martes, 28 de julio de 2015

Capítulo 14: De nuevo en casa

  Sintió como se agitaba todo su ser: Primero un fuerte tirón, luego un brusco cambio de presión seguido de un mareo. Por unos segundos se sintió etérea, como el aire, pero pronto tuvo la sensación de que iba a desmayarse. De repente notó como sus pies se apoyaban en el suelo, sin embargo sus piernas parecían no responderle. Temió caer, pero unos brazos la sujetaron firmemente y la recostaron en lo que parecía una tierra blanda y húmeda; Solo entonces abrió los ojos, un poco confusa por todas las sensaciones que acababan de recorrer su cuerpo. Lentamente su vista borrosa se fue enfocando, hasta distinguir a la perfección la silueta de un chico joven de cabellos níveos con mechones castaños y ataviado con extraños ropajes.
  El muchacho la miraba con preocupación y algo fatigado.
- ¡Elsa! ¿Estás bien?
  La reina miró a su alrededor algo desconcertada: Estaba en un lugar oscuro y húmedo, rodeado en su totalidad de piedra fría. 
- Si... - dijo al tiempo que llevaba una de sus manos a la cabeza y trataba de ponerse en pie. - Es solo que he sentido algo muy extraño - logró ponerse en pie con ayuda de Jack. Miró de nuevo a su alrededor -. ¿Dónde estamos?
  Jack desvió la mirada y se pasó una mano por el cabello, algo nervioso. Titubeó antes de hablar.
- En mi casa -. Respondió con una sonrisa nerviosa.
- ¿¡En tu casa!? ¿¡Me has traído a tu mundo!?
  Los ojos de Elsa parecían querer salir de sus órbitas. Se quedó pálida y sintió que las piernas le fallaban de nuevo. Jack la agarró por los hombros y la balanceó levemente para sacarla de su estado de shock. 
- ¿Cómo voy a regresar Jack?
- Del mismo modo que llegamos aquí, no te preocupes por eso, confía en mí.
- Hay que volver ¡El reino, mi hermana!
- Tranquila, respira. Regresaremos en breves, te lo prometo, pero... ya que estamos aquí... me gustaría enseñarte algunas cosas, si me lo permites.
- ¿Y los hombres que me atacaron? ¿Qué pasa con ellos?
- Pues que te han visto desaparecer del mismo modo que tú me viste desaparecer a mi hace años en tu ventana.
- ¿¡Tardaremos tanto en regresar!? - Exclamó alterada y con respiración entrecortada.
- ¡No, no! Eh, mírame - Jack irguió la cabeza de Elsa sosteniéndola gentilmente por la barbilla y la miró a los ojos -. Vas a regresar a Arendelle, y cuando lo hagas todo seguirá igual. Te prometo que tu hermana no será una anciana cuando volvamos.
  Acompañó sus palabras con una gentil sonrisa, y eso pareció tranquilizar a Elsa. La reina guardó silencio unos segundos y finalmente asintió.

  Jack hizo un gesto para que Elsa lo siguiera, y eso hizo, sin pensárselo dos veces, pero cuando comenzaba a emanar la claridad el muchacho se paró en seco volviéndose hacia su compañera.
- Creo que no es buena idea que salgas así.
- ¿A qué te refieres? - preguntó extrañada.
- Tu ropa no es... la adecuada.
  Elsa miró a Jack algo confusa, pero luego comprendió. Lo miró como tratando de descifrar un código, en este caso, el de la vestimenta de ese nuevo mundo que le esperaba tras los muros de piedra.  La indumentaria de su compañero era, cuanto menos, extraña para ella: blusas extravagantes con capucha y bolsillos, largas mangas abombadas en los puños, pantalones raídos sujetos con cordones a las pantorrillas.
  Reflexiva, se detuvo unos instantes.
- Puedo hacerme otro vestido -. Dijo finalmente.
  Se concentró. En su mente comenzaba a formarse algo similar a la ropa de Jack, pero con una falda larga y sencilla. Hizo un gran esfuerzo, y se percató de que algo no iba bien: su poder no fluía con normalidad, pues apenas sintió cambiar las mangas de su vestido cuando el sudor ya le había perlado por completo la frente.
- ¡Elsa, para!
 La reina bajó sus brazos lentamente, mientras veía sus manos confusa y con rostro pálido.
- No... no lo entiendo - dijo con voz temblorosa -, mis poderes no funcionan.
- En este mundo la magia es muy débil, solo los guardianes podemos usarla en la actualidad, y aún así podemos perderla.
- ¿Cómo pierde un guardián sus poderes?
  Jack dudó unos segundos antes de responder.
- Esto te sonará extraño -dijo con una media sonrisa nerviosa-, pero cuando un guardián nace solo la fe que los niños tienen en él pueden mantenerlo con vida. Si los niños dejaran de creer en nosotros nuestra magia desaparecería, y a la larga nosotros con ella. Cuando un niño crece normalmente deja de creer, pero otros niños lo suplantan - miró a Elsa a los ojos y le dedicó una dulce sonrisa -; Me alegra que tú no dejaras de creer.
  Elsa sintió como algo se derretía en su interior al ver esa sonrisa en el rostro de Jack. Estaba apoyado en su bastón, relajado como de costumbre, dedicándole esas palabras y sonrisas que hacían que su corazón latiera con más fuerza sonrojando su rostro.
- ¿Cómo nace un guardián? -preguntó la reina tratando de disimular su timidez y sus mejillas sonrojadas.
- Como una persona normal... pero luego es elegido por la luna para proteger a los niños y sus sueños.
- ¿Protegerlos de qué? ¡Eh, espera un segundo! Me dijiste que no recordabas nada antes de la luna ¿Acaso has visto nacer a otros guardianes?
  Elsa miraba a Jack de forma inquisitiva y punzante, tanto que le resultaba doloroso. Odiaba tener que mentirle u ocultarle información ¿pero sería capaz de entender que estaba muerto o que tenía más de trescientos años? No era algo fácil de asimilar y Elsa era una persona muy inestable y era consciente de que sin él estaba perdida pero ¿cómo decirle todo eso? Quiso encontrar las palabras, pero fue en vano;  No estaba preparado para eso.
- Es lo que me han dicho - respondió agachando la cabeza.
  Por un momento Elsa se sintió mal. No sabía cómo, pero de algún modo había dañado a Jack <<No debería volver a sacar el tema... no tener recuerdos debe ser doloroso>>.
- Lo siento Jack. No debería entrometerme en asuntos que no me conciernen.
- Eh, no te disculpes ¡eres la reina! - dijo forzándose a mantener su tono alegre y desenfadado actual -. Quédate aquí un momento, toma - metió la mano en el bolsillo de su sudadera, sacando de ella pluma, papel y tinta - escríbele la carta a tu hermana mientras yo voy a por algo de ropa para ti.

  Cuando Elsa pudo reaccionar alzando su mano en señal de despedida Jack ya había alzado el vuelo y lo había perdido de vista. Se quedó así un rato, con el brazo en alto mientras miraba la claridad que emanaba del exterior bañando su cuerpo de calidez y alimentando su curiosidad. Por primera vez en mucho tiempo tuvo ganas de salir al exterior, ver cosas nuevas y hacer alguna que otra locura: divertirse como una persona normal.

  Se quedó donde estaba, la zona estaba lo suficientemente iluminada como para escribir. Se sentó en el suelo apoyando su espalda contra el muro de piedra y el papel en sus muslos. Flexionó las rodillas y comenzó a plasmar sus sentimientos y pensamientos en el papel.
  La palabras fluían con naturalidad. Eran muchos años repitiéndoselas a sí misma, ensayando el discurso en su mente, con la esperanza de poder decírselas a Anna.
  No tardó mucho en terminar. Por desgracia unos malos pensamientos cruzaron su mente cuando doblaba el papel sobre sus rodillas: Los hombres que le atacaron. Era consciente de que no los había enviado Anna, no imaginaba a su dulce y risueña hermana pequeña enviando unos hombres a matarla, y menos si antes hablar, por lo que un pensamiento todavía peor la invadió <<¿Estará Anna bien?>>. El sonido de un aleteo la devolvió a la realidad.

  Era como si un pájaro gigante se aproximara a toda velocidad hacia ella. Se puso en pie. Oyó la voz de Jack, pero no pudo distinguir lo que decía; una voz femenina y entusiasta le respondió.  La claridad comenzó a perder fuerza y distinguió la silueta de Jack a través del largo pasillo en compañía, de lo que parecía, una persona con alas de colibrí.
  Cuando se acercó y pudo distinguir su figura quedó todavía más extrañada: Parecía una mujer, pero también parecía un pájaro. Era más baja que Jack, de torso fino, caderas anchas y grandes ojos vivarachos. Su cuerpo estaba enteramente cubierto por plumas de llamativos colores, entre los que predominaba el verde, y se movía rápida agitando sus alas, como un pequeño colibrí.
  Sintió como la mirada de ese extraño ser se fijaba en ella. Elsa se puso nerviosa, no sabía cómo actuar. Retrocedió  un paso por acto reflejo, esperando que no se hubiera dado cuenta y que por consecuencia no se sintiera ofendida.
- No seas muy efusiva Hada, es un poco tímida - dijo Jack.
  Hada revoloteó al rededor de Elsa como si fuera la primera vez que viera un ser humano, estudiando cada milímetro de su cuerpo y de su rostro... o eso le pareció.  La observaba sonriente y con curiosidad, moviendo su cabeza como era propio de la aves, meciendo sus largas pestañas y sus tupidas plumas. La miró a los ojos y el ser comenzó a mover las manos intranquila, hasta que finalmente las usó para abrirle la boca y observar fascinada sus dientes. Para Elsa eso fue incluso más extraño que huir de palacio y construir su propio castillo de hielo en la montaña más alta del reino.

- ¡OH! - exclamó Hada - ¡Qué dientes tan bonitos!
- ¡Hada vasta, la vas a asustar! - Jack se acerco a Elsa y la aparó de Toothiana.
- Ups, lo siento. Sabes que no puedo evitarlo.
  Elsa observaba la escena atónita mientras se frotaba los labios.
- Es verdad, no puede evitarlo: cuando nos conocimos me hizo lo mismo.
- Oh, Majestad lo siento muchísimo, disculpadme por favor.  Tenía tantas ganas de conoceros que he olvidado mis formas. ¡Jack me ha hablado tanto de ti! ¡VOS! Bueno, en realidad no tanto, solo cuando os conoció y lo que nos ha dado tiempo a hablar de camino aquí ¡Y es verdad eso de que eres guapísima!
 
  Toothiana hablaba muy deprisa y apenas si pausas. Podría decirse que hablaba del mismo modo que volaba. Elsa se volvió hacia Jack, sonrojado por el comentario de Hada sobre la belleza de la reina, lo cual le hizo gracia y como se costumbre cubrió su boca con la mano para soltar una pequeña carcajada, provocando otra algo más tímida por parte del muchacho.
- Emm... Elsa, esta es Toothiana, más conocida como "El Hada de los dientes". Es un guardián como yo.
- Encantada - Elsa acompañó sus palabras con una elegante reverencia -. Yo soy Elsa de Arendelle. Y por favor, no es necesario que me tratéis con tal formalidad.
- Puff ¡bien! Porque es realmente agotador.
  Toothiana terminó su frase con una carcajada nerviosa temiendo ser demasiado directa, aunque Elsa no le dio importancia, después de lo de la boca tendría que esforzarse mucho por sorprenderla.

  Jack sacó del bolsillo de su sudadera lo que aparentemente parecía una bola tela blanca enrollada.
- Hemos tardado mucho en ponernos de acuerdo - explicó Toothiana -.  Jack quería vestirte con un crop top y leggins, pero yo ya le dije que eso no era digno de una reina, que necesitabas algo más sofisticado y a él todo eso le parecía muy aburrido.
- Bueno, en mi defensa diré que he visto abuelas con ropa menos aburrida.
  Hizo una mueca a Hada echándole la lengua y desenroscó el ovillo blanco que tenia entre las manos, mostrando un elegante y sencillo vestido blanco de asas con escote en pico y puntilla.
  Elsa lo miró con desconfianza, había muy poca tela en aquello que ellos denominaban "vestido". Parecía uno de los camisones de verano que usaba para dormir de niña, pero más ligero incluso. Lo observo durante un rato:  fue consciente de que no le cubriría más abajo de las rodillas y dejaría más de la mitad de su espalda al aire.
- No lo entiendo... - dijo Elsa - ¿Cómo me pongo esto? Se me verá el corsé y las enaguas. ¿O esto son las enaguas y falta el resto del traje?
  Jack y Toothiana se miraron. Al principio serios y extrañados, pero enseguida explotaron a carcajadas.
- No Elsa, esto es el vestido - dijo el muchacho con una sonrisa mientras depositaba la prensa entre las manos de Elsa, la cual volvió a inspeccionar el vestido como si fuera el objeto más extraño que jamás tuviera en su poder -. Hada te ayudará con él, yo os espero fuera.
  Antes de que Elsa pudiera hacerle más preguntas Jack abandonó la cueva como un veloz soplo de aire, dejándola a solas con ese extraño ser llamado Toothiana, que parecía un ave, pero según Jack era un hada.  

  El joven guardián descansaba sentado sobre la rama de un árbol, reposando la espalda en el tronco.  Observaba el lago próximo a la cueva que era su guarida: El agua era densa y se mecía al ritmo de la suave brisa veraniega. Fue en ese lago dónde empezó su nueva "vida", después de haber salvado a su hermana y despertar gracias a la Luna como Jack Escarcha.
  Miró hacia el cielo por auto reflejo, buscando la Luna, pero en su lugar encontró un sol que brillaba con fuerza en un fondo anaranjado dispuesto a ocultarse.
 - ¡Jack, ya está lista! - dijo la voz de Hada.
  El muchacho bajó rápidamente del árbol como si su vida dependiera de ello y corrió hacia la entrada de la cueva.
  Allí esta Elsa: tímida, sonrojada, con los brazos juntos y apretando el vestido con sus manos, indecisa entre bajarlo para cubrirse las piernas o subirlo para taparse el pecho.
  El atuendo parecía hecho a su medida: cubría su busto a la perfección, moldeándolo en una bonita forma ovalada, marcaba su cintura, y la tela de la falda caía perfectamente sobre sus caderas como una cascada blanca de algodón fino que dejaba adivinar las formas de su cuerpo, y sobretodo dejaba ver sus largas piernas blancas sobre unos bonitos zapatos de hielo.

  Jack la observó sin saber que decir. Estaba patidifuso, anonadado, tenía frente a él el ser más bonito y perfecto  jamás visto por sus ojos: Esla estaba sencillamente preciosa.
- Vaya... te queda... bien - consiguió decir finalmente intentando no ruborizarse... demasiado.
- Gra-gracias - contestó Elsa agachando la cabeza y subiendo los hombros como si intentara ocultarla.
  Hubo un silencio incomodo que ni siquiera Hada se atrevió a romper hasta pasado un rato, pues la escena le resultaba cómica (aunque no se rió, claro): Jack, el chico rebelde y ocurrente se quedaba sin palabras delante de una extranjera con vestido. <<Parece que fue ayer cuando le vi los dientes por primera vez>> pensó Toothiana mientras suspiraba.
- Bueno - dijo el hada finalmente - yo me voy a ir, hay muchos dientes que recoger y a demás tengo que vigilar a un gordo barbudo y a un conejo mal encarado ¿no Jack?
- ¡Eh! ¡Ah, sí! El conejo y el gordo, si. Eh... yo, esto...
- Tranquilo, guarda el aliento y ahorra la saliva.
- Eh... si, vale.
- Os dejo. Elsa, cuida de Jack, que no se meta en líos eh.
- Ah... vale.

  Toothiana se fue volando a gran velocidad bamboleando las ramas de los árboles y soltando las hojas  que eran mecidas por el viento.
  Quedaron los dos solos frente al lago, con la única compañía de la arboleda que los rodeaba y los animales e insectos que vivían en él. Ninguno dijo nada, ninguno se movió. Jack miraba a Elsa, Elsa miraba a Jack y desviaba su mirada cada vez que estas se cruzaban.
  El joven se acercó y le tendió la mano tras una suave reverencia.
- ¿Le gustaría ver mi mundo majestad? - Elsa tomó la mano tímidamente y sonrió.

- Con mucho gusto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario