Elsa paseaba tranquilamente por el gran salón del palacio,
estudiando con detenimiento su nueva y variada colección de
esculturas de hielo: La estancia estaba abarrotada y se preguntaba de
cuales deshacerse o cambiar de lugar. El gran salón tenía el
aspecto de una gigantesca caverna congelada: paredes, suelo, techo,
columnas y ventanas estaban cubiertas de hielo y escarcha,
condensando el aire frío en toda la habitación y llenando el
palacio de bruma.
Una sombra surgió tras ella.
- Te dije que podrías controlarlo, y también que sería increíble.
- Es poderoso y hermoso; Nunca me había sentido tan viva como hasta
ahora. Esta fuerza me estaba consumiendo, gritaba por su libertad y
ahora parece que no puedo parar: cuanto más lo utilizo mejor me
siento – la reina se acercó a la estatua de un guardia y le
acarició el rostro con delicadeza -. Es tan placentero... - de
repente su rostro sereno cambió llenándose de rabia; Apretó con
fuerza la cara del guardia hasta que la escultura se hizo añicos -.
Pero Anna no está aquí ¿Dónde está mi hermana, Sombra?
- No lo se, pero puedo averiguarlo si mi reina lo desea.
- Tráela ante mí ¡y ni se te ocurra hacerle daño!
- A sus ordenes.
***
- Anna, no podemos
quedarnos aquí, debemos buscar refugio en un reino vecino.
- ¡Al diablo con eso!
Arendelle es lo único que me queda y no pienso perderlo ¿No lo
entiendes? He perdido a mis padres, a mi hermana, a mi marido... y
ahora un reino entero ¡No puedo permitirlo! Elsa me oirá por
primera vez en muchos años, tengo mucho que decirle.
- No; No lo entiendo:
nunca conocí a mi familia, nunca tuve nada, así que no sé que es
perderlo todo. Pero es peligroso Anna, tu hermana está
descontrolada, a este paso enterrará todo bajo la nieve, si pides
ayuda en otro reino tal vez cedan.
Anna guardó silencio
y reflexionó unos instantes. ¿Qué esperaba conseguir regresando a
Arendelle? ¿A caso pensaba plantarle cara a todo el pueblo?¿A
aquellos que habían intentado matarla? No. Eso no era una opción,
era un suicidio. Siendo realista y sensata, se percató de que
atravesar las montañas y buscar refugio en un reino vecino era la
mejor opción; No la más sencilla, ni la más segura; Pero la mejor.
La princesa bajó la
cabeza y apretó los puños.
- Tienes razón –
concluyó. - Discúlpame.
- No pasa nada – dijo
el rubio, realmente solo por decir algo -. Supongo que es normal.
Perder aquello que te importa tiene que ser un golpe duro, por eso no
quiero que te pase nada – la princesa alzó el rostro y clavó su
mirada en él, confundida. Kristoff solo fue consciente entonces de
lo que acababa de decir y trató de remendar la situación ignorando
la calidez repentina de su rostro -. Bueno e-eres la primera persona
con la que trato tan... profundamente, eso... ¡eso es importante! -
Anna arqueó una ceja –. Obviamente tampoco quiero que le pase nada
a Sven.
- Obviamente –
respondió con una ligera sonrisa. Kristoff desvió la mirada y Anna
no pudo evitar soltar una pequeña y tímida carcajada que no parecía
tener muchas ganas de salir debido a los acontecimientos recientes.
-. Volvamos al trineo. Espero que conozcas el camino hacia donde
quiera que vayamos.
La princesa se
envolvió todavía más en su triple capa de mantas de lana y giró
sobre sus talones para dirigirse al vehículo. Kristoff dudó unos
segundos pero enseguida siguió sus pasos mientras jugueteaba con el
anillo que descansaba en uno de los bolsillos de su pantalón.
- <<Podría pedirle
matrimonio con este anillo, con mi condición es lo mejor a lo que
podría aspirar jamás. ¿¡Qué!? ¿Pero en que estoy pensando?
¿Acaso estas loco? Ella es una princesa; Una princesa todavía
casada y embarazada, ¡quítate esas estúpidas ideas de la cabeza! A
demás ¿qué puedes hacer tú por ella? Te vas buscando la vida como
puedes, esa no es vida para ella: Viajar sin rumbo, pasar hambre y
frio, dormir bajo las estrellas, oler a reno...>>
- Kristoff.
De pronto el joven
despertó de su trance y se topó cara a cara con su compañera, la
cual parecía esperar con la mano tendida a que alguien (él) la
ayudara a subir al trineo; Tarea que el muchacho cumplió de buena
gana. Acto seguido rodeó la estructura de madera para comprobar el
equipaje. Cogió tres mantas más: Una la depositó sobre sus
hombros, la otra sobre la espalda de Sven, sujetándola bien con en
arnés del animal, y la última se la tendió a Anna, la cual aceptó
para cubrir sus piernas y vientre.
- Anna. Emm... - se frotó
la cabeza y, por algún motivo, eso pareció darle más confianza -.
Quería darte algo que he encontrado, pensé que querrías tenerlo.
Bajó la vista ante la
mirada curiosa de la princesa, cogió el anillo, y cuando alzó de
nuevo sus ojos, éstos solo pudieron fijarse en una sombra amenazante
que se acercaba a Anna peligrosamente por la espalda. El rostro de
Kristoff se tornó pálido como la nieve virgen que caía a su
alrededor, se le formó un nudo en la garganta y fue incapaz de
pronunciar palabra. A medida que la sombra se acercaba, el rostro del
rubio se deformaba en una mueca de horror.
- Kristoff...
Anna, preocupada, se
giró lentamente. Fue grande el impacto visual del blanco níveo del
paisaje al la oscuridad más absoluta que halló tras de sí. Sin
saber muy bien por qué, alzó la mirada y dos luces áureas y frías
como en metal se clavaron en ella probocándole una desagradable
sensación, como si mil alfileres penetraran en su cuerpo.
- ¿Qué eres...? - logró
titubear tras un gran esfuerzo.
- Tus peores temores,
princesa.
***
- Jack, Toothiana, lo que nos pedís es un despropósito.
Y con estas palabras el conejo pooka dio por zanjado el asunto.
Todos los guardianes estaban reunidos en la inmensa y colorida
madriguera de Bunny. Como cada año, preparaba la pascua con meses de
antelación; Al igual que en la guarida de Norte y en la de Toothiana
el trabajo no cesaba jamás.
- ¿Y ya está? - se quejó Jack -. Vengo aquí a disculparme y a
tratar de hacer las cosas del modo correcto ¿y eso es todo lo que
tienes que decirme? ¿Qué no puedo despedirme como es debido?
- Me parece que todavía no lo entiendes ¿que hacemos si se cuela
una amenaza? - inquirió Norte.
- Pues combatirla, como hemos hecho siempre.
- ¿Y si sombra logra colarse en la distorsión? - el conejo parecía
fruncir más el ceño con cada palabra - ¿Vamos a desatender
nuestros deberes para ir a salvar otros mundos? Mundos con otro
tiempo, a demás.
- ¡Maldita sea Bunny, eres un Pokka! ¿Quieres que me crea que solo
tienes tu poder para ver acontecimientos pasados? ¿Eso es todo lo
que se ha dedicado a hacer tu raza durante años? Revivir la historia
como una película hiper-realista no parece muy útil.
- Es muy útil – respondió lentamente y tratando de contener su
genio -. Sirve para aprender de los acontecimientos pasados, cosa que
por cierto no pareces hacer nunca.
Jack empezaba a exasperarse. La tensión en su mandíbula lo
confirmaba.
- Chicos, por favor – intervino el hada -, solo os está pidiendo
unos minutos, estaremos alerta por si algo sucede. Elsa es la otra
mitad de Jack; separarlos ya es cruel pero negrales una despedida es
cruel y egoísta.
- ¿¡¡Egoísta!!? - bramó Norte - ¡¿Te parece egoísta querer
proteger la Tierra de amenazas externas?!
- Egoísta es lo que vosotros pedís – continuó Bunny -. Y una
estupidez, si se me permite añadir.
- Así, con tacto – farfulló el hada.
- ¿Sandy?
Jack se giró hacia su compañero buscando apoyo y un desempate.
El hombrecillo dorado, agradecido de que alguien le hubiera cedido
la voz, comenzó a formar símbolos de arena sobre su cabeza. Todos
los guardianes lo observaban con atención; Excepto Jack, pues ya no
estaba ahí.
***
La reina recorría impaciente la habitación, clavando con sólida
determinación sus tacones en el suelo cubierto de pedazos de hielo
que semejaban cristales.
Elsa había estado inquieta desde la partida de Sombra. Algo en su
interior parecía retorcerse como una una lombriz en un anzuelo
perturbando su ser. Tal vez la preocupación por el paradero del
caballero oscuro y su hermana, o quizás la conciencia de su parte
perdida.
Fuera cual fuere, la soberana había matado el tiempo redecorando
el gran salón, lo que implicaba la destrucción de alguna de las
estatuas que lo poblaban.
El duque y sus guardias fueron unas de ellas.
Sombra le había contado todo lo ocurrido en Arendelle tras su
marcha; cómo el pueblo se organizó bajo el mando del duque de
Weselton y lograron colar rebeldes en el ejercito real para intentar
acabar con su vida, y también todo lo que le ocurrió a su hermana.
Lo que no le contó fue que todo ese terror descontrolado lo había
avivado él.
La impaciencia se apoderaba cada vez más de ella, y cuando se
plantó frente a la estatua de una criada dispuesta a amainar su
nerviosismo, la puerta de abrió de par en par removiendo la espesa
neblina que cubría todo el palacio.
Sombra entró con una Anna inconsciente entre sus brazos.
Al verlo, la expresión de la reina reflejó un profundo alivio y
recogió su larga falda de plata y azul para correr junto a su
hermana. Tomó el rostro de Anna entre sus manos acariciándolo con
delicadeza y, cuando se aseguró de que estaba ilesa, se dirigió a
Sombra.
- Llevémosla a su alcoba. Necesita descansar.
<<No te preocupes, Anna, por fin podremos estar
juntas de nuevo>>.
Atravesaron los largos pasillos y escaleras hasta llegar a los
aposentos de la princesa. Una vez allí, Sombra la depositó sobre la
cama bajo la atenta mirada de Elsa.
- Tu hermana – comenzó con una macabra sonrisa en su rostro sin
separar la mirada de Anna – tiene una fuerza extraordinaria. Puedo
sentir su miedo y su dolor... Y su corazón puro.
Por algún motivo, esas palabras hicieron que la reina se
estremeciera de pies a cabeza.
Tuvo un horrible presentimiento; Ya no se sentía tan segura como
hace unos segundos.
- ¿Qué ocurre? ¿Te ha comido la lengua el gato?
- Aléjate de ella.
Sombra no pudo evitar soltar una carcajada.
- Primero me mandas ir a por ella, y ahora me pides que me alejé.
- ¿Qué quieres de ella? … o de mí.
La sombra entornó los ojos y esbozó un media sonrisa.
- Una chica lista. Verás: Un corazón puro es la fuente de poder
más poderosa que puedas imaginar, y por desgracia yo ya no soy el
que era. Quiero recuperar mi antiguo esplendor y ¿por qué no?
Vengarme de los guardianes. Pero antes de eso, tengo todo un mundo
por descubrir.
- ¿Qué le vas a hacer?
- Oh, nada, tranquila: No sufrirá, es un proceso indoloro. Al menos
para mí. Solo tiene que aceptarme como huésped.
- Dijiste que mi poder era extraordinario, en ningún momento
mencionaste a mi hermana.
- Y lo es. El problema es que es demasiado fuerte y en mi estado solo
podría hospedarme si tu me lo permitieras. Pero no vas a hacerlo.
Un repentino dolor de cabeza hizo que la reina cayera de rodillas
al suelo soltando un grito de dolor. Se agarró el cráneo con las
manos, como si eso pudiera ayudar a calmar el dolor. Las voces en su
interior parecían gritar más y más. No podía entender una
palabra, pero el tono de dolor era evidente para ella.
Cuando el dolor cesó alzó lentamente la vista, encontrándose
con los fríos ojos áureos que la observaban fijamente.
- ¿Qué... me has echo? - preguntó la reina, pálida, siendo
consciente por primera vez de lo que había hecho desde que regresó
a Arendelle.
- Yo no te he echo nada, solo te he abierto la puerta para que
hicieras lo que siempre has querido.
- No, te equivocas, yo nunca quise esto.
- ¿No? ¿A caso no querías controlar tu poder? ¿A caso no querías
vivir libre sin tener que ocultar tus poderes y no tener que
preocuparte por el qué dirán y sin responsabilidades? - hizo una
breve pausa y sonrió -. Ahora no podrán decir nada.
- ¡He llevado el reino a la destrucción!
Sombra soltó una sonora carcajada.
- Eso lo hiciste antes de conocerme, justo cuando saliste corriendo y
te refugiaste en ese palacio de hielo con tu querido Jack. Pero es
más fácil echarle la culpa a los demás ¿no?
Elsa no sabía que decir. Seguía tendida en el suelo, incapaz de
respirar con normalidad y a punto de estallar.
Otro fuerte dolor de cabeza le hizo gritar. Miedo, odio, amor,
ira... Sus sentimientos formaban remolinos nublando su mente, y las
voces gritaban desesperadas por salir de allí. Durante un segundo le
pareció volver a sentir la fuerza que había sentido antes, pero de
repente se volvía a sentir dedil, insegura e indefensa.
Solo quería gritar.
- Elsa...
La reina alzó la vista con dificultad y pudo ver a su hermana
sentada en la cama. Perpleja y desorientada; con el rostro pálido y
el miedo en su rostro.
- Anna...
- Bien venida, princesa.
Sombra se giró y se dirigió hacia la joven de pecas, la cual se
paralizó por completo al contacto con sus ojos.
- Elsa... ¿qué está pasando? - logró preguntar -.
Cuando Sombra estuvo a punto de rozar el rostro de Anna con sus
dedos, Elsa logró concentrar todas sus fuerzas para abalanzarse
sobre él. Forcejearon unos instantes pero la reina enseguida calló
al suelo de espaldas.
- ¡¡No!! - gritó. Sombra se detuvo y se volvió hacia la reina -.
Tómame a mí. Puedes quedarte mi poder si quieres pero no hagas daño
a Anna.
- ¿No te resistirás? - preguntó con una tétrica sonrisa.
- No. Siempre y cuando me prometas que Anna no sufrirá ningún daño.
- Hecho.