El cielo era gris y el viento soplaba con violencia. Frente a él,
la figura de un muchacho rubio y corpulento que contemplaba
arrodillado y con impotencia sus manos desnudas, totalmente ajeno a
la presencia del extraño joven que tenía delante. Jack se fijó más
en él, después de comprender que, de algún modo, había regresado
a Arendelle. Era el chico que viajaba con Anna tiempo atrás, y en
su dedo meñique ahora descansaba el anillo de invocación que Jack
había confiado a Elsa. ¿Dónde estaba ella? ¿Qué había ocurrido?
Miró a su alrededor y contempló horrorizado las ruinas que
decoraban el escenario en el que se encontraban. ¿Cuánto tiempo
había pasado? ¿Qué hacía ahí solo ese chico? Deseó con todas
sus fuerzas que pudiera verle , oírle o simplemente sentir su
presencia; y mientras se concentraba en dicho deseo, su mente detectó
algo oscuro.
De repente, el montañero gritó con desesperación haciendo que
Jack perdiera el rastro de esa presencia que tan bien conocía y
hacía tanto que no detectaba. El hombre se puso en pie, cubrió sus
manos con los guantes y montó en en trineo. Una vez más le habría
gustado poder hablar con él, pero no tenía tiempo de intentarlo:
debía encontrar a Sombra.
***
- Te quedarás aquí hasta que considere oportuno – dijo la reina
mientras cerraba la puerta de la celda.
- ¡Elsa! - gritó su hermana desde el otro lado,con los ojos bañados
en lágrimas -. ¡Elsa, escúchame! Tú no eres así.
La reina le dedicó una mirada escéptica seguida de una media
sonrisa burlona.
- ¿Qué sabrás tú de como soy? Ni siquiera me conoces.
- Te conocí una vez ¿no te acuerdas? Cuando jugábamos juntas cada
día – la princesa se agarraba firme a los barrotes e inclinaba su
cuerpo hacia delante, como tratando de atravesaros -. Escúchame,
ahora sé lo que pasó; lo sé todo, no tienes que ocultarlo. Tenías
miedo pero sé que podemos arreglar esto y empezar de nuevo, por
favor...
- ¡Calla! No tienes ni idea de lo que he pasado.
El rostro de Anna se llenó de furia.
- ¿¡Y tú qué!? ¿¡Acaso te has parado a pensar por lo que he
pasado yo!? Abandonada por mi hermana de un día para otro sin ningún
tipo de explicación, preguntándome cada día qué había hecho mal,
sintiéndome sola y miserable... ¡Tuve que ir sola al entierro de
nuestros padres y dar la cara por ti delante de todo el reino!
¿¡Tienes idea de lo que es eso!? ¿¡O descubrir que te han estado
mintiendo toda tu vida!? ¿¡Sabes acaso lo que ocurrió cuando
saliste corriendo de tu coronación!?
Anna tenía el rostro teñido de rojo. Sus ojos ahogados miraban
con pena e ira a su hermana y por sus labios fruncidos resbalaban
mucosidad y lágrimas. Elsa la miraba casi con total indiferencia; Lo
que decía no iba dirigido a ella, pues la verdadera reina estaba muy
lejos de allí, profundamente dormida en su interior.
- Si no vas a guardar silencio tendré que tomar medidas –
respondió fríamente.
La princesa no dijo nada. Se limitó a mirar con impotencia a su
hermana mayor; ¿Quién le habría dicho que su mayor deseo desde
hace años tendría tan nefastas consecuencias?
De pronto, un escalofrío cruzó la mente de Elsa, dejando su
mirada perdida en algún punto del espacio. Una media sonrisa seguida
de una ligera y desganada carcajada precedieron sus palabras.
- Ha vuelto.
Y abandonó las mazmorras bajo la atenta y desesperad mirada de
Anna.
***
La última caja de ropa de verano había sido guardada en el
almacén. Al decir verdad la tienda estaba ahora insultantemenete
vacía, pero nadie habría esperado que el reino quedara sepultado en
nieve en pleno verano, hecho que por otro lado impedía la llegada de
cualquier tipo de mercancía a cualquier negocio.
- Muchas gracias, joven – dijo un hombre alto, corpulento y barbudo
con un marcado y singular acento acento -. Por favor, tómate un
descanso, Oaken se encargará del resto ¿yah?
En realidad no le apetecía descansar, pero aceptó la petición
sin rechistar; Se puso su mejor (y actualmente único) abrigo y salió
de la tienda para sentarse en el porche, desde donde pudo ver la
tenue figura de la ciudad de Arendelle.
Hans había llegado a la tienda (y sauna) de Oaken tas ser
expulsado del reino por su prometida, Anna. Todavía le quedaba mucho
para dejar atrás los dominios de Arendelle pero tal y como estaban
las cosas no podía arriesgarse a continuar a menos que buscara una
muerte segura; Pero una cosa tenía clara, y es que a pesar del
tormento y la soledad que en ese momento sentía, y que probablemente
lo acompañaría durante mucho tiempo, por encima de todo, quería
vivir.
Se llevó las manos a la boca para calentarlas un poco con su
aliento mientras contemplaba la ciudad y pensaba de nuevo en todo lo
que había dejado atrás. Se torturó una y otra vez por haber
perdido de ese modo una vida tan perfecta como la que había encontrado por culpa de una carta. Una carta cuyas órdenes no estaba dispuesto
a cumplir. Tal vez en un principio la idea fuera tomar el reino desde
dentro, pero no podría haberlo hecho: Amaba a Anna, de eso no tenía
la menor duda, y estaba más que dispuesto a pasar su vida junto a
ella y la nueva familia que habían empezado a construir.
Pensó en su querida princesa de cabellos cobrizos. En esa babilla
que colgaba de la comisura de su labio cada mañana, en como sonreía
cada vez que se tumbaba en su regazo para acariciarle el cabello, en
su cara de felicidad cuando recibió la noticia del embarazo... Y
luego se imaginó a su hijo y todo lo que dejaba atrás. Una vida con
la que siempre había soñado: Una familia unida y que se amaba.
- <<Si sólo hubiera conseguido traer a Elsa de vuelta...
¡Tenía que haber ido con Anna desde un principio! ¿¡Por qué no
la escuché!? ¡Maldita sea!>>.
En medio de esta tortura, la cual ya no era causada por las
pesadillas que había sufrido por las noches en Arendelle, si no por
su propia conciencia; Pudo distinguir el la penumbra la figura de lo
que parecía una mujer. Calló al suelo con brusquedad y Hans se
apresuró haca ella.
Era una mujer joven, quizás aún no había cumplido los treinta,
el cabello largo y castaño le caía enmarañado por los hombros y su
rostro, helado al tacto, vislumbraba un leve tono azulado que
revelaba la crítica situación de la muchacha.
Entró corriendo con ella en brazos e improvisó un lugar junto al
fuego apilando mantas y otras prendas. Oaken, al verlo, se apresuró
a preparar una sopa caliente para cuando la joven despertara.
***
Pararon tras un cúmulo de rocas altas a descansar. Sven estaba
agotado y Kristoff no podría reprochárselo: apenas había comido y
lo había forzado de sobre manera para llegar lo más rápido posible
a las actuales ruinas de la reina, y ahora pretendía hacer lo mismo
para regresar a Arendelle.
No. No podría hacerle eso a su amigo.
Ambos se habían acurrucado el uno contra el otro apoyándose
contra la roca fría.
- Lo siento mucho Sven – se disculpó. El reno abrió vagamente uno
de sus ojos para mirar a su compañero humano y dar a entender que lo
había oído, pero en seguida lo cerró de nuevo -. En realidad no
tengo ni idea de por qué volvemos a Arendelle. Esa cosa... eso que
se llevó a Anna ¿Crees que tendrá algo que ver con su hermana? -
miró a Sven como si esperase una respuesta convincente, pero éste
no se inmutó . Se frotó las manos y palpó el anillo bajo los
guantes -. Si le ha ocurrido algo a ella o a su hijo... no me lo
perdonaré nunca. No voy a parar hasta encontrarla Sven; Tú, si lo
prefieres, puedes quedarte en las montañas – el joven miró al
cielo con tristeza mientras acariciaba a su amigo -. Al fin y al cabo
es donde debes estar, y no al lado de un humano tirando de su trineo.
Pero Sven no respondió. Se había quedado dormido.
Kristoff se puso en pie para cubrir al reno con una manta y, acto
seguido, preparó un saco con algunas provisiones.
- Cuando todo esto acabe volveré a buscarte. Te lo prometo.
***
La muchacha había recuperado su color original, e incluso sus
mejillas se habían sonrojado gracias al calor del fuego que la
acompañaba a su vera. Abrió los ojos lentamente. Al principio sólo
había manchas de colores, pero pronto sus ojos de acostumbraron a la
luz y vio frente a ella a un hombre sonriente y barbudo.
- La muchacha se ha despertado ¿yah? - informó el hombre -. ¿Cómo
te encuentras?
- Bien. Gracias – respondió la mujer llevándose las manos a la
cabeza tras incorporarse - ¿Dónde estoy?
- En el puesto comercial (y sauna) de Oaken el trotamundos. Una sauna
vendría bien ¿yah?
La muchacha iba a contestar que no tenía tiempo para saunas, pero
una voz se sumó a la conversación y se giró para ver al emisor,
cuya voz le resultaba terriblemente familiar.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó el príncipe con una taza de
bebida caliente entre sus manos.
- ¡Alteza! - exclamó la mujer a tiempo que agachaba la cabeza y
hacía una reverencia. Pero Hans pareció ignorar el gesto y puso la
taza entre las manos de la joven.
- Bebe, te sentará bien. Luego podrás comer algo.
La muchacha se quedó mirando fijamente la leche humeante,
reuniendo el valor suficiente para poder hablar.
- ¿Alteza? - preguntó Oaken sorprendido.
- Alteza. No os acordaréis de mí pero soy la cocinera de palacio,
sobrina de la doncella de confianza de la princesa Anna – informó
la chica -. Se que habéis sido acusado de traición. Desconozco los
motivos pero... por favor, tenéis que regresar – dijo al borde del
llanto – la reina ha vuelto y está loca ¡Está convirtiendo a
todos en estatuas! Y antes de eso el pueblo se rebeló y tomó el
palacio por la fuerza – miró al príncipe a los ojos , entre
lágrimas -. Por favor. Sois la única esperanza de Arendelle.