sábado, 6 de septiembre de 2014

Capítulo 7: El rescate de una princesa

 Elsa había construido una habitación en su palacio de hielo con una cama. Aunque no tenía un cómodo colchón ni unas mantas cálidas, estaba tan cansada que tenía la sensación de desmayarse si pasaba más tiempo en pie.
 Se tumbó en su fría y elegante cama de hielo, boca arriba y con un brazo sobre el rostro tapándole los ojos. Él sol se estaba poniendo y la luz anaranjada atravesaba los muros del palacio.  Quedó dormida de inmediato.

 Jack, no muy lejos de allí, volaba inmerso en sus propios pensamientos. Entre los cuales se encontraban su amigos guardianes ¿Cuánto tiempo había pasado en la Tierra? ¿Ya lo echarían de menos? ¿Norte y Bunny ya tendrán listo un sermón que soltarle? Le habría gustado que ellos también conocieran a Elsa, seguro que a Toothiana le encantaban sus dientes <<Después de todo tiene una bonita sonrisa>>.
 Pensó que sería buena idea ir a ver cómo estaban las cosas en el pueblo. Pero justo cuando estaba dispuesto a avanzar vio algo abajo, en la nieve. Se acercó más y pudo ver a un hombre totalmente abrigado sobre un reno que corría veloz; pero el hombre llevaba algo consigo. Se acercó más y pudo finalmente ver a la hermana de la reina entre sus brazos, Anna. Parecía dormida. Se acercó todavía más y puso una de sus manos sobre el rostro de la princesa. Aunque para Jack una persona normal siempre estaba, en su opinión, demasiado caliente, Anna simplemente estaba templada, probablemente demasiado fría si él fuera un humano normal.
 Enseguida comprendió que el joven trataba de llevarla de vuelta a Arendelle, por lo que los acompaño durante la travesía eliminando obstáculos y nieve del camino. Algo que llamó mucho la atención de Kristoff y le hizo pensar que la reina de estaba prestando su ayuda para salvar a Anna.
 Al llegar a las puertas de palacio el propio príncipe Hans fue al encuentro de su prometida y ordenó de inmediato que le preparan un baño caliente, ropa seca, comida y que añadieran madera extra a la chimenea de su alcoba. Cuando los criados se llevaron a la princesa, Hans invitó a entrar al joven montañero y ordenó que cuidaran del reno en los establos. Jack los seguía de cerca; después de todo nadie era consciente de su presencia.
 Ambos se sentaron junto el fuego en una acogedora habitación llena de libros, donde Hans pasaba la mayor parte del tiempo. Estaban uno frente al otro, en cómodos sillones cubiertos con mantas de lana. Rápidamente llegó el servicio, que ofreció té caliente, queso de cabra y bizcocho recién horneado. A pesar de todo Kristoff se sentía extraño e incomodo.
- Muchas gracias por traer a la princesa de vuelta, os debo mucho caballero. Si os place, me gustaría que pasarais la noche en palacio y así repongáis fuerzas. Es lo mínimo que os puedo ofrecer. - Comentó el príncipe mientras removía su té con una cucharilla de plata.
- Ah... - Kristoff no sabía que decir. Trató de no balbucear demasiado mientras buscaba las palabras adecuadas y luchaba por no abalanzarse sobre el bizcocho para no parecer mal educado.  - Sois muy amable pero... no creo que el palacio sea lugar para mí.
- Lo será si yo digo que lo es. Habéis salvado a la princesa. Sois prácticamente un héroe - <<Si obviamos la parte en la que la escolté hacia el desastre>> pensó Kristoff -. Por cierto, decidme ¿Dónde la encontrasteis? y por favor, comed, debéis estar hambriento.
- Eh... si gracias. - Dijo al tiempo que cogía un pedazo de bizcocho para devorarlo ansiosamente mientras pensaba como explicarle al príncipe lo ocurrido.
 A pesar de comer con la boca abierta, hacer ruido y dejar que cayeran las migas (de forma inconsciente, claro), Hans en ningún momento cambió su expresión serena y educada. Bebía su té con moderación y paciente a la espera de una respuesta.
 Cuando Kristoff hubo tragado el último pedazo de bizcocho, recogió con sus frías y ásperas manos los restos de migas que cayeron sobre su pecho y piernas para llevárselos a la boca. Cuando hubo tragado nuevamente, respondió.
- Gracias majestad... o alteza... o... príncipe - se atragantó con las migas y tosió a tiempo que se daba unos golpes en el pecho. Carraspeo -. Lo cierto es que encontré a Anna en una tienda al pie de las montañas. Yo iba a comprar unas cosas pero no me llegaba el dinero y ella las pagó a cambio de que la escoltara hasta la gran montaña del Norte. Pero no supe que era la princesa hasta que me dijo que buscaba a su hermana, la reina. Imaginé que sería noble por la ropa que llevaba pero nunca imagine que... en fin fuera la princesa. Debí haberla traído antes, lo siento.
- Por favor no os disculpéis, no tenías modo de saberlo - Jack, que estaba sentado junto a una ventana lejos del fuego comenzaba a aburrirse -. Habéis dicho que Anna quería ir a la montaña del norte ¿Lograsteis llegar? ¿Encontrasteis a la reina o alguna pista sobre ella?
- No, no la encontramos, pero si encontramos... - Hizo una pausa buscando las palabras para explicar el extraño viento que bloqueaba el camino - ... algo raro. - Pudo decir finalmente, nada contento con las palabras escogidas -. Era un viento fuerte que... bloqueaba el paso. Al llegar a ahí Anna se empeñó en atravesarlo, pero estaba tan cansada que casi no podía andar y la forcé a descansar en una gruta cercana. Fue entonces cuando la traje de vuelta, me pareció que algo no iba bien -. Cuando no supo que más decir cogió un pedazo de queso al tiempo que Hans le daba un pequeño bocado a un trozo de bizcocho. Cuando terminó el príncipe se puso en pie y Kristoff hizo lo mismo.
- Mis disculpas, he olvidado por completo preguntaros vuestro nombre y presentarme. Soy el príncipe Hans, de las Islas del Sur.
- Yo soy Kristoff de... de ningún sitio, en particular.
- Kristoff, siempre seréis bien venido en palacio. Realmente me agradaría que pasarais la noche en palacio, pero no puedo obligaros a ello. Si cambiáis de idea no dudéis en hacerme llamar al igual que si necesitáis alguna otra cosa como comida o ropa seca. Encontrareis a vuestro reno en los establos, podéis preguntarle al mozo de cuadras o a cualquier otro sirviente. Me gustaría quedarme un rato más y perdonad si os parezco descortés,  pero me gustaría ver a mi prometida.
 Y tras una cordial despedida Hans abandonó la sala seguido por Kristoff y Jack. <<Que tío más pomposo>> Pensó Jack.
 Hans se dirigió a los dormitorios y Kristoff a la entrada de palacio. Pero antes de llegar al final del pasillo sus papilas recordaron el sabor del queso y el bizcocho que había comido hace unos minutos. Recuerdo que le ayudó a tomar una decisión, y a demás, la idea de una cama cómoda y caliente, comida y una hoguera, era demasiado tentadora.
- Príncipe Hans. - Dijo finalmente girándose hacia el otro lado del pasillo. El eco resonó y por un momento se sintió algo avergonzado de gritarle a un príncipe en su propio palacio (aunque técnicamente no era suyo, pero lo sería en breves ¿no?).
- ¿Si? - Preguntó volviéndose hacia donde se encontraba el montañero.
- Lo he pensado mejor y... acepto su oferta de pasar la noche en el palacio.
 Hans sonrió.
- Alguien irá a buscaros cuando todo esté listo, amigo mío. - Y tras una leve inclinación de cabeza continuó su camino.
- Es tan educado y amable que me resulta desagradable... o siniestro. - Comentó Jack. - <<¿Se supone que es así como debo hablarle a Elsa?>>
 Entonces recordó que Elsa estaba en su fortaleza helada, sin comida, ni agua. A pesar de tener poderes seguía siendo una humana y pensó que agradecería algo de comer. Después de todo no lo robaría, técnicamente todo lo que hay en ese palacio le pertenecía a la reina.
 Entró de nuevo en la habitación donde Kristoff y Hans habían tenido la charla y antes de que llegaran los mayordomos envolvió un par de trozos de queso y bizcocho en unas servilletas de tela y lo guardó todo en el amplio bolsillo de su sudadera. Después cogió una de las mantas de lana que cubrían los sillones. Abrió la ventana y salió volando hacia la montaña del Norte.

  Hans abrió la puerta de la estancia con cuidado. Hacía calor en el interior, tal y como había ordenado, se le había añadido leña extra al fuego. La cama en la que descansaba la princesa también tenía más mantas de lo habitual. Tras el baño en agua caliente y la comida parecía tener mejor aspecto.
- ¿Anna? - Preguntó suavemente por si la muchacha dormía. No hubo respuesta.
 Se acercó a ella y se sentó a un lado de la cama. Se quitó los guantes y observó el rostro de su prometida, sereno y cansado.
 Pasó una de sus manos por su rostro y pudo comprobar que su cuerpo ya había entrado en calor. Sonrió levemente.
 Se quedó ahí un rato hasta que la princesa despertó.
- Hans... - Dijo con voz débil y una sonrisa en la cara.
- Buenas noches princesa. ¿Te encuentras mejor?
- Si... Pero Elsa...
- No te preocupes por eso ahora. Descansa, ya has hecho bastante, yo me encargaré de todo.
- ¿Qué piensas hacer?
- Primero esperaremos unos días por si la reina cambia de opinión y decide descongelar el reino. De no ser así le pediré a Kristoff que nos guie hasta ella.
- Yo iré con vosotros.
- No Anna, es demasiado peligroso, mira lo que te ha pasado.
- Falta de provisiones, nada más. La próxima vez iré más preparada.
- No. No me arriesgaré a perderte otra vez. Lo siento, pero debes quedarte en Arendelle. Y no te preocupes por Elsa, haré todo lo posible por traerla de vuelta, para que habléis de lo que tengáis que hablar. - Le dio un beso en la frente -. Ahora descansa - Se volvió hacia Anna antes de salir por la puerta -. Por cierto, Kristoff, el joven que te salvó, pasará la noche en el castillo. Si lo deseas le haré llamar.

- Si. Gracias Hans, me gustaría hablar con él y agradecérselo.

3 comentarios:

  1. Un encuentro inquietante y una conversación intrigante. Hans cada vez tiene más pinta de malo, y seguro que Jack ya lo sabe, o por lo menos lo intuye.

    Otro buen capítulo. Tengo la impresión de que muy pronto ocurrirá algo importante, durante la estancia en el castillo de Arendelle de Anna y Kristoff.

    ¡Saludos, Yuka! ;D

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  2. Hola Yuka
    Amo cada vez este fanatics.
    Me has dejado emocionada con lo de la estancia de kristoff.
    Amo esa pareja
    Y jack es genial
    Saludos

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    1. Me alegra. Aún queda Anna-Hans-Kristoff para rato, así que disfrútalo.

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