Elsa había construido una habitación en su
palacio de hielo con una cama. Aunque no tenía un cómodo colchón ni unas mantas
cálidas, estaba tan cansada que tenía la sensación de desmayarse si pasaba más
tiempo en pie.
Se tumbó en su fría y elegante cama de hielo,
boca arriba y con un brazo sobre el rostro tapándole los ojos. Él sol se estaba
poniendo y la luz anaranjada atravesaba los muros del palacio. Quedó dormida de inmediato.
Jack, no muy lejos de allí, volaba inmerso en
sus propios pensamientos. Entre los cuales se encontraban su amigos guardianes
¿Cuánto tiempo había pasado en la Tierra? ¿Ya lo echarían de menos? ¿Norte y
Bunny ya tendrán listo un sermón que soltarle? Le habría gustado que ellos
también conocieran a Elsa, seguro que a Toothiana le encantaban sus dientes <<Después
de todo tiene una bonita sonrisa>>.
Pensó que sería buena idea ir a ver cómo
estaban las cosas en el pueblo. Pero justo cuando estaba dispuesto a avanzar
vio algo abajo, en la nieve. Se acercó más y pudo ver a un hombre totalmente
abrigado sobre un reno que corría veloz; pero el hombre llevaba algo consigo.
Se acercó más y pudo finalmente ver a la hermana de la reina entre sus brazos,
Anna. Parecía dormida. Se acercó todavía más y puso una de sus manos sobre el
rostro de la princesa. Aunque para Jack una persona normal siempre estaba, en
su opinión, demasiado caliente, Anna simplemente estaba templada, probablemente
demasiado fría si él fuera un humano normal.
Enseguida comprendió que el joven trataba de
llevarla de vuelta a Arendelle, por lo que los acompaño durante la travesía
eliminando obstáculos y nieve del camino. Algo que llamó mucho la atención de
Kristoff y le hizo pensar que la reina de estaba prestando su ayuda para salvar
a Anna.
Al llegar a las puertas de palacio el propio
príncipe Hans fue al encuentro de su prometida y ordenó de inmediato que le
preparan un baño caliente, ropa seca, comida y que añadieran madera extra a la
chimenea de su alcoba. Cuando los criados se llevaron a la princesa, Hans
invitó a entrar al joven montañero y ordenó que cuidaran del reno en los
establos. Jack los seguía de cerca; después de todo nadie era consciente de su
presencia.
Ambos se sentaron junto el fuego en una
acogedora habitación llena de libros, donde Hans pasaba la mayor parte del
tiempo. Estaban uno frente al otro, en cómodos sillones cubiertos con mantas de
lana. Rápidamente llegó el servicio, que ofreció té caliente, queso de cabra y
bizcocho recién horneado. A pesar de todo Kristoff se sentía extraño e
incomodo.
- Muchas gracias por traer a la
princesa de vuelta, os debo mucho caballero. Si os place, me gustaría que
pasarais la noche en palacio y así repongáis fuerzas. Es lo mínimo que os puedo
ofrecer. - Comentó el príncipe mientras removía su té con una cucharilla de
plata.
- Ah... - Kristoff no sabía que
decir. Trató de no balbucear demasiado mientras buscaba las palabras adecuadas
y luchaba por no abalanzarse sobre el bizcocho para no parecer mal
educado. - Sois muy amable pero... no
creo que el palacio sea lugar para mí.
- Lo será si yo digo que lo es.
Habéis salvado a la princesa. Sois prácticamente un héroe - <<Si obviamos
la parte en la que la escolté hacia el desastre>> pensó Kristoff -. Por
cierto, decidme ¿Dónde la encontrasteis? y por favor, comed, debéis estar
hambriento.
- Eh... si gracias. - Dijo al
tiempo que cogía un pedazo de bizcocho para devorarlo ansiosamente mientras
pensaba como explicarle al príncipe lo ocurrido.
A pesar de comer con la boca abierta, hacer
ruido y dejar que cayeran las migas (de forma inconsciente, claro), Hans en
ningún momento cambió su expresión serena y educada. Bebía su té con moderación
y paciente a la espera de una respuesta.
Cuando Kristoff hubo tragado el último pedazo
de bizcocho, recogió con sus frías y ásperas manos los restos de migas que
cayeron sobre su pecho y piernas para llevárselos a la boca. Cuando hubo
tragado nuevamente, respondió.
- Gracias majestad... o alteza...
o... príncipe - se atragantó con las migas y tosió a tiempo que se daba unos
golpes en el pecho. Carraspeo -. Lo cierto es que encontré a Anna en una tienda
al pie de las montañas. Yo iba a comprar unas cosas pero no me llegaba el
dinero y ella las pagó a cambio de que la escoltara hasta la gran montaña del Norte.
Pero no supe que era la princesa hasta que me dijo que buscaba a su hermana, la
reina. Imaginé que sería noble por la ropa que llevaba pero nunca imagine
que... en fin fuera la princesa. Debí haberla traído antes, lo siento.
- Por favor no os disculpéis, no
tenías modo de saberlo - Jack, que estaba sentado junto a una ventana lejos del
fuego comenzaba a aburrirse -. Habéis dicho que Anna quería ir a la montaña del
norte ¿Lograsteis llegar? ¿Encontrasteis a la reina o alguna pista sobre ella?
- No, no la encontramos, pero si
encontramos... - Hizo una pausa buscando las palabras para explicar el extraño
viento que bloqueaba el camino - ... algo raro. - Pudo decir finalmente, nada
contento con las palabras escogidas -. Era un viento fuerte que... bloqueaba el
paso. Al llegar a ahí Anna se empeñó en atravesarlo, pero estaba tan cansada
que casi no podía andar y la forcé a descansar en una gruta cercana. Fue
entonces cuando la traje de vuelta, me pareció que algo no iba bien -. Cuando
no supo que más decir cogió un pedazo de queso al tiempo que Hans le daba un
pequeño bocado a un trozo de bizcocho. Cuando terminó el príncipe se puso en
pie y Kristoff hizo lo mismo.
- Mis disculpas, he olvidado por
completo preguntaros vuestro nombre y presentarme. Soy el príncipe Hans, de las
Islas del Sur.
- Yo soy Kristoff de... de ningún
sitio, en particular.
- Kristoff, siempre seréis bien
venido en palacio. Realmente me agradaría que pasarais la noche en palacio,
pero no puedo obligaros a ello. Si cambiáis de idea no dudéis en hacerme llamar
al igual que si necesitáis alguna otra cosa como comida o ropa seca.
Encontrareis a vuestro reno en los establos, podéis preguntarle al mozo de
cuadras o a cualquier otro sirviente. Me gustaría quedarme un rato más y
perdonad si os parezco descortés, pero
me gustaría ver a mi prometida.
Y tras una cordial despedida Hans abandonó la
sala seguido por Kristoff y Jack. <<Que tío más pomposo>> Pensó
Jack.
Hans se dirigió a los dormitorios y Kristoff a
la entrada de palacio. Pero antes de llegar al final del pasillo sus papilas
recordaron el sabor del queso y el bizcocho que había comido hace unos minutos.
Recuerdo que le ayudó a tomar una decisión, y a demás, la idea de una cama cómoda
y caliente, comida y una hoguera, era demasiado tentadora.
- Príncipe Hans. - Dijo
finalmente girándose hacia el otro lado del pasillo. El eco resonó y por un
momento se sintió algo avergonzado de gritarle a un príncipe en su propio
palacio (aunque técnicamente no era suyo, pero lo sería en breves ¿no?).
- ¿Si? - Preguntó volviéndose
hacia donde se encontraba el montañero.
- Lo he pensado mejor y... acepto
su oferta de pasar la noche en el palacio.
Hans sonrió.
- Alguien irá a buscaros cuando
todo esté listo, amigo mío. - Y tras una leve inclinación de cabeza continuó su
camino.
- Es tan educado y amable que me
resulta desagradable... o siniestro. - Comentó Jack. - <<¿Se supone que
es así como debo hablarle a Elsa?>>
Entonces recordó que Elsa estaba en su
fortaleza helada, sin comida, ni agua. A pesar de tener poderes seguía siendo
una humana y pensó que agradecería algo de comer. Después de todo no lo
robaría, técnicamente todo lo que hay en ese palacio le pertenecía a la reina.
Entró de nuevo en la habitación donde Kristoff
y Hans habían tenido la charla y antes de que llegaran los mayordomos envolvió
un par de trozos de queso y bizcocho en unas servilletas de tela y lo guardó
todo en el amplio bolsillo de su sudadera. Después cogió una de las mantas de
lana que cubrían los sillones. Abrió la ventana y salió volando hacia la
montaña del Norte.
Hans abrió la puerta de la estancia con cuidado. Hacía calor en el
interior, tal y como había ordenado, se le había añadido leña extra al fuego.
La cama en la que descansaba la princesa también tenía más mantas de lo
habitual. Tras el baño en agua caliente y la comida parecía tener mejor
aspecto.
- ¿Anna? - Preguntó suavemente
por si la muchacha dormía. No hubo respuesta.
Se acercó a ella y se sentó a un lado de la
cama. Se quitó los guantes y observó el rostro de su prometida, sereno y
cansado.
Pasó una de sus manos por su rostro y pudo
comprobar que su cuerpo ya había entrado en calor. Sonrió levemente.
Se quedó ahí un rato hasta que la princesa despertó.
- Hans... - Dijo con voz débil y
una sonrisa en la cara.
- Buenas noches princesa. ¿Te
encuentras mejor?
- Si... Pero Elsa...
- No te preocupes por eso ahora.
Descansa, ya has hecho bastante, yo me encargaré de todo.
- ¿Qué piensas hacer?
- Primero esperaremos unos días
por si la reina cambia de opinión y decide descongelar el reino. De no ser así
le pediré a Kristoff que nos guie hasta ella.
- Yo iré con vosotros.
- No Anna, es demasiado
peligroso, mira lo que te ha pasado.
- Falta de provisiones, nada más.
La próxima vez iré más preparada.
- No. No me arriesgaré a perderte
otra vez. Lo siento, pero debes quedarte en Arendelle. Y no te preocupes por
Elsa, haré todo lo posible por traerla de vuelta, para que habléis de lo que
tengáis que hablar. - Le dio un beso en la frente -. Ahora descansa - Se volvió
hacia Anna antes de salir por la puerta -. Por cierto, Kristoff, el joven que
te salvó, pasará la noche en el castillo. Si lo deseas le haré llamar.
- Si. Gracias Hans, me gustaría
hablar con él y agradecérselo.