Toothiana abrazaba a su amigo níveo como si tratara de
protegerlo; No se había levantado del suelo y estaba más pálido de
lo normal. Sus ojos parecían perdidos en el vacío mientras su mente
intentaba aceptar la situación.
- Lo siento, Jack -dijo Bunny con un hilo de tristeza y
arrepentimiento en su voz -, pero era necesario hacerlo. No devemos
viajar entre mundos , y mucho menos los mortales: no sabemos como
podría repercutir.
- ¿Pero si antes podíamos hacerlo por qué ya no? - preguntó el
hada - ¿Qué ocurrió para que perdiéramos ese poder? ¿Quién nos
prohibió viajar entre mundos? ¿Fue la Luna?
Sandy pareció interesado en responder a la pregunta, pero su
iconografía no quedó del todo clara para Toothiana y para Jack.
Norte se frotó el entrecejo fruncido, y entonces Bunny comenzó a
hablar.
- Como ya sabes, los antiguos guardianes intentaron eliminar las
pesadillas de este mundo. Para ello crearon una prisión especial
oculta en el centro del universo. No tardaron en darse cuenta de que
las pesadillas no sólo habitaban el la Tierra y guardianes de otros
mundos se unieron a la causa: Uno de ellos era Sombra, quien se
ofreció voluntario para custodiar la entrada de la prisión. Pero
tuvo un segundo de debilidad en su vigilia y abrió la puerta; Eso
fue suficiente para que todas las pesadillas se apoderaran de su
cuerpo y de su alma.
- ¿Sombra era un guardián? - preguntó Jack incrédulo y todavía
algo aturdido.
- Si. Y uno de los mejores – asintió.
>> Las pesadillas convirtieron a Sombra en su
rey, concentrando en él todo el poder: Allí donde Sombra vaya irán
las pesadillas y su reinado de terror. No es que hayamos perdido la
capacidad de viajar entre mundos, simplemente no lo recordamos o no
sabemos como hacerlo. Esto excluye a los conejos Pokka, ya que somos
los responsables de mantener en orden el espacio tiempo. Pero si se
volvieran a abrir rutas entre mundos Sombra podría acabar en uno de
ellos y si no tienen guardianes están condenados. Del mismo modo,
una amenaza externa podría acabar en la Tierra.
>>Alterar la realidad de los mundos es como alterar un
ecosistema, pero a mayor escala. A demás, como bien sabéis, los
guardianes no podemos entrometernos en la vida de los humanos, y
mucho menos si son de otro mundo, pues con ello estaríamos alterando
también su realidad. Sin mencionar el riesgo que corremos si nadie
cree en nosotros.
Jack quedó unos segundos con la mirada perdida; Eran demasiadas
cosas para asimilar y su mente parecía esforzarse por centrarse
únicamente en Elsa y su repentina desaparición. Estaba tan
frustrado, dolido y enfadado que sentía que en cualquier momento
podría abalanzarse sobre sus amigos.
Con la revelación de Bunny todavía rondando en su cabeza, dedicó
una mirada de odio a sus compañeros, les dio la espalda y se alejó
de aquel lugar con un soplo de aire gélido.
Toothiana miró a sus compañeros con una expresión seria poco
alentadora.
- Ni siquiera habéis dejado que se despidieran.
***
Jack dejó salir de su interior un profundo grito que resonó en
el inmenso y blanco vacío de las tundras de Alaska y comenzó a
golpear el aire con su callado como si estuviera luchado contra un
millar de enemigos invisibles que lo rodeaban. Quería liberar toda
su energía hasta caer al suelo exhausto y no pensar en nada. Pero
eso era muy improbable, puesto que su energía en la Tierra era
prácticamente ilimitada.
Continuó así hasta que oscureció por completo y se quedó
observando la Luna que coronaba el cielo estrellado, en silencio.
- ¿Era ella? - peguntó el muchacho - ¿Era ella la persona por la
que tanto he rogado? ¿Si es así por qué tenemos que estar
separados? ¡¿Por qué después de conocerla y sentirme al fin
completo tengo que separarme de ella?! ¡No lo entiendo!
El eco de sus palabras sólo dio lugar al silencio.
- ¡Responde! ¿¡Por qué nunca me respondes!?
Tras varios minutos de silencio una voz difusa, cordial y etérea
resonó en su mente.
- <<Tu alma, tu ser... está roto, fragmentado>>.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Qué quieres decir?
No hubo respuesta.
- ¿Estoy destinado a “vivir” incompleto?
Una brisa helada golpeó el rosto de Jack meciendo sus cabellos.
Miraba a la Luna con decisión y rabia esperando una respuesta. Si
fuera una persona la habría zarandeado y golpeado hasta que no
pudiera más.
- Gracias – dijo finalmente con sarcasmo y el ceño fruncido.
***
El pueblo saqueaba la despensa real mientras el duque de Weselton
examinaba las habitaciones.
La primera fue el gran salón, donde halló los informes del
príncipe Hans y la carta que lo marcaba como traidor. La siguiente
fue la habitación de la antigua reina, Elsa, la cual decepcionó
profundamente al hombre, pues esperaba encontrar información sobre
los poderes de la muchacha y sus malévolas intenciones; En su lugar
sólo halló un par de diarios que reflejaban un profundo anhelo y
melancolía, matizadas con una mirada un tanto fantasiosa de la
realidad en la que un chico mágico desaparecía para siempre al otro
lado de la ventana. Finalmente llegó a la habitación de Anna. En
ella encontró los diarios del tutor de Elsa. Se sumió por completo
en la lectura, llegando casi a rozar las páginas con su prominente
nariz, esperando encontrar algo que inculpara definitivamente a la
reina y su familia. Pero no encontró nada, y tras terminar la
lectura arrojó los diarios al fuego y se deleitó viéndolos arder,
mientras planeaba su próximo paso para hacerse con el control del
reino.
Un ligero crepitar a su espalda hizo que se liberara de su trance
y apartase la vista de las llamas. Cuando se giró observó
horrorizado como la ventana estaba completamente cubierta de escarcha
y los muros y suelo de la estancia comenzaban a congelarse.
Salió corriendo de la estancia, quedando boquiabierto al
comprobar que el pasillo estaba completamente congelado, con largos y
puntiagudos pinchos que surgían de las paredes, suelo y techo. Se
acercó a la ventana y ahogó un grito de terror cuando vio avanzar
entre la tormenta a una figura familiar de cabello plateado y una
larga capa ondeando al viento.
***
- Jack... - suspiró Toothiana mientras paseaba entre los millares de
estanterías que guardaban los dientes de los niños.
Deseaba volar al lado de su amigo y decirle que todo iba a salir
bien, pero conocía a Jack, y sabía que en esos momentos necesitaba
estar sólo para calmarse o podría acabar tomándola incluso con
ella.
Inconscientemente había terminado en la sección J del almacén
de dientes . Se preguntaba a si misma si en los recuerdos de su amigo
habría alguna pista sobre el permanente anhelo que sentía: Si había
un modo de ayudarle lo encontraría. Para los niños los dientes que
ella recogía eran simples recuerdos, pero para ella eran mucho más.
Podía revivir la vida entera de los dueños de esos dientes. Podía
vivirla como si fuera la suya propia y experimentar las mismas
sensaciones; Solo había un problema: Estaba prohibido.
Se detuvo frente a la caja de Jack y se mordió el labio inferior
dudando de su propia idea y cuestionándose los dogmas de los
guardianes. No le gustaba la idea de espiar el pasado de Jack, y
mucho menos de volver a experimentar la muerte. Sus alas y las de sus
pequeñas compañeras emitían un molesto zumbido al que ya se había
acostumbrado hace tiempo pero que en ese instante no le dejaban
pensar con claridad. Miró a sus amigas, que piaban nerviosas y la
observaban con ojos tristes y llenos de preocupación; Algunas
negaban con la cabeza, y otras parecían animar al hada con un gesto
de manos.
Cerró los ojos, respiró profundamente y tomó la caja entre sus
manos con decisión.
***
Jack había regresado a su cueva y acariciaba sin ganas los bordes
de la corona que había hecho para Elsa. Tenía los labios y el
entrecejo fruncidos y la cara y los ojos rojos de llorar de rabia e
impotencia. Tendría que volver a su “vida normal” con el
recuerdo de Elsa a sus espaldas, y pensar en ello le dolía.
- <<Necesito verla una vez más - pensó -, antes de que se
marche para siempre>>.
Decidió ir a ver a Bunny y los demás para hablar de manera
civilizada y aceptar la realidad. Si tan peligroso era, estaba
dispuesto a separarse de ella, pero antes de eso quería despedirse.
Confiaba en que no se lo podrían negar.
Al apoyar su mano en el suelo para levantarse, sus dedos rozaron
con algo áspero y rugoso. Cogió el papel doblado y al abrirlo
descubrió la perfecta caligrafía de Elsa, con su firma al final y
un “Querida Anna” como título. Volvió a doblar la carta y se la
guardó en el bolsillo, recordando que despedirse de la reina de
Arendelle no era su única tarea pendiente.
Cuando finalmente se puso en pié oyó como un aleteo inquieto y
veloz se acercaba a él.
- Hada, ¿qué haces aquí? - Jack observó a su amiga: parecía
nerviosa. Su rostro denotaba preocupación y estaba pálida.
- Jack, lo siento, te juro que no tenía mala intención, sólo
quería ayudar – hablaba muy rápido y gesticulaba más de lo
normal. A pesar de ello parecía agotada -. He visto tus dientes. O
sea, no tus dientes: tus recuerdos, tu vida. Y he descubierto algo.
- Hada, relájate, estás muy alterada, me das miedo, tienes ojos de
loca.
Toothiana respiró hondo y trató de calmarse. Tras unos segundos
comenzó a hablar.
- Cuando te estabas muriendo ahogado y congelado en el lago, una
parte de ti todavía estaba consciente cuando comenzó la
transformación en guardián. Y, cuando perdiste finalmente la vida,
esa parte de ti se perdió. Estás incompleto Jack.
- Incompleto... - aquella era la misma palabra que usó la Luna -.
¿Crees que...?
- Elsa podría ser esa mitad que se perdió – completó Toothiana.
Ambos guardaron silencio unos segundos mientras Jack asimilaba la
información.
- Quiero volver a verla. Aunque sólo sea para decirle adiós.
- Eso sería una insensatez – respondió cortante -, pero desde que
te conozco se que de vez en cuando no hacen daño – sonrió -.
Cuenta conmigo. Y si sombra se presenta ante nosotros le patearemos
el trasero – a Jack se le iluminó el rostro al escuchar las
palabras de su amiga -. Hablaremos con los demás, y si no atienden a
razones debemos recuperar la bola de cristal antes de que la
destruya, y los anillos.
El rostro de Jack perdió el color de nuevo al escuchar la palabra
anillos. No lo había recordado hasta aquel momento, pero le había
dado el anillo de invocación a Elsa, y si ahora lo invocaba, no
podría regresar.
- Mierda.
***
Aunque la tormenta no era tan fuerte en lo alto de la montaña,
Anna tenía la sensación de que el viento quería deshacerse de
ellos y de cualquier incauto que decidiera llegar a la cima. Sentía
el rostro paralizado por las bajas temperaturas y el constante azote
de la ventisca.
- Es como si el palacio hubiera desaparecido – afirmó Kristoff -.
Debería estar por aquí cerca, pero no hay rastro de las torres.
- Lo siento... - dijo la princesa arrepentida y con melancolía en su
voz -. Ha sido idea mía, siempre lo fastidio todo, y ahora por mi
culpa vamos a morir aquí.
Kristoff le ordenó a Sven que frenara. Se volvió hacia Anna y la
agarró por los hombros firmemente.
- Anna, mírame: No vamos a morir aquí. No voy a permitir que te
pase nada ¿Me oyes? Tú no tienes la culpa de nada.
- ¡Si que la tengo! ¡Yo soy la culpable de que Elsa se
descontrolara en la coronación, y todo por un hombre al que acababa
de conocer! ¡Soy una estúpida!
Anna se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar. Sus
lágrimas estaban calientes en comparación con su rostro, y eso le
provocaba cierta sensación de alivio, aún cuando sus lágrimas se
convertían el hielo al bajar por sus mejillas.
Kristoff abrazó fuertemente a la princesa y depositó un suave
beso en su cabeza para después acariciar delicadamente su pelo.
- Kistoff... ¿Por qué cuidas de mí?
Esa pregunta tomó por sorpresa al montañero. No tenía claro por
qué lo hacía, simplemente quería hacerlo; Todo comenzó cuando
trataba de convencerlo para que la escoltara a la montaña del Norte
y sufrieron un accidente con el trineo. Entonces Anna le había
prometido uno nuevo y él se vio obligado a cumplir los caprichos de
la princesa. Más tarde tuvo que regresar con ella a Arendelle y el
príncipe Hans lo había acogido en palacio. Fue entonces, al
quedarse, cuando Anna empezó a solicitar su compañía, y sin darse
apenas cuenta estar con ella se había convertido en una agradable
costumbre; Se había encariñado con la princesa, no podía negarlo.
Y también algo más.
- Quiero hacerlo – respondió finalmente el joven tras unos
segundos de reflexión -. Me gusta verte feliz. De algún modo... me
hace sentir bien.
Anna sintió que se le aceleraba el corazón y una agradable
calidez invadía su cuerpo sonrojando sus mejillas. Si darse cuenta
esbozó una leve sonrisa en su rostro: De algún modo aquellas
palabras le habían levantado un poco el ánimo.
- Debemos continuar. Estoy seguro de que no estamos lejos.
La princesa asintió con la cabeza y al poco reanudaron la marcha.
No pasó mucho tiempo hasta que lograron distinguir una estructura
irregular entre la nieve y, al acercarse, descubrieron horrorizados
que se trataba de las ruinas del palacio de hielo. Anna se llevó
las manos a la boca, temiéndose lo peor. Kristoff, por su parte,
bajó de trineo e inspeccionó la zona.
Tras patrullar varias veces los alrededores no se topó con nada
interesante: Todo a su alrededor eran escombros, hielo y nieve, y
sobretodo no había rastro de la reina. Se giró y no muy lejos de
allí pudo ver a Anna, todavía en el trineo, envuelta con varias
capas de matas gruesas de lana. Decidió dar otra vuelta más para
intentar encontrar alguna pista de lo que había ocurrido allí y, en
caso de no hacerlo, acondicionar alguna zona para refugiarse y
descansar.
Mientras recogía restos de estructuras para tratar de apilar
cerca de un hueco entre unos escombros para frenar la entrada del
viento, algo llamó su atención: Allí, entre la pureza de la nieve,
un pequeño pedazo de cristal pulido reflejaba la poca claridad que
había haciéndolo brillar. Cuando el muchacho se acercó a
recogerlo, descubrió para su sorpresa que se trataba de un anillo
sencillo y trasparente. Probablemente había pertenecido a la reina,
por lo que creyó conveniente entregárselo a Anna. Pero lo guardó
en uno de sus bolsillos: Antes necesitaban descansar.