Sintió como se
agitaba todo su ser: Primero un fuerte tirón, luego un brusco cambio de presión
seguido de un mareo. Por unos segundos se sintió etérea, como el aire, pero
pronto tuvo la sensación de que iba a desmayarse. De repente notó como sus pies
se apoyaban en el suelo, sin embargo sus piernas parecían no responderle. Temió
caer, pero unos brazos la sujetaron firmemente y la recostaron en lo que
parecía una tierra blanda y húmeda; Solo entonces abrió los ojos, un poco
confusa por todas las sensaciones que acababan de recorrer su cuerpo.
Lentamente su vista borrosa se fue enfocando, hasta distinguir a la perfección
la silueta de un chico joven de cabellos níveos con mechones castaños y ataviado
con extraños ropajes.
El muchacho la miraba
con preocupación y algo fatigado.
- ¡Elsa! ¿Estás bien?
La reina miró a su
alrededor algo desconcertada: Estaba en un lugar oscuro y húmedo, rodeado en su
totalidad de piedra fría.
- Si... - dijo al tiempo que llevaba una de sus manos a la
cabeza y trataba de ponerse en pie. - Es solo que he sentido algo muy extraño -
logró ponerse en pie con ayuda de Jack. Miró de nuevo a su alrededor -. ¿Dónde
estamos?
Jack desvió la mirada
y se pasó una mano por el cabello, algo nervioso. Titubeó antes de hablar.
- En mi casa -. Respondió con una sonrisa nerviosa.
- ¿¡En tu casa!? ¿¡Me has traído a tu mundo!?
Los ojos de Elsa
parecían querer salir de sus órbitas. Se quedó pálida y sintió que las piernas
le fallaban de nuevo. Jack la agarró por los hombros y la balanceó levemente
para sacarla de su estado de shock.
- ¿Cómo voy a regresar Jack?
- Del mismo modo que llegamos aquí, no te preocupes por eso,
confía en mí.
- Hay que volver ¡El reino, mi hermana!
- Tranquila, respira. Regresaremos en breves, te lo prometo,
pero... ya que estamos aquí... me gustaría enseñarte algunas cosas, si me lo
permites.
- ¿Y los hombres que me atacaron? ¿Qué pasa con ellos?
- Pues que te han visto desaparecer del mismo modo que tú me
viste desaparecer a mi hace años en tu ventana.
- ¿¡Tardaremos tanto en regresar!? - Exclamó alterada y con
respiración entrecortada.
- ¡No, no! Eh, mírame - Jack irguió la cabeza de Elsa
sosteniéndola gentilmente por la barbilla y la miró a los ojos -. Vas a
regresar a Arendelle, y cuando lo hagas todo seguirá igual. Te prometo que tu
hermana no será una anciana cuando volvamos.
Acompañó sus palabras
con una gentil sonrisa, y eso pareció tranquilizar a Elsa. La reina guardó
silencio unos segundos y finalmente asintió.
Jack hizo un gesto
para que Elsa lo siguiera, y eso hizo, sin pensárselo dos veces, pero cuando
comenzaba a emanar la claridad el muchacho se paró en seco volviéndose hacia su
compañera.
- Creo que no es buena idea que salgas así.
- ¿A qué te refieres? - preguntó extrañada.
- Tu ropa no es... la adecuada.
Elsa miró a Jack algo
confusa, pero luego comprendió. Lo miró como tratando de descifrar un código,
en este caso, el de la vestimenta de ese nuevo mundo que le esperaba tras los
muros de piedra. La indumentaria de su
compañero era, cuanto menos, extraña para ella: blusas extravagantes con
capucha y bolsillos, largas mangas abombadas en los puños, pantalones raídos
sujetos con cordones a las pantorrillas.
Reflexiva, se detuvo
unos instantes.
- Puedo hacerme otro vestido -. Dijo finalmente.
Se concentró. En su
mente comenzaba a formarse algo similar a la ropa de Jack, pero con una falda
larga y sencilla. Hizo un gran esfuerzo, y se percató de que algo no iba bien:
su poder no fluía con normalidad, pues apenas sintió cambiar las mangas de su
vestido cuando el sudor ya le había perlado por completo la frente.
- ¡Elsa, para!
La reina bajó sus
brazos lentamente, mientras veía sus manos confusa y con rostro pálido.
- No... no lo entiendo - dijo con voz temblorosa -, mis
poderes no funcionan.
- En este mundo la magia es muy débil, solo los guardianes
podemos usarla en la actualidad, y aún así podemos perderla.
- ¿Cómo pierde un guardián sus poderes?
Jack dudó unos
segundos antes de responder.
- Esto te sonará extraño -dijo con una media sonrisa
nerviosa-, pero cuando un guardián nace solo la fe que los niños tienen en él
pueden mantenerlo con vida. Si los niños dejaran de creer en nosotros nuestra
magia desaparecería, y a la larga nosotros con ella. Cuando un niño crece
normalmente deja de creer, pero otros niños lo suplantan - miró a Elsa a los
ojos y le dedicó una dulce sonrisa -; Me alegra que tú no dejaras de creer.
Elsa sintió como algo
se derretía en su interior al ver esa sonrisa en el rostro de Jack. Estaba
apoyado en su bastón, relajado como de costumbre, dedicándole esas palabras y
sonrisas que hacían que su corazón latiera con más fuerza sonrojando su rostro.
- ¿Cómo nace un guardián? -preguntó la reina tratando de
disimular su timidez y sus mejillas sonrojadas.
- Como una persona normal... pero luego es elegido por la
luna para proteger a los niños y sus sueños.
- ¿Protegerlos de qué? ¡Eh, espera un segundo! Me dijiste que
no recordabas nada antes de la luna ¿Acaso has visto nacer a otros guardianes?
Elsa miraba a Jack de
forma inquisitiva y punzante, tanto que le resultaba doloroso. Odiaba tener que
mentirle u ocultarle información ¿pero sería capaz de entender que estaba
muerto o que tenía más de trescientos años? No era algo fácil de asimilar y
Elsa era una persona muy inestable y era consciente de que sin él estaba
perdida pero ¿cómo decirle todo eso? Quiso encontrar las palabras, pero fue en
vano; No estaba preparado para eso.
- Es lo que me han dicho - respondió agachando la cabeza.
Por un momento Elsa
se sintió mal. No sabía cómo, pero de algún modo había dañado a Jack <<No
debería volver a sacar el tema... no tener recuerdos debe ser doloroso>>.
- Lo siento Jack. No debería entrometerme en asuntos que no
me conciernen.
- Eh, no te disculpes ¡eres la reina! - dijo forzándose a
mantener su tono alegre y desenfadado actual -. Quédate aquí un momento, toma -
metió la mano en el bolsillo de su sudadera, sacando de ella pluma, papel y
tinta - escríbele la carta a tu hermana mientras yo voy a por algo de ropa para
ti.
Cuando Elsa pudo
reaccionar alzando su mano en señal de despedida Jack ya había alzado el vuelo
y lo había perdido de vista. Se quedó así un rato, con el brazo en alto
mientras miraba la claridad que emanaba del exterior bañando su cuerpo de
calidez y alimentando su curiosidad. Por primera vez en mucho tiempo tuvo ganas
de salir al exterior, ver cosas nuevas y hacer alguna que otra locura:
divertirse como una persona normal.
Se quedó donde
estaba, la zona estaba lo suficientemente iluminada como para escribir. Se
sentó en el suelo apoyando su espalda contra el muro de piedra y el papel en sus
muslos. Flexionó las rodillas y comenzó a plasmar sus sentimientos y
pensamientos en el papel.
La palabras fluían
con naturalidad. Eran muchos años repitiéndoselas a sí misma, ensayando el
discurso en su mente, con la esperanza de poder decírselas a Anna.
No tardó mucho en terminar. Por desgracia unos malos
pensamientos cruzaron su mente cuando doblaba el papel sobre sus rodillas: Los
hombres que le atacaron. Era consciente de que no los había enviado Anna, no
imaginaba a su dulce y risueña hermana pequeña enviando unos hombres a matarla,
y menos si antes hablar, por lo que un pensamiento todavía peor la invadió
<<¿Estará Anna bien?>>. El sonido de un aleteo la devolvió a la
realidad.
Era como si un pájaro
gigante se aproximara a toda velocidad hacia ella. Se puso en pie. Oyó la voz
de Jack, pero no pudo distinguir lo que decía; una voz femenina y entusiasta le
respondió. La claridad comenzó a perder
fuerza y distinguió la silueta de Jack a través del largo pasillo en compañía,
de lo que parecía, una persona con alas de colibrí.
Cuando se acercó y
pudo distinguir su figura quedó todavía más extrañada: Parecía una mujer, pero
también parecía un pájaro. Era más baja que Jack, de torso fino, caderas anchas
y grandes ojos vivarachos. Su cuerpo estaba enteramente cubierto por plumas de
llamativos colores, entre los que predominaba el verde, y se movía rápida
agitando sus alas, como un pequeño colibrí.
Sintió como la mirada
de ese extraño ser se fijaba en ella. Elsa se puso nerviosa, no sabía cómo actuar.
Retrocedió un paso por acto reflejo,
esperando que no se hubiera dado cuenta y que por consecuencia no se sintiera
ofendida.
- No seas muy efusiva Hada, es un poco tímida - dijo Jack.
Hada revoloteó al
rededor de Elsa como si fuera la primera vez que viera un ser humano,
estudiando cada milímetro de su cuerpo y de su rostro... o eso le pareció. La observaba sonriente y con curiosidad,
moviendo su cabeza como era propio de la aves, meciendo sus largas pestañas y
sus tupidas plumas. La miró a los ojos y el ser comenzó a mover las manos
intranquila, hasta que finalmente las usó para abrirle la boca y observar
fascinada sus dientes. Para Elsa eso fue incluso más extraño que huir de palacio
y construir su propio castillo de hielo en la montaña más alta del reino.
- ¡OH! - exclamó Hada - ¡Qué dientes tan bonitos!
- ¡Hada vasta, la vas a asustar! - Jack se acerco a Elsa y la
aparó de Toothiana.
- Ups, lo siento. Sabes que no puedo evitarlo.
Elsa observaba la
escena atónita mientras se frotaba los labios.
- Es verdad, no puede evitarlo: cuando nos conocimos me hizo
lo mismo.
- Oh, Majestad lo siento muchísimo, disculpadme por favor. Tenía tantas ganas de conoceros que he
olvidado mis formas. ¡Jack me ha hablado tanto de ti! ¡VOS! Bueno, en realidad
no tanto, solo cuando os conoció y lo que nos ha dado tiempo a hablar de camino
aquí ¡Y es verdad eso de que eres guapísima!
Toothiana hablaba muy
deprisa y apenas si pausas. Podría decirse que hablaba del mismo modo que
volaba. Elsa se volvió hacia Jack, sonrojado por el comentario de Hada sobre la
belleza de la reina, lo cual le hizo gracia y como se costumbre cubrió su boca
con la mano para soltar una pequeña carcajada, provocando otra algo más tímida
por parte del muchacho.
- Emm... Elsa, esta es Toothiana, más conocida como "El
Hada de los dientes". Es un guardián como yo.
- Encantada - Elsa acompañó sus palabras con una elegante
reverencia -. Yo soy Elsa de Arendelle. Y por favor, no es necesario que me
tratéis con tal formalidad.
- Puff ¡bien! Porque es realmente agotador.
Toothiana terminó su
frase con una carcajada nerviosa temiendo ser demasiado directa, aunque Elsa no
le dio importancia, después de lo de la boca tendría que esforzarse mucho por
sorprenderla.
Jack sacó del
bolsillo de su sudadera lo que aparentemente parecía una bola tela blanca enrollada.
- Hemos tardado mucho en ponernos de
acuerdo - explicó Toothiana -. Jack
quería vestirte con un crop top y leggins, pero yo ya le dije que eso no era
digno de una reina, que necesitabas algo más sofisticado y a él todo eso le
parecía muy aburrido.
- Bueno, en mi defensa diré que he visto
abuelas con ropa menos aburrida.
Hizo una mueca a Hada echándole la lengua y desenroscó el ovillo blanco
que tenia entre las manos, mostrando un elegante y sencillo vestido blanco de
asas con escote en pico y puntilla.
Elsa lo miró con desconfianza, había muy poca tela en aquello que ellos
denominaban "vestido". Parecía uno de los camisones de verano que
usaba para dormir de niña, pero más ligero incluso. Lo observo durante un
rato: fue consciente de que no le
cubriría más abajo de las rodillas y dejaría más de la mitad de su espalda al
aire.
- No lo entiendo... - dijo Elsa - ¿Cómo
me pongo esto? Se me verá el corsé y las enaguas. ¿O esto son las enaguas y
falta el resto del traje?
Jack y Toothiana se miraron. Al principio serios y extrañados, pero
enseguida explotaron a carcajadas.
- No Elsa, esto es el vestido - dijo el
muchacho con una sonrisa mientras depositaba la prensa entre las manos de Elsa,
la cual volvió a inspeccionar el vestido como si fuera el objeto más extraño
que jamás tuviera en su poder -. Hada te ayudará con él, yo os espero fuera.
Antes de que Elsa pudiera hacerle más preguntas Jack abandonó la cueva
como un veloz soplo de aire, dejándola a solas con ese extraño ser llamado
Toothiana, que parecía un ave, pero según Jack era un hada.
El joven guardián descansaba sentado sobre la rama de un árbol,
reposando la espalda en el tronco.
Observaba el lago próximo a la cueva que era su guarida: El agua era
densa y se mecía al ritmo de la suave brisa veraniega. Fue en ese lago dónde
empezó su nueva "vida", después de haber salvado a su hermana y
despertar gracias a la Luna como Jack Escarcha.
Miró hacia el cielo por auto reflejo, buscando la Luna, pero en su lugar
encontró un sol que brillaba con fuerza en un fondo anaranjado dispuesto a
ocultarse.
-
¡Jack, ya está lista! - dijo la voz de Hada.
El muchacho bajó rápidamente del árbol como si su vida dependiera de
ello y corrió hacia la entrada de la cueva.
Allí esta Elsa: tímida, sonrojada, con los brazos juntos y apretando el
vestido con sus manos, indecisa entre bajarlo para cubrirse las piernas o
subirlo para taparse el pecho.
El atuendo parecía hecho a su medida: cubría su busto a la perfección,
moldeándolo en una bonita forma ovalada, marcaba su cintura, y la tela de la
falda caía perfectamente sobre sus caderas como una cascada blanca de algodón
fino que dejaba adivinar las formas de su cuerpo, y sobretodo dejaba ver sus
largas piernas blancas sobre unos bonitos zapatos de hielo.
Jack la observó sin saber que decir. Estaba patidifuso, anonadado, tenía
frente a él el ser más bonito y perfecto
jamás visto por sus ojos: Esla estaba sencillamente preciosa.
- Vaya... te queda... bien - consiguió
decir finalmente intentando no ruborizarse... demasiado.
- Gra-gracias - contestó Elsa agachando
la cabeza y subiendo los hombros como si intentara ocultarla.
Hubo un silencio incomodo que ni siquiera Hada se atrevió a romper hasta
pasado un rato, pues la escena le resultaba cómica (aunque no se rió, claro):
Jack, el chico rebelde y ocurrente se quedaba sin palabras delante de una
extranjera con vestido. <<Parece que fue ayer cuando le vi los dientes
por primera vez>> pensó Toothiana mientras suspiraba.
- Bueno - dijo el hada finalmente - yo me
voy a ir, hay muchos dientes que recoger y a demás tengo que vigilar a un gordo
barbudo y a un conejo mal encarado ¿no Jack?
- ¡Eh! ¡Ah, sí! El conejo y el gordo, si.
Eh... yo, esto...
- Tranquilo, guarda el aliento y ahorra
la saliva.
- Eh... si, vale.
- Os dejo. Elsa, cuida de Jack, que no se
meta en líos eh.
- Ah... vale.
Toothiana se fue volando a gran velocidad bamboleando las ramas de los
árboles y soltando las hojas que eran
mecidas por el viento.
Quedaron los dos solos frente al lago, con la única compañía de la
arboleda que los rodeaba y los animales e insectos que vivían en él. Ninguno
dijo nada, ninguno se movió. Jack miraba a Elsa, Elsa miraba a Jack y desviaba
su mirada cada vez que estas se cruzaban.
El joven se acercó y le tendió la mano tras una suave reverencia.
- ¿Le gustaría ver mi mundo majestad? -
Elsa tomó la mano tímidamente y sonrió.
- Con mucho gusto.