que está bien, no los echo de menos - miró a la princesa, pero esta no apartaba su mirada apática de las llamas -. Vas a ser una madre maravillosa Anna.
La joven pareció dignarse a verlo tras ese comentario.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- ¿Bromeas? He visto lo que eres capaz de hacer por tu hermana, no puedo imaginar lo que harías por un hijo.
   La princesa esbozó una media sonrisa, cálida como el fuego que calentaba la alcoba. Bajó los pies al suelo, se inclinó ligeramente y tomó las manos de Kristoff, grandes y ásperas, pero increíblemente confortables al tacto.
- Gracias Kristoff. Gracias por todo. Si no fuera por ti en estos momentos creo que ya me había vuelto loca.
   El joven guardó silencio mientras sentía las delicadas manos de la princesa entre las suyas y la miraba a los ojos. Tragó saliva y pensó sus palabras.
- Es mi deber como ciudadano del reino cuidar de la princesa.
- Creí que no eras de ningún sitio en particular.
- Ya... bueno... - Anna soltó una carcajada mientras Kristoff se frotaba la nuca nervioso.
   Era innegable que los días al lado de la princesa despertaron sentimientos en Kristoff que nunca antes había experimentado. No solo porque le agradaba su compañía, si no porque a veces llegaba a sentir que la necesitaba y, cuando la tenía cerca, la quería más cerca todavía. A veces incluso se sorprendía a si mismo fantaseando con ella: Los dos abrazados junto al suave y cálido regazo de Sven con una hoguera frente a ellos, como ya había ocurrido antes (aunque sin hoguera).
   Kristoff no pudo evitar desviar su vista de los ojos de Anna. El camisón le sentaba un poco grande y parte del hombro izquierdo de la joven quedó al descubierto. Se sorprendió levemente al observar las pecas que en él había, y por un momento el pensamiento y la imaginación le jugaron una mala pasada, sorprendiéndose a si mismo imaginando el cuerpo pecoso de Anna bajo los ropajes. Su rostro comenzó a enrojecer y su temperatura a elevarse.
- ¿Kristoff, estás bien?
   No halló respuesta. Anna puso una de sus manos en la frente del chico.
- ¡Estas ardiendo! Puede que tengas fiebre.
   De repente Kristoff alzó la vista y clavó sus ojos en los de Anna, de una forma violenta e intimidante que provocó un ligero escalofrío en la princesa. Se inclinó hacia ella y la puerta de la alcoba de abrió de golpe. Sin tan siquiera girarse para ver de quien se trataba, Kristoff llevó una de sus manos al hombro de la chica y acomodó la prenda sobre la piel de la joven.
- Deberías ponerte una capa o algo. Te va a coger el frio.
   Kristoff volvió su vista hacia la puerta. Hans estaba ahí, de pie, todavía con la mano en el picaporte.
- Me gustaría hablar con mi prometida.
- Sí, claro.
   El joven rubio se levantó y antes de salir por la puerta dedicó una leve reverencia al príncipe Hans, el cual no tardó el cerrar las puertas una vez Kristoff abandonó la estancia.

- Anna, querida ¿Cómo te encuentras?
- Estoy mejor, gracias - hizo una breve pausa y se fretó las manos nerviosa -. ¿Se sabe algo de Elsa?
   Hans no respondió hasta que se sentó al lado de su prometida y la tomó de las manos.
- No hay rastro de ella. Yo mismo fui al castillo. Lo único que encontramos fue su ropa y... esto - el príncipe llevó una de sus manos al bolsillo interior de su chaqueta. De él sacó la corona de Elsa y se la dio a la princesa -. Creí que te gustaría tenerla.
   Anna asintió con la cabeza mientras se le humedecían los ojos y alzaba su vista tratando de evitar que se le escaparan las lágrimas.
- La he perdido - dijo sin poder controlar el llanto -. La he pedido Hans, era la única familia que me quedaba.
Hans abrazó a su prometida y ésta rompió a llorar mientras apretaba con fuerza la corona entre sus manos.
- ¿Por qué no me dijo nada? ¿Dónde estará ahora?
- Probablemente tenía miedo - dijo para tratar de tranquilizarla mientras acariciaba suavemente su espalda -. Los guardias siguen buscando, me informarán de cualquier pista que encuentren. Volverás a verla. Te lo prometo.

   Pasaron un rato así hasta que la princesa se tranquilizó. Cuando ésto ocurrió Hans llamó al servicio y ordenó llevar a la alcoba chocolate caliente y unos sándwiches.
- La gente está nerviosa, el pueblo está cosa vez más violento - comentó Hans - deberíamos hacer algo para tratar de distraerlos.
- ¿Y qué propones hacer? Ya has visto cómo están las cosas ahí fuera, no podemos organizar una fiesta o un banquete, sería un desperdicio de recursos.
- Tal vez saber que tienen un heredero les de esperanza.
   Anna dedicó una mirada de incredulidad a su prometido. Ambos eran muy conscientes de que el embarazo no podía hacerse público hasta que estuvieran casados, por lo que la princesa supo enseguida hacia donde quería dirigir Hans la conversación.
- No es el momento.
- ¿Y cuando lo será? No podemos ocultar tu estado eternamente. Las doncellas lo saben, Kristoff lo sabe, es cuestión de tiempo que todo el mundo lo sepa y tu nombre quede manchado. Podemos convocar una ceremonia simbólica, algo sencillo, y cuando todo esto pase tendrás la boda que te mereces ¡con la que siempre has soñado y la que te prometí!
   Anna apartó la vista pensativa y agachó la cabeza. Quería celebrar su boda por todo lo alto, con el vestido que había llevado su madre y con su hermana a su lado en un bonito día de primavera. Pero estaba claro que eso no era posible. Elsa había desaparecido y si no regresaba le tocaría a ella cargar con las responsabilidades reales. Era algo para lo que no se sentía preparada y agradeció tener a Hans a su lado en esos momentos. <<Debo ser fuerte>> se dijo. <<Por mi pueblo. Por mi hijo...>>.
- Está bien. Pediré ayuda y comenzaré a preparar algo sencillo. Intentaré tenerlo todo listo lo antes posible.
   El rostro de Hans se iluminó de felicidad y besó a su prometida con entusiasmo.
- Gracias Anna. No sabes lo feliz que me haces. Desearía que todo esto acabara cuanto antes y pudiéramos llevar una vida tranquila.
- Yo también.
- ¿Puedo pedirte una cosa más?
- ¿De qué se trata?
- El bebé - dijo llevando las manos al vientre de Anna -. Me gustaría ponerle el nombre de mi abuelo.    Fue la única persona que me trató bien. Era un hombre bueno, justo y valiente. Querría que nuestro hijo fuera una persona con el corazón tan grande como él, y siendo tú su madre seguro que lo será.
- ¿Cómo se llamaba?
- Key - respondió mientras acariciaba sonriente y con cariño el vientre de su prometida.
- De acuerdo. Se llamará Key, si es un niño.

   Hans besó de nuevo a la princesa y una vez terminaron los aperitivos se retiró para seguir trabajando.

   Anna estaba de nuevo sola, sin nada que hacer. Se puso una capa gruesa y larga y salió de la habitación. Bajó las escaleras y atravesó los pasillos hasta llegar a una habitación llena de polvo que semejaba una pequeña biblioteca. Había estado allí muchas veces tras la coronación, pues era la alcoba dónde se había alojado el tutor de Elsa, Borje, quien falleció unas semanas antes del gran día. La princesa visitaba la alcoba de vez en cuando en busca de alguna pista sobre su hermana, pero sólo encontraba libros sobre mitos, magia y leyendas que no le aportaban nada. Ella buscaba algo especifico: Ella quería los diarios del señor Borje. Le parecía impensable que siendo el tutor de su hermana y, muy probablemente, conociéndola mejor que ella, no tuviera respuestas a sus preguntas. Él nunca le había dicho nada, ni siquiera cuando preguntaba; Pero ahora no había modo de que le ocultar la verdad, sólo necesitaba los diarios y estaba convencida de que los encontraría a menos que los hubiera quemado o llevado consigo a la tumba.
   Revisó las estantería en las tantas otras ocasiones había buscado. Examinó los armarios y cajones en busca de algún doble fondo y, en esta ocasión, cogió el abrecartas que estaba sobre la mesa para abrir el viejo colchón; Buscó y rebuscó en él sin encontrar nada más que lana de oveja, trozos de tela y algún que otro bichito.
   Se dejó caer sobre la destrozada cama resoplando y soltó con desgana el abrecartas que calló haciendo resonar su filo contra el revestimiento de madera del suelo. Algo en ese sonido llamó la atención de la princesa: No era un sonido firme y opaco como el que hacían sus zapatos al pisar el suelo o como el que hacía una espada al caer, si no hueco, como una pared o una puerta que ocultan una habitación al otro lado.
   Anna, algo dubitativa, se levantó de la cama y arrodillándose se tendió sobre el suelo, pegó su oreja a la madera y golpeó con el puño. La respuesta fue la esperada: Un sonido hueco y vació. Apartó violentamente la alfombra, lo que provocó que una inmensa nube de polvo se levantara e impactara contra su rosto haciéndola toser. No le importó demasiado. Se frotó la nariz y los ojos por instinto y observó el suelo buscando algún agujero, pomo, brecha o cerradura para acceder a un rincón secreto, pero no encontró nada. Se agachó de nuevo para ver debajo de la cama, pero tampoco parecía haber nada ahí. Miró a su alrededor esperando encontrar algo que la ayudara a desarmar el suelo, pero lo único que había era el abrecartas y no era lo suficientemente afilado. Trató de mover la cama por si había alguna brecha que no era posible ver a simple vista, pero era demasiado pesada para ella. Con mirada firme y decidida, a la par que algo despeinada, se acomodó la capa y abandonó la estancia dispuesta a cumplir su propósito, y ahora mismo sólo había una persona con la que podía contar.

   Tras atravesar los numerosos corredores y salir al exterior por la puerta trasera del almacén, entró en los establos y vio a la persona que buscaba.
- Kristoff – llamó ella.
El joven rubio se giró sorprendido de ver ahí a la princesa, la cual se acercó a él.
- Necesito que me ayudes con algo. Coge un hacha y sígueme. ¡Y ni una palabra a nadie!

   Sin entender muy bien la situación, el muchacho fue a por el hacha que se usaba para cortar leña y siguió los pasos de la princesa hasta los aposentos abandonados de Borje. Al principio se sorprendió un poco del desorden, pero más se sorprendió al escuchar la orden que le dio la princesa.
- Rompe es suelo, justo ahí, junto la cama – dijo mientras cerraba la puerta tras de sí.
- ¡¿Qué?! - exclamó Kristoff sin entender nada.
- ¡Tú hazlo! - exigió con notable impaciencia.
   Confuso pero obediente, Kristoff tomo la posición indicada por la princesa y comenzó a golpear el suelo con el hacha. No tardó en hundirla por completo partiendo la madera y formando una brecha astillada. Fue entonces cuando Anna le indicó con un gesto que se detuviera.
   La princesa se agachó y comenzó a apartar los restos sueltos del suelo casi con desesperación. Rompió las tablillas que todavía estaban sujetas al suelo dejando al descubierto lo que Anna sospechaba: un compartimento secreto. En su interior había un saco de lana azul; Sin dudarlo siquiera un segundo Anna extendió su mano.
   Con el saco ya en el exterior la princesa lo abrió intranquila levantando una nube de polvo que hizo toser a ambos. Kristoff comenzaba a preocuparse por ella, su comportamiento era demasiado extraño.
-¡Aquí están! - exclamó Anna con la cabeza casi dentro del saco.
- ¿El qué?
   Anna no contestó. Se acomodó en el suelo ignorando al montañero y puso los diarios sobre su regazo. Se quedó mirándolos un largo rato pensando qué habría escrito en ellos ¿Disiparían alguna de sus dudas o por el contrario no encontraría nada de utilidad? O peor ¡más preguntas! Realmente le daba miedo lo que pudiera encontrar en ellos.
Acarició la encuadernación en cuero negro que tenía en número 1 grabado en su lomo y margen inferior derecho de la portada. Dudó unos instantes, pero finalmente abrió el diario y comenzó a leer.

   “Esta tarde llegaré al reino de Arendelle. Siento verdadera curiosidad por la pequeña princesa, sus padres han insistido en que es muy especial y necesitan a alguien de confianza para instruirla, pero claro, todos los niños son especiales a los ojos de sus padres.”
(...)
   “ En efecto la princesa es una niña extraordinaria. He tenido mi primera audiencia con los reyes y conocido a la pequeña Elsa. ¡Esa niña puede crear hielo y nieve con sus manos! ¡Es impresionante, nunca había visto nada igual, es como si los cuentos de hadas, magia y trolls que me contaba mi madre cuando era un crio se hubieran manifestado en la princesa!”
(…)
   “Elsa es una niña muy despierta y lista, aunque un poco traviesa, siempre congela mi té. Ha llegado a mis oídos que los reyes esperan otro hijo. ¿Tendrá también extrañas habilidades? Sinceramente, espero que no, me gustan las bebidas calientes. Estoy seguro de que Elsa se pondrá muy contenta cuando lo sepa.”
(…)
   “Hoy me encontré a la princesa patinando en el pasillo. Lo peor es que me engatusó y acabé jugando con ella en vez de darle clase de protocolo. Espero que no se lo cuente a los reyes; Será nuestro pequeño secreto.”
(…)
   “El embarazo de la reina empieza a ser evidente. Elsa se ha puesto muy contenta con la noticia”
(…)
   “¡¡Es una niña!! ¡Una preciosa niña rubia llena de pecas! Se llama Anna y ya parece llevarse muy bien con Elsa. La pequeña siente fascinación por los poderes de su hermana... bueno, ¿y quién no? Anna no ha dado indicios de poseer ninguna habilidad especial a parte de su encanto.”
(...)
   “¡Estas niñas van a volverme loco! Hoy han robado las espadas de la guardia y se han puesto los cascos de las armaduras decorativas favoritas del rey. Se han puesto a jugar a la guerra en el gran salón y han dejado todo hecho un caos. ¡Menos mal que había pocos muebles! Voy a tener que ser más duro con ellas.”
(…)
   “Hoy Anna y Elsa se han escapado de palacio y han vuelto llenas de barro y con los vestidos destrozados. Todavía no tengo claro que ha pasado, pero tiene que ver con la persecución de un cerdo.
Vuelven a estar castigadas.”
(…)
   “Ha ocurrido algo terrible: Las niñas estaban haciendo de las suyas por la noche y Elsa ha herido a Anna con sus poderes. Aunque fue un accidente Anna está muy grave y no sabemos si se recuperará. Todos rezamos para que así sea. Por otro lado Elsa está aterrorizada, no sólo por el estado de su hermana, si no por si misma: Tiene miedo de herir a alguien más. El rey está dispuesto a tomar medidas para que tal cosa no ocurra.”
(…)
   “Han pasado dos semanas y Anna todavía no se ha despertado. Está viva, y eso es un alivio, pero no sabemos en que condiciones despertará.
El rey no permite que Elsa se acerque a su hermana y la pobre niña lleva días recluida en su habitación. Me ha dado ordenes claras y concisas de no dejarla salir a menos que sea estrictamente necesario y siempre y cuando que no haya otras personas cerca. Me parece una actitud exagerada pero no se ha tomado bien mis criticas. No me queda otra que obedecer.”
(…)
   “Anna se ha despertado, pero parece que ha perdido parte de su memoria y no sabemos si la recuperará. Sus padres insisten en que es mejor así, pues no recuerda los poderes de su hermana ni el desagradable accidente.”
(…)
   “El rey ha comenzado a investigar sobre magia y ritos de hechicería. Creo que lo ocurrido con sus hijas ha sido un golpe demasiado fuerte, sobretodo ahora que los poderes de Elsa se descontrolan. Creo que planea un modo de arrebatarle la magia, pero dudo que eso sea posible.”
(…)
   “Esta situación me supera: Cada día Anna va hasta la habitación de Elsa e intenta que juegue con ella, pero la pobre niña tiene tanto miedo de si misma que se niega a abrir la puerta (a parte de que su padre se lo prohibió.”
(…)
   “Creo que la soledad comienza a destrozar la mente de Elsa: Lleva días obsesionada con un chico volador que hace conejos de nieve. Pobre niña, debe sentirse tan sola...”
(...)
   “Los reyes viajarán a Wesenton esta semana para hacer negocios.
   Hay pasado años desde el accidente pero el rey sigue empeñado en tener recluida a su hija mayor, cuyos poderes cada vez van a peor. Tanto Anna como Elsa se han convertido en dos hermosas señoritas... la primera más alegre que la segunda.”
(…)
   “No debería haberlo hecho pero he leído algunos de los informes privados del rey en su ausencia. Sospecho que quiera deshacerse de Elsa para que no tenga que reinar. Temo que el viaje a Weselton sea con tales intenciones. Hablaré claramente con él tras su regreso, si mis sospechas son ciertas le propondré llevarme a Elsa conmigo (si ella acepta, claro): Buscaré otro trabajo y me haré pasar por su padre allá donde vayamos, le ayudaré como pueda y haré que vuelva a ser la niña curiosa y traviesa que era antes... Esa niña ya ha sufrido demasiado, no tolerará que le hagan más daño.”
(…)
   “Los reyes de Arendelle han muerto. Su barco naufragó en una tormenta antes de llegar a su destino . Las princesas están destrozadas. Han pasado tres días y Elsa todavía se niega a abrirme la puerta.”
(…)
   “El rey me ha dejado al mando de Arendelle mediante un escrito que había preparado antes de partir. Mis planes de llevarme a Elsa se han esfumado, pero ese que ella no habría aceptado de todos modos. Ahora no me queda más que prepararla para que cumpla su destino como reina.”
(…)
   “Se que no me queda mucho tiempo, ya estoy muy viejo.
   Elsa está aterrada con la idea de ser reina, teme que todo acabe en desastre. Y intento tranquilizarla, pero es extraño que lo consiga, normalmente me echa de la habitación; Creo que está al borde de un ataque de nervios... Espero poder estar ahí el día de su coronación y ver a mi pequeña niña convertida en mujer... y ayudarla en todo lo posible. Quién sabe, quizá incluso se reconcilie con su hermana.”

   El rostro de Anna iba perdiendo color con cada línea que leía. ¿Qué era todo eso? ¿Por qué no recordaba ni la mitad de las cosas? ¿A caso era cierto que su hermana la dejó al borde de la muerte y perdió la memoria?
Un remolino de sentimientos se formó en su mente, llegando incluso a marearla. Lo sabían. Todos los sabían y no le habían dicho nada. Su cabeza sólo pudo llegar a una conclusión: Había vivido engañada por todos durante más de diez años. La rabia y la tristeza afloraron en forma de lágrimas tímidas.
- Anna ¿Te encuentras bien? - preguntó Kristoff preocupado acercándose a ella.
   Tras un breve silencio respondió.
- Lo sabían. Todos lo sabían.
- ¿Qué sabían? No se que está pasando Anna. Francamente, me preocu...
   El joven no pudo terminar de hablar, pues la princesa se abalanzó llorando sobre él y hundió la cabeza en el pecho del muchacho.
- ¡Me han engañado! ¡¡Todos!! ¡Todos estos años sabían los de Elsa! - gritó entre lágrimas.

   Kristoff no supo que decir ni que hacer. Anna siguió llorando durante un buen rato. Finalmente el joven montañero la rodeó con los brazos; No porque supiera que eso ayudaría a que la muchacha se calmara, simplemente porque le apetecía hacerlo. Tras unos minutos la princesa pareció relajarse un poco, pero el llanto y la rabia la habían agotado y, sumado a su actual estado de shock, no encontró fuerzas para levantarse.