lunes, 28 de agosto de 2017

¡¡Muchas gracias a todos/as!!

¡Me llena de orgullo y satisfacción haber terminado por fin esta historia!
Comencé a escribirla el 9 de febrero de 2014, y hoy, 28 de agosto de 2017, podemos verla completa, con 25 capítulos y un épilogo
Sí: no es ninguna maravilla. Sí: es un fanfic, y todos/as sabemos la mala fama que tienen los fanfics. Sí: puede que sea una mierda, ¡pero es mí mierda y estoy orgullosa de ella! Y otra cosa también es segura: no lo habría terminado sin vuestro apoyo, lectores/as míos/as. Porque me conozco, y si no llega a ser por la gente que me lee es muy probable que el final de esta historia se quedara para siempre en mi cabeza. ¡Así que gracias de todo corazón por ayudarme a conseguir esto! 
Vale, puede parecer una tontería, pero para mí no lo es: después de pasar estos años escribiendo ANFK, y haciendo notas y esquemas para otras historias, me siento más capaz de seguir narrando las aventuras y desventuras de todos los personajes que viven ahora mismo en mi cabeza. Así que, los/as que me quieran seguir leyendo, tendrán noticias mías muy pronto en mi blog personal, twitter y en wattpad.

Todavía me queda mucho por escribir y espero que sigáis a mi lado. Aunque ahora, os advierto, no habrá más fanfics (salvo 2nd Generation, del cual tal vez escriba algo de vez en cuando para despejarme). Así pues, aquellos que decidan quedarse, muy pronto conocerán a Kinu y su historia; espero que os agrade y la acojáis con el mismo cariño que le habéis dado a A New Frozen Kingdom. Porque sí: tal vez tenga pocos/as lectores/as, ¡pero sois fabulosos!  


¡¡¡MIL GRACIAS!!!

Epílogo: La Reina de las Nieves

   Estaba apunto de amanecer y Kay estaba preparado para ver el espectáculo de luces que el cielo estaba a punto de ofrecerle. Como cada día de Yule, desde que tenía uso de razón, se levantó antes que nade de la cama, bajó a la cocina a por leche caliente y, con una gruesa manta de lana sobre sus hombros, subió al más alto de los torreones, sentándose una vez allí en el alféizar de la ventana que daba a las montañas. Era un pequeño ritual personal y solitario que había desarrollado con los años. Era su momento especial. Cuando el sol comenzaba a asomarse entre las montañas tiñendo el cielo de tonos naranjas y cálidos sentía como si una enorme puerta mágica se abriera dando paso a un nuevo día y a nuevas experiencias que lo harían crecer como persona y futuro monarca. Kay solo tenía ocho años, pero era más sensato y sabio que muchos adultos que había conocido en persona o en libros de historia.

Contempló el crepúsculo en la soledad de la torre, cuando una repentina y suave brisa acarició su rostro pecoso, removiendo su cabello pelirrojo despeinados y el pequeño mechón blanco que tenía en el lado izquierdo del flequillo. Sus ojos azules se iluminaron y sonrió.
¡Buenos días! - exclamó.
Cualquier persona habría preguntado a quién saludaba el muchacho, pues no había nadie allí, pero él sabía que ya no estaba solo: algo que quizás nadie más podía entender y Kay no sabía explicar.

Más tarde, cuando el resto de su familia se hubo despertado, se reunió con ellos para desayunar. Su madre y el rey Kristoff presidían la mesa, mientras él y sus hermanas ocupaban los asientos del medio de la mesa del comedor familiar. Las gemelas, Elsa y Gerda, se habían peinado solas esa mañana. Lo sabía porque sus trenzas parecían espigas de trigo: rubias y despeinadas. Pero no dijo nada; prefería eso a que decidieran peinarlo a él. Por otro lado, nunca oponía resistencia cuando los tres jugaban al asedio del castillo o practicaban esgrima con espadas de madera.
Las niñas solo tenían seis años, quizás por eso siempre tenían tanta energía, y Kay tenía que compaginarlo con sus libros.

Como Yule era una festividad especial, la familia real se reunía en la capilla del pueblo para que los reyes proclamaran un discurso esperanzador y ayudar con los preparativos para la tradicional quema del tronco de Yule que tenía lugar al anochecer. Ese año Gerda y Elsa también ayudaron los los preparativos y gracias a su vitalidad Kay tuvo la sensación de acabar más rápido que en otras ocasiones.

Cuando regresaron al palacio, Kristoff y las gemelas prepararon el trineo y a Sven para la salida a las montañas que solían hacer cada año, mientras que Kay y su madre guardaban en cestas y sacos mantas, comida y bebidas calientes.
No iban demasiado lejos, lo suficiente como para alejarse de la ciudad y que los niños pudieran jugar seguros en la nieve. Hacían muñecos y siluetas de ángeles. Tanto los pequeños como los reyes disfrutaban enormemente ese momento en familia.

El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo de nuevo el cielo y dejando entre ver tímidamente los colores de la aurora. La luna llena ya se veía al otro lado del cielo y pronto tendrían que abandonar el lugar para asistir a la ceremonia de la quema del tronco que tendría lugar en el gran salón del palacio, seguido de un ostentoso festín para todo el pueblo.
Kay estaba distraído mirando al horizonte y distinguiendo las formas que el viento creaba al levantar la nieve.
¡Kay! - gritó Gerda, haciendo que su hermano se sobresaltara -. ¡Dice mamá que como no vengas ya te abandona en las montañas y te comerán los yetis!
¡Los yetis no existen! - respondió, aunque no del todo convencido de sus palabras -. ¡Ya voy ahora!
Pero antes de regresar con su familia volvió a observar el viento y la nieve. Entonces, allí, frente a sus ojos, distinguió con total claridad dos figuras que se daban la mano y le sonreían con ternura. Él llevaba un cayado en una de sus manos, y ella lucía una larga y preciosa capa blanca que bailaba con la brisa del invierno.
Al ver eso, los ojos de Kay se iluminaron llenos de ilusión, como si llevara toda su vida esperando ese momento. Sonrió inconscientemente, lleno de alegría, y la figura de la mujer hizo un gesto amable con las manos indicándole que regresara con su familia.
¡Kay! - gritó esta vez la reina.
Kay no dejó de ver a las personas níveas que tenía frente a él. Asintió al gesto de la mujer y se despidió de ellos agitando la mano mientras se giraba para regresar con los suyos.
Kay, ¿qué estabas haciendo? ¿Por qué has tardado tanto? - preguntó su madre.
¡He visto a la reina de las nieves! - respondió él - ¡Y al espíritu del invierno!
¡Ja! - se burló Elsa - ¿y qué más?
¡Es verdad! - se defendió él –. Y a demás se parece muchísimo a la tía Elsa: es igualita a la del cuadro y a la estatua del patio, pero sonriente.
Bueno, entonces seguro que es una reina muy guapa – comentó Anna mientras se subía al trineo al lado de su esposo.
Kay también subió al vehículo y tan pronto como lo hizo emprendieron la marcha. No le gustaba tener que irse así, pero tenía responsabilidades que cumplir. Aún así, tenía la esperanza de que, en el próximo año, podría hablar con los jóvenes que se le aparecían cada Yule. No sabía muy bien por qué, pero aunque no los viera durante el resto del año siempre los sentía a su lado, protegiéndolo a él y a los suyos. En ocasiones, le había parecido ver a la reina de las nieves por los pasillos del palacio y cerca de su madre, pero nunca tan nítido como aquella vez y, desde luego, nunca con su acompañante. ¿Sería a caso que solo podían verse una vez al año?
El muchacho siguió divagando sobre el asunto en su mente mientras sus hermanas discutían cuál sería el primer lugar al que viajarían cuando fueran grandes; el rey llevaba las riendas del trineo y la reina miraba hacia atrás y sonreía viendo a sus hijos.
Entonces, una suave brisa besó su cara e hizo que su mirada se desviara. Miró un poco más lejos de donde estaban, y entre la blancura de la nieve, por un instante, le pareció ver dos siluetas que los miraban sonrientes cogidas de la mano.



Capítulo 25: Gracias


El susurro ininteligible de una voz lejana parecía gritar su nombre.
Abrió los ojos y solo vio oscuridad. Su mente se antojaba vacía; incapaz de estar presente y procesar el momento.
Poco a poco sus ojos se acostumbraron a la penumbra y pudo intuir sus manos sobre sus rodillas. Casi sin darse cuenta comenzó a mover los dedos y un desagradable cosquilleo le subió a lo largo de ambos brazos.
Cuando finalmente fue consciente de su propio cuerpo se inclinó hacia un lado para aliviar sus piernas entumecidas por soportar todo su peso. No sabía cuanto tiempo había estado arrodillada. Para ser exactos, no sabía quien o qué era.
Pasó el tiempo, tal vez horas, y decidió ponerse en pie. Se tambaleó sobre el tacón de sus zapatos, así que decidió dejarlos atrás. Comenzó a caminar sin rumbo en el mar de oscuridad.
Tras un largo rato vislumbró una gran puerta blanca que emitía un suave resplandor. Extendió su mano acariciando la madera con suavidad para finalmente detenerse en el picaporte y empujar el portalón.
Al otro lado había una habitación de paredes azules forradas en terciopelo y madera. Había una gran chimenea, una gran cama con cortinas purpuras y, junto la ventana, una cuna oscura de roble. Se acercó a ella. En su interior descansaba un bebé envuelto en una manta morada y verde. El bebé, de incipiente cabello anaranjado y grande ojos azules, clavó su mirada en ella y le sonrió.
De repente, un nombre cruzó su mente como una flecha: Anna; y sin saber muy bien por qué un sentimiento cálido le invadió el pecho, devolviendo, sin ser consciente de ello, la sonrisa a la niña.
El fuego se apagó. Miró hacia la chimenea y se acercó lentamente, descubriendo en su interior otra puerta. Al abrirla pudo contemplar un enorme prado cubierto de neblina, pero no sintió frio. Avanzó dejando atrás la estancia y la puerta se deshizo en bruma tras de sí. Después de caminar durante unos minutos con sus pies descalzos sobre la hierba cubierta de rocío, llegó hasta un par de grandes rocas con flores y platos con incienso a su alrededor. Sin saber por qué una enorme tristeza la invadió por completo humedeciendo sus ojos, pero al desviar la mirada vio caminar en el horizonte a una figura ataviada con una capa negra.
Al contemplarla en la lejanía sintió un doloroso pinchazo en el pecho y la necesidad de correr tras ella. Así lo hizo.
Trató de gritar para que se detuviera, pero no pudo: las palabras llegaban mudas a su boca. Pero, casi como si la hubiera oído, la figura se detuvo en seco y se giró hacia ella, dejando ver una cara sin rostro enmarcada por dos trenzas cobrizas, una de ellas con un mechón blanco.
<<Me abandonaste>>, dijo una voz en su cabeza. <<Nos abandonaste a todos>>.
<<Nunca quise hacerlo>>, respondió sin pronunciar palabra. <<Tenía miedo y quería protegerte. Creí que la única manera era alejándome de ti. Lo siento, me equivoqué>>.
El rostro de la muchacha comenzó a formarse, dejando ver finalmente la sonrisa amable y cariñosa de su hermana., embriagando su cuerpo con una sensación cálida y agradable.
<<¡¡¡Elsa!!!>>.
Oyó otra voz. Esta vez mucho más distante y también desesperada.
Echó un vistazo a su alrededor tratando de encontrar al dueño de la voz, pero no encontró nada; ni siquiera volvió a ver a su hermana. De nuevo, estaba completamente sola, y retomó la marcha.

***

Todos siguieron a Bunny por los engorrosos túneles de la madriguera; éste en particular parecía mucho más profundo y antiguo que los anteriores vistos por los guardianes.
Tras dejar atrás toneladas de polvo, telas de araña lo suficientemente grades como para echarse una siesta, raíces y fósiles de lo más variopintos, llegaron a un callejón sin salida con una pared minuciosamente decorada y a la vez maltratada por el tiempo. En ella se podían ver tallas con motivos vegetales, ovales y espirales, así como muchos símbolos ilegibles por la perdida y el desconocimiento de su significado. Entre todos estos adornos era posible distinguir la huella de un conejo; uno enorme, claro está.
Bunny puso su pata en el hueco y todos las tallas se iluminaron con una luz amoratada, dando paso a un desagradable temblor que hizo crujir la tierra y que comenzara a desprenderse sobre ellos una buena cantidad.
¡Nos vas a enterrar vivos patas peludas! - se quejó Norte. Pero nadie le hizo caso, todos observaban como el enorme muro comenzaba a deslizarse hacia arriba, dejando ver una estancia oscura, iluminada únicamente por el bastón dorado que descansaba en el centro de la estancia.
El bastón de los Pokka… - murmuró Toothiana. Bunny asintió.
Si puede avivar mi memoria con él podremos encontrar a Jack y traerlo de vuelta.
Se adentraron en el cuarto con paso lento pero firme; muy conscientes de que ese momento era un momento histórico y de vital importancia para los guardianes. Estaban a punto de hacer algo (o al menos tenía la intención de hacerlo) que no se había hecho desde los primeros años de la humanidad.
Con infinito tiento, Bunny extendió una de sus patas y sostuvo el bastón que brillaba con luz áurea. Examinó la reliquia con detenimiento, admirando la belleza de las gemas que decoraban el mango y la enorme esmeralda oval que descansaba en uno de sus extremos. Fijó su vista en ella y enseguida sintió como su cuerpo se cargaba de energía y vitalidad, avivando su mente y recordándole cosas que creía perdidas para siempre.
Cerró los ojos unos instantes para asimilar la información recibida por el báculo, todavía canalizando toda su energía y sintiendo como si la sabiduría de todo su pueblo le susurrara sus conocimientos al oído. Inspiró hondo y volvió con decisión hacia sus compañeros; todos ellos lo miraban con total convicción.
En ese momento rezaron a la luna para que la empresa tuviera éxito.

***

Tras un largo peregrinaje el paisaje comenzó a cambiar y, mientras los pasos se sumaban, Elsa tatareaba una alegre melodía y observaba las flores que habían comenzado a aparecer en el prado, sin saber que hacía ahí y sin preocuparse por ello. Pero entonces oyó algo. Otro sonido: un piano, cuyo melancólico sonido contrastaba con el canturreo de la reina.
Siguió la música, siendo consciente de que recordaba haber escuchado esa canción en algún otro lugar, aunque no recordaba dónde ni a quién.
No muy lejos de su posición atisbó un arce joven de hojas anaranjadas y, al acercarse un poco más, pudo distinguir una puerta tallada en su tronco. Apoyó su oreja en ella y confirmó que, efectivamente y tal y como sospechaba, la melodía provenía del interior del árbol.
Abrió la puerta. Al otro lado se encontraba una estancia amplia y tenuemente iluminada. Había una niña de cabello pálido y grades ojos azules abriendo la ventana. Parecía feliz. Pronunció unas palabras que no logró entender y de repente la felicidad se esfumó de su rostro, dando paso a la confusión y al miedo. En ese momento Elsa tuvo la sensación que que había olvidado algo importante; trataba de asimilar la escena y recordar dónde había escuchado la melodía que aún sonaba nítidamente en toda la estancia. Entonces llamaron a la puerta y oyó la voz de su hermana pequeña al otro lado.
¿Elsa? Hazme un muñeco de nieve.
La niña no reaccionó, se quedó congelada mirando a la puerta y dando la espalda a la ventana, sin saber que hacer y con la desesperación pintada en el rostro. Anna seguía hablando e insistiendo al otro lado de la puerta. Elsa no pudo soportarlo y corrió a abrir la puerta, pero cuando lo hizo, una enorme ventisca se abalanzó sobre ella.
Durante unos intensos segundos luchó para que el viento no la arrastrara con él y, al cesar el viento y la nieve, se descubrió a sí misma en su alcoba del palacio de hielo. Todavía confusa y con la horrible sensación de haber perdido algo se sentó ahí mismo intentando recordar, aunque solamente fuera alguna cosa sobre esa canción. Y, tras unos minutos de frustración, como un rayo, unas palabras que casaban con el ritmo cruzaron su mente:
<< A donde tú vayas, estés donde estés,
yo estaré aquí esperando por ti >>.
Alzó la cabeza y lo repitió una vez más, esta vez con su voz. Ese simple gesto hizo que lo recordara todo y a todos. Fue consciente entonces de que no sabía donde estaba y de que sentía un enorme vacío en el corazón. Sus ojos estaban fijos mirando a ninguna parte, sus labios pronunciaron con anhelo un nombre: <<Jack>>, y alguien llamó a la puerta.
Se puso en pie rápidamente. Recordaba ese momento, lo había atesorado secretamente en su corazón y lo había repetido un millar de veces en su memoria. Corrió hacia la puerta para abrirla, deseando ver de nuevo ese rostro pálido y esa sonrisa desinhibida que la hacía sentirse tan bien, tan fuerte y tan feliz, pero que al mismo tiempo podía hacerla temblar. Rogó para que todo fuera como lo recordaba y toparse con los ojos azules y fríos que una vez la rescataron de la soledad y le dieron esperanza para seguir adelante.
¡Jack! - exclamó cuando estaba a punto de abrir el portón.
Más algo extraño sucedió, pues por mucho que empujaba no lograba abrir la puerta.
Miró la superficie en la que sus manos estaban apoyadas y se sorprendió al ver que se trataba de un espejo y toparse con su propio rostro. Retrocedió rápidamente, descubriendo horrorizada que estaba rodeada de espejos en el vació más absoluto.

***

Anna y Hans salieron del palacio por la puerta más cercana, que era la principal. Al abrirla fueron testigos de un espectáculo sobrecogedor, pues la reina lanzaba ráfagas de magia a su alrededor con expresión psicópata en su rostro mientras se reía a carcajadas. Ella pareció no percibir su presencia, por lo que cerraron cuidadosamente la puerta y la princesa se apoyó en ella agotada.
Se ha vuelto completamente loca – dijo más para sí misma que para Hans -, la he perdido.
El pelirrojo no supo que responder. Era innegable que la reina era victima de la demencia, y eso la convertía en un peligro para todos.
Quizás el duque tenía razón… - continuó la princesa -. Tal vez lo mejor habría sido acabar con ella antes de que pasara todo esto. Tal vez actué mal… tal vez actué como una hermana y no como una líder.
¡No digas tonterías! Tú misma me lo dijiste; lo viste: viste como algo se apoderaba de ella, ¿no?
¡Sí! ¡¡Pero ahora no hay nada que se pueda hacer!! - gritó ella.
Anna se dejó caer deslizando su espalda sobre la puerta hasta quedar sentada y de llevó las manos al vientre con gesto de dolor. Ambos guardaron silencio durante un buen rato, hasta que una arriesgada idea cruzó la mente de Hans y sus ojos brillaron con decisión.

***

No era consciente del tiempo que llevaba caminando solo entre la blancura de la montaña. Sus piernas de hundían hasta la rodilla con cada paso que daba y el viento parecía esforzarse por hacer que cayera al suelo. Echaba de menos a Sven; ahora más que nunca. La facilidad que tenía su compañero para viajar entre la nieve nunca le había parecido tan envidiable como en ese momento.
Tras un par de pausas durante las que creyó no ser capaz de volver a levantarse, logró vislumbrar entre la niebla la figura de unas casas en la lejanía. Sin duda alguna se trataba de Arendelle. No tenía nada claro qué se encontraría al regresar tras el levantamiento de los hombres y simpatizantes del Duque de Weselton, pero con un poco de suerte encontraría un lugar donde descasar y algo para comer. Después podría retomar su búsqueda.
Una fuerte e inesperada ráfaga de viento tumbó Kristoff en el suelo, quedando parte de su cuerpo hundido en la gruesa capa de polvo blanco . Su visión era cada vez más confusa; la cabeza le daba vueltas y el frío entumecía su cuerpo y sus pensamientos. El viento soplaba bravo, depositando sobre su cuerpo capas de nieve que lo cubrían como si de una manta se tratase.
La oscuridad no tardó en llegar.

***
La princesa no tardó en distinguir la mirada de decisión de Hans. Éste se volvió hacia ella para mirarla a los ojos y le sonrió dulcemente. Ese gesto hizo que Anna recordara tiempos mejores; la invadió una sensación embriagadora de calidez y le recordó por unos instantes el sentimiento de felicidad que había llegado a tener a su lado. Sin tan siquiera ser consciente de ello, una sonrisa afloró en su rostro y sus ojos se iluminaron de esperanza. Frente a ella estaba el hombre que amaba, su marido y el padre de su futuro hijo. Podían intentar cruzar la montaña y en la ciudad más cercana buscar un modo de viajar a las Isas del Sur; seguro que Kristoff podría ayudarlos.
<<Kristoff...>>
Un recuerdo menos agradable regresó a su mente: de nuevo pudo ver la cara de pánico del joven cuando ese extraño ser la secuestró y la llevó de vuelta a palacio. ¿Qué había sido de su amigo? Sintió como se le oprimía en pecho y unas repentinas ganas de llorar al pensar que algo malo le podía haber sucedido.
El tacto cálido de la mano de Hans sosteniendo la suya interrumpió sus tormentosos pensamientos.
Espero que algún día puedas personarme – pronunció el joven sin borrar su tierna sonrisa de su rostro.
“Ya lo he hecho”, quiso contestar Anna. Pero las palabras no pasaron de su mente; Hans se había marchado y caminaba decidido hacia la reina.
¡Majestad! - exclamó alto y claro el joven príncipe – Liberad Arendelle, os lo ruego.
La reina se giró hacia el y soltó una pequeña carcajada. A continuación agitó uno de sus brazos, liberando una potente ráfaga de aire con multitud de pequeños y afilados carámbanos de hielo. Pero el ataque no iba dirigido hacia él. Hans contemplaba confuso la situación. La reina miró hacia el suelo, tras de sí, con los restos de carámbanos, y sonrió satisfecha para volver a mirar al joven.
Vaya, vaya – canturreó Elsa -. Mira quien a vuelto.

Anna observaba la escena desde el hueco de la puerta entreabierta, demasiado asustada como para hacer nada.
Tomad el reino si queréis – continuó Hans – pero dejad ir a sus gentes.
Y dime: ¿sobre quién gobernaré si no tengo súbditos?
Lo habéis congelado a todos ¿qué diferencia hay?
La reina se llevó la mano a la barbilla, pensativa, y reflexionó unos instantes.
Supongo que no tengo excusa: es pura avaricia – concluyó -. No voy a dejarlos marchar, Hans. Y a ti tampoco, ya que estás aquí.
Entonces no me dejáis opción – dijo a tiempo que desenvainaba su espada con semblante serio y resignado.
Elsa, al adivinar las intenciones del joven, estalló a carcajadas. Miró hacia atrás sobresaltada y envió al suelo otro ataque. Hans seguía sin entender ese extraño comportamiento y lo hacía distraerse. Tal vez ese era su objetivo.
No te ofendas principito – dijo muy seria la reina, volviéndose hacia él – pero ahora mismo no tengo tiempo para perderlo contigo.
Elsa alzó el brazo y sobre ella so formó un enorme carámbano resplandeciente que levitaba en el aire. Hans no tenía claro si ese ataque iría dirigido hacia él o por el contrario volvería a desviarlo. Se puso en guardia, separando las piernas y preparando su cuerpo para la acción.
¿Tú también vas a oponer resistencia? - preguntó jocosa - ¿Por qué tanta tenacidad por amargarme? ¡me ponéis enfermo!
La mujer lanzó el proyectil con más entusiasmo del que Hans habría deseado. El joven rodó hacia la derecha esquivándolo por los pelos y en seguida recuperó el contacto visual con su oponente. Esta vez parecía estar concentrando entre sus manos una ventisca enfurecida del tamaño de una bola de cristal y la liberó antes de que Hans lograra equilibrarse al ponerse en pie.
El viento lo levantó del suelo y lo desplazó unos metros de su posición, propinándole un fuerte golpe en la espalda y nuca al caer al suelo. Su vista se nubló unos instantes pero pudo escuchar los tacones de la reina acercarse a él.

***

Jack logró ponerse en pie tras concentrar todas sus fuerzas. Se tambaleó un poco, pero logró mantenerse gracias a su cayado.
Alzó la vista buscando a Elsa con la mirada, y la encontró caminando despreocupada hacia el príncipe Hans. Con un potente impulso de aire logró desplazarse hasta ella y placarla tirándola al suelo. El guardián estaba sin fuerzas y calló con peso muerto sobre Sombra, el cual le propinó una bofetada en la cara y se lo quitó de encima arrojándolo como un saco de harina.
¡Maldito renacuajo! ¿no sabes cuando rendirte? - preguntó irritado, hasta que tubo en cuenta un detalle del que se acababa de percatar y sus ojos brillaron divertidos -. ¿Has pasado por la peluquería mientras no te vigilaba?
Jack trató de volver a levantarse, pero le resultaba imposible: ahora mismo no había nadie en ese mundo que creyera en él y sus fuerzas mermaban a un ritmo vertiginoso. Probablemente su cabello se estaba volviendo castaño… o ya lo era por completo.
El joven alzó la vista y le mantuvo la mirada a la figura esbelta y bella que se le acercaba. Sombra se detuvo a escasos centímetros de él y sonrió satisfecho.
Ojalá tus amiguitos estuvieran aquí para ver esto.
La muchacha abrió la palma de su mano y en ella comenzó a formarse una empuñadura que dio lugar a una bonita y detallada espada de hielo. La blandió con fuerza y la enarboló amenazante… para soltar un grito de dolor.

***

Un corte limpio y profundo en el hueco poplíteo la hizo chillar y arrodillar una de sus piernas. La reina se giró furibunda y trató de alcanzar a Hans con la espada, pero este frenó el ataque con su estoque logrando así desarmarla.
No quiero mataros – confesó el príncipe -. Os lo pediré una última vez: por favor, liberad a vuestro pueblo.
¡Hijo de…
Con un gran esfuerzo la reina se impulsó contra el joven sin llegar a tirarlo al suelo; se aferró a él para lograr mantenerse en pie y, posicionando una de sus manos en el pecho del muchacho, descargó en ella toda su ira; una que atravesó al príncipe como el más afilado de los aceros.

***

El pecho se le heló de pronto en la seguridad de su escondite, tras la gran puerta de entrada del palacio. Allí, en el oscuro pasillo, sus ojos presenciaron algo que le había dolido más que todo lo pasado el los últimos años. Más que la soledad tras la perdida de sus padres, más que una traición, más que una revolución…
Ella no pensó en hacerlo: su cuerpo actuó solo, tomó el control absoluto de sus actos.
Con un grito desgarrador empujó el pesado portalón al tiempo que se erguía y salía corriendo al patio, en dirección al cuerpo de su marido y hermana. Se dejó caer sobre sus rodillas, casi en marcha, haciendo que se le desgarraran contra la roca al deslizarse sobre ésta. La reina se apartó del cuerpo del joven quedando sentada en el suelo y vio como su hermana tomaba la cabeza de Hans para apoyarla en su regazo.
Anna acariciaba entre lágrimas el rostro del príncipe: estaba frío y de su pecho comenzaba a emerger hielo que se extendía por todo su cuerpo.
¿Por qué…? - titubeó la princesa - ¿¡Por qué haces esto!? - gritó, y miró a su hermana con ira y el rostro cubierto de lágrimas y mucosidad.
No hubo respuesta. Elsa parecía mirarla confusa.
¡¡¡Contestame!!! - se puso en pie y se dirigió hacia ella llena de rabia -. ¡¡¡Por una maldita vez en tu vida, Elsa: dame una respuesta!!!
Se inclinó hacia la reina, que todavía no reaccionaba, y con todas sus fuerzas le propinó una bofetada en el rostro cuyo eco se prolongó en el silencio del vacío durante largos y dolorosos segundos.

***

Abrió los ojos algo aturdido y miró a su alrededor: no reconocía aquel lugar pero parecía una especie de establo. Tras de sí había algo cálido, peludo y mullido; Kistoff se giró a toda velocidad al notar su respiración.
¡Sven! - exclamó el montañero.
El reno abrió los ojos y alzó la cabeza al ver a su amigo, manifestando su alegría propinándole un buen lametón en la cara al joven.
¡¿Sven, que haces aquí amigo?! - preguntó, feliz de verlo de nuevo - ¿Me has rescatado de la montañas? ¿Me has traído tú hasta aquí?
El reno respondió asintiendo con la cabeza. Kristoff sonrío con cierta amargura.
Siento haberte dejado solo en las montañas – confesó -, pero no quería ponerte en peligro. Creí que era una buena idea.
Sven se limitó a bufar y ambos guardaron silencio unos segundos, hasta que el eco de un grito conocido rompió ese instante de sosiego.

***
Era un círculo perfecto, y ella estaba en el centro.
Mirara a donde mirara solo podía ver su reflejo, que la observaba confusa. La angustia comenzó a consumirla rápidamente; solo quería salir de ahí y reencontrarse con Anna y Jack.
Golpeó los cristales, placó contra ellos… pero nada parecía afectarles. Se dijo así misma en repetidas ocasiones “despierta, despierta”, convencida de que todo era un mal sueño muy real. Pero nada funcionó; ni siquiera sus poderes.
¿Por qué quieres salir? - preguntó entonces una voz.
Elsa miró tras de sí y descubrió una figura que no la imitaba y la miraba fijamente a los ojos. La reina se acercó a ella.
No tengo nada que hacer aquí y quiero volver a ver a mis seres queridos. A demás, tengo muchas cosas de las que hablar con mi hermana.
¿Crees que querrá escucharte después de todo lo que ha pasado? - preguntó su reflejo, con una media sonrisa dibujada en los labios.
Sí – respondió segura y tajante.
Que ilusa… - dijo otra voz tras de sí. De nuevo, la reina buscó la fuente de las palabras y dio con ella al toparse con un rostro de ojos gélidos y sonrisa siniestra –. Al decir verdad tu hermana está muy enfadada contigo ahora mismo.
No la culpo – respondió Elsa con cierto deje de culpabilidad.
Dudo mucho que quiera hablar contigo o volver a verte siquiera.
Eso lo sabré cuando la vea.
El reflejo de Elsa chasqueó la lengua notablemente molesto.
¿Qué harás si no puedes arreglar las cosas? - preguntó.
No lo sé – respondió ella con firmeza.
Sabes que no podrás estar con Jack ¿verdad?
Lo sé.
La reina frunció el ceño al otro lado del espejo; parecía estar perdiendo la paciencia: en un pasado no muy lejano las emociones de Elsa ya se habrían descontrolado, pero ahora se mantenía inamovible.
De pronto, una extraña sensación lo atravesó como un rayo. Una presencia que conocía acababa de manifestarse muy cerca de él; ladeó la cabeza mirando a la nada y con un ligero ápice de preocupación. Casi inconscientemente pronunció unas palabras entre susurros, y Elsa puso leer sus labios al otro lado del espejo: “tenemos compañía”.

***

Los cuatro aparecieron en el centro de un pequeño remolino espaciotemporal. Todos se apoyaban sobre Bunny, que sostenía el cetro dorado con ambas manos.
Norte, el cual estaba más pálido de lo normal, abandonó la formación alejándose a escasos metros, donde se arrodilló y dejó salir por su boca todo lo que guardaba en el estómago. Sandy apartó la vista de aquella desagradable visión pero Toothiana y Bunny fueron incapaces de dejar de observar a su compañero, aun con una mueca de asco en sus rostros.
¿Viajas en trineo y no puedes con esto? - se burló el Pooka.
Norte no contestó. Se limitó a erguirse tembloroso y limpiarse la boca con su robusto brazo en un intento de recuperar la dignidad que acababa de vomitar.
Por primera vez todos vieron a su alrededor. Estaban en una estancia amplia y tétrica, cubierta de hielo, bruma y estatuas humanas congeladas con expresión de horror. Sandy sintió un fuerte escalofrío y formó una silueta conocida por todos con su arena dorada.
Sombra – dijo Norte muy serio -. Ha estado aquí, no cabe duda.
Su compañero asintió con la cabeza.
Siento la presencia de Jack, pero es muy débil – explicó el hada -. La de Sombra, en cambio, es clara y poderosa.
Debemos encontrar a Jack antes de que sea tarde – declaró Bunny.

El grupo salió de la sala del trono y atravesó los los laberínticos corredores del palacio, siempre guiados por la tenue presencia de su compañero. Al doblar la esquina pudieron ver en el medio del pasillo un gran portón abierto de par en par. Toothiana se dejó llevar por su preocupación en ese momento y adelantó a sus amigos con un incansable aleteo. Lo que vio al otro lado de la puerta la dejó helada:
Un hombre yacía muerto en el suelo, con parte de su pecho totalmente congelado y un charco de sangre bajo su cuerpo. La reina, sentada en el suelo, miraba con burla a la mujer de cabellos cobrizos y rostro enfurecido que tenía en frente. Lejos, tendido sobre la nieve que cubría el suelo, distinguió la figura de su amigo, inerte y con el cabello castaño.
Sin pensárselo dos veces y antes de que sus amigos pudieran alcanzarla, Toothiana voló veloz hacia su amigo, hasta que una repentina ráfaga de hielo que formó un pequeño muro frente a ella le cortó el paso. Cuando se giró, pudo ver a Elsa con su mano extendía y a la otra muchacha en el suelo. Con un simple gesto, y sin mirar siquiera hacia Anna, la reina creó una cúpula al rededor de su hermana, la cual comenzó a golpear la estructura y a gritar. Pero sus esfuerzos eran el vano. La reina fijó su mirada en el hada, no ajena a la presencia de los demás guardianes, y sonrió macabramente.
¡Qué sorpresa! - exclamó Elsa -. Realmente no esperaba veros por aquí. De saber que vendríais os habría preparado algo.
¿Cómo una trampa? - preguntó Norte, todavía bajando las escaleras de palacio con el resto de sus compañeros.
Tal vez - respondió la reina virando su cabeza hacia él -. O una celda acogedora.
Sal del cuerpo de Elsa, Sombra, y regresa a las tinieblas de las que provienes – exigió Bunny.
¿Le estás dando ordenes a la reina? - se burló falsamente ofendido - ¡Qué atrevimiento! - Sombra soltó una pequeña carcajada -. Decidme una cosa: si no lo hago ¿cómo pensáis sacarme de aquí? ¿Vais a matar a Elsa?
Los guardianes de miraron entre ellos y guardaron silencio impotentes, a merced de la oscura mirada de su enemigo. La reina esbozó una media sonrisa de triunfo en su rostro.
Estáis acabados – sentenció.

***
El duelo frío continuaba en aquel lugar oscuro e inhóspito, tan solo existente en el interior de la reina. Ella estaba en el centro, y todos sus reflejos clavaban su mirada sobre ella, esperando a que se desmoronara. Todos ellos eran iguales a ella, pero a la vez completamente distintos, y se podía observar a simple vista por la maldad y el vacío que se escondían tras sus ojos.
¿Por qué te sigues esforzando? - preguntaron todas las chicas tras los espejos al unísono.
Porque ahí fuera hay gente que me importa – respondió muy seria.
Pero sabes perfectamente que ellos están mejor sin ti – respondieron - ¿O acaso no recuerdas que ese fue el motivo por el que huiste de Arendelle?
Elsa sintió como un puñal se le clavaba en el corazón. En ese momento estaba tan obcecada en regresar con Anna y con Jack que parecía haber olvidado un recuerdo que seguía enterrado en su mente: el como casi mata a su hermana cuando eran pequeñas. Sí: en efecto su poder era un peligro para todos, su padre se lo había repetido constantemente, quedando grabado en su memoria como un dogma. Pero si tan peligrosa era ¿por qué nunca dejaron de educarla como futura reina? Incluso tras la muerte de los reyes, Borje, su tutor, la había cuidado como tal. De algún modo sintió en el fondo de su corazón una tímida llama de esperanza. Quizás no se lo hubieran transmitido de la mejor manera pero, de algún modo, sentía que sus padres confiaban en ella, de lo contrario nunca habrían depositado tal responsabilidad sobre sus hombros.
Entonces finalmente lo entendió. Ella no había huido porque sintiera que era un peligro o estuviera prisionera de sus poderes: ella era prisionera del miedo; y cuando Jack llegó, ese miedo que la había acompañado desde el accidente desapareció.
No… - murmuró Elsa -. Yo no soy el problema – miró fijamente al reflejo que tenía en frente -. ¡Tú lo eres!
¿Me echas la culpa de tus desgracias? Que poca madurez.
El miedo, ¡el miedo fue lo que me hizo huir! - explicó acercándose al espejo – ¡Y tú eres el miedo! ¡Eres Sombra! Dijiste que te llamé hace mucho tiempo y que tardaste en llegar a mí, ¡pero era mentira!
Su reflejo sonrió.
Chica lista… - reconoció -. Puede que una pequeña parte de mí llegara a ti antes. Desde luego nunca habría podido regresar completo de no ser por ti.
¡Pues ahora te quedarás aquí conmigo para siempre!
Como si el cristal hubiera desaparecido de repente, Elsa tomó la mano del reflejo te tenía frente a ella.
¡No volverás a atormentar a nadie! - sentenció la joven.
La muchacha del espejo recuperó su forma original y observaba ojiplático y horrorizado como su brazo y el de la reina comenzaban a congelarse con rapidez. La magia era tan fuerte que no podía hacer nada contra ella, ni siquiera convertirse en arena.
¡¿Qué haces?! - exclamó - ¡No! ¡¡PARA!! ¡Nos congelaremos los dos!
Elsa lo miró fijamente y sonrió con sinceridad y los ojos húmedos.
Chico listo.

***

Otra ráfaga helada se dirigió hacia Norte, pero éste pudo desviarla con un preciso movimiento de sable. Sandy se elevó en el aire para tratar de pillar al adversario desapercibido, pero Sombra levantó un muro tras de sí para frenar su ataque; entonces Toothiana y Bunny atacaron por el lateral propinándole un buen golpe que hizo rodar el cuerpo de la reina hasta el centro del patio.
Sombra tardaba en levantarse y comenzó a retorcerse sobre sí mismo. Entonces algo más extraño sucedió, y del cuerpo de la reina comenzó a brotar arena negra que trataba de huir a toda velocidad, pero esta quedaba congelada antes de poder alejarse. La reina se puso en pie y un fuerte halo de bruma helada la rodeó.
Miró a su alrededor, confundida. Vio a Hans muerto y medio congelado en el suelo, y a su hermana dentro de una cúpula mientras un hombre rudo y rubio trataba de romperla. Elsa movió ligeramente su mano derecha y la prisión oval estalló. Entonces, con lágrimas en los ojos y una sonrisa amarga se dirigió a ella sin abandonar su lugar.
Anna… - comenzó con profundo pesar - . No te voy a pedir que me perdones; entiendo que no quieras hacerlo. Solo quiero que sepas que te quiero.
La princesa no respondió. Estaba demasiado perpleja y cansada. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Kristoff la ayudó a ponerse en pie, y justo entonces otra oleada de arena negra susguió a los pies de Elsa, elevándola unos centímetros del suelo.

Los guardianes observaban la escena perplejos. Elsa se elevaba poco a poco sobre cascadas de arena negra que surgían de su cuerpo y se congelaban casi al instante, creando una especie de fuste.

Jack, en la otra esquina del patio, recuperó las fuerzas y el color de su cabello poco a poco. Cuando abrió los ojos y se puso en pie, lo primero que pudo ver fue a Elsa elevarse y cubierta en bruma.
Sin pensárselo dos veces alzó el vuelo hacia ella y, en la cercanía, notó su piel brillante, como si estuviera cubierta de rocío. Ella lo vio y sonrió.
Jack – dijo con alegría y pesar.
¡Elsa! - exclamó el muchacho confundido - ¿Qué haces? ¿Qué está pasando?
Estoy… intentando arreglar las cosas – confesó aguantando las lágrimas -. Recuerda darle la carta a Anna, por favor.
Jack asintió serio y con los ojos húmedos. Sabía perfectamente lo que Elsa trataba de hacer y que ya no había vuelta atrás; de hacerlo, Sombra podría escapar.
Ambos jóvenes se miraron con cariño y amargura mientras el fuste seguía creciendo y la piel de Elsa se hacía más y más blanca, casi tanto como la luna que ya brillaba en el cielo.
Me alegra poder verte por última vez – dijo al tiempo que una lagrima se deslizaba tímida por su mejilla -. Gracias por todo, Jack.
Elsa…
Jack trató de contener su llanto, pero no pudo. Las lagrimas cayeron por su rostro y este se tornó rojizo. El cuerpo de la reina comenzó a congelarse a la altura de los pies y el hielo subía incansable por sus piernas. No les quedaba mucho tiempo.
El muchacho se secó las lagrimas con la manga de su sudadera y acto seguido acarició el rostro de Elsa, secando así las de ella. La miró con cariño la la besó con ternura hasta que una capa de hielo los separó para siempre.
Separó su rostro del de la reina, completamente congelado, y lo miró con infinita tristeza. Le había arrebatado aquello que más quería, y de nuevo volvía a sentirse vacío. Pero, por suerte o por desgracia, ella siempre permanecería viva en su memoria, así como sus sentimientos.

Gracias, Elsa.


El silencio que se había formado en aquel momento era abrumador. Y solo fue interrumpido por los gritos y llantos de Anna, que yacía arrodillada y desconsolada junto a su hermana y el que había sido su marido.
Los guardianes observaban la escena impotentes, con pesar en sus miradas. Miraban el marco de la escena, en la cual ellos eran invisibles, deseando poder consolar de algún modo a la princesa y a su compañero, que todavía permanecía en lo alto con la figura de Elsa.
Estuvieron allí un buen rato, hasta que Jack descendió y se unió a ellos. Sin decir una sola palabra metió su mano en el bolsillo y dejó caer a los pies de Anna la carta que su hermana le había escrito. Después de eso miró fugazmente a sus compañeros y se adelantó.
Toothiana lo siguió rápidamente hasta la puerta del patio y lo abrazó repentinamente por la espalda. Entonces él agarró las manos de su amigá y rompió a llorar.
Sandy siguió a sus compañeros, pero antes de abandonar aquel lugar echó la vista atrás. Anna continuaba llorando, ahora abrazada al muchacho rubio. La luna brillaba en el cielo iluminando la figura de la reina, y supo que no se había girado por casualidad.
Se acercó a los jóvenes y puso sus manos sobre ellos, dejando caer un poco de polvo dorado sobre ellos. Este simple gesto pareció calmarlos, pero en realidad, había borrado de sus mentes todo lo relacionado con Sombra, y con ello los recuerdos más dolorosos y oscuros. Tras eso, alzó sus pequeños brazos e hizo caer una tenue lluvia dorada sobre todo Arendelle. Solo entonces, cuando finalizó aquel extraño ritual, volvió con sus compañeros, los cuales ya lo esperaban posicionados al rededor del báculo dorado que Bunny sujetaba con ambas manos.
Habían rotos sus propios dogmas e irrumpido en otros mundos. El resultado fue desastroso, pero se preguntaron si con el poder que ahora tenían sería posible visitar oros lugares con seguridad, aunque fuera durante un corto periodo de tiempo. Realmente les habría gustado saber como sobreviviría el reino de Arendelle.

***

Dos años había pasado ya desde el trágico incidente que se llevó la vida de la reina legitima y del príncipe Hans. Nadie recordaba exactamente que es lo que había ocurrido, pero la versión oficial era que el duque de Weselton había planeado un levantamiento contra la familia real mientras la reina estaba ausente y la infanta y su marido gobernaban. Lograron tomar el palacio y hubo muchos muertos.
Hoy se celebraba una gran misa para recordar a todos los caídos, pero la reina no se presentó esa vez. En lugar de eso se levantó temprano para visitar la tumba de sus padres y tras eso regresó a palacio. Primero pasó un buen rato junto a su hermana. Daba igual cuanto brillara el sol, la estatua de hielo permanecía firme en su lugar y tan fría como siempre, con la cabeza ligeramente alzada y lo que a su hermana le parecían desde abajo lágrimas en las mejillas.
Cuando llegó el crepúsculo se dirigió al mausoleo de la familia, justo bajo el palacio. Allí había estatuas y sepulturas dedicadas a todos los miembros de la familia, incluidos sus padres y hermana, y por supuesto también el que había sido su esposo.
Aunque sus restos habían sido enviados de vuelta a las Islas de Sur, Anna insistió en que tuviera su lugar en el mausoleo, con el resto de la familia; al fin y al cabo fue el hombre al que una vez amó y el padre de su hijo.
Su estatua lucía tal y como lo recordaba: alto, de mirada amable y con pose decidida, con una mano sobre su pecho y la otra en su florete.

El tiempo siguió pasando, y con él llegó el invierno y nuevas noticias: la reina había anunciado su compromiso con el caballerizo real, un joven huérfano y anteriormente vendedor de hielo llamado Kristoff, el cual había ayudado a Anna durante la crisis que sufrió el reino.

Anna arropaba a su hijo, Kay, con una dulce canción de cuna. Cuando lo tapó bien con las mantas de lana y antes de despedirse de él, apartó los finos mechones pelirrojos de su frente y depositó sobre ella un suave y cálido beso. Se inclinó frente a su escritorio y revolvió entre sus papeles hasta dar un una carta que atesoraba con cariño. Una que llegó inexplicablemente a sus pies el día en el que murió su hermana y la cual le gustaba releer cada invierno para sentirse más cerca de ella. La nieve le recordaba demasiado a Elsa y le habría gustado arreglar las cosas entre ellas; pero no hubo oportunidad a pesar de la intención que guardaban ambas partes. O al menos, eso es lo que decía la carta.

Querida Anna:
Siento tener que dirigirme a ti por carta, pero antes de que accedas a habar conmigo hay algunas cosas que quería aclarar. Luego podrás decidir si creerme o no y por consiguiente concederme tu perdón.
Durante muchos años me pediste que abriera mi puerta y que habláramos; finalmente estoy dispuesta a hacerlo y contarte toda la verdad:
Cuando eras pequeña de dañé gravemente mientras jugábamos con mis poderes. Pasate varios días en coma y perdiste parte de tu memoria. Tras esto, padre y madre me encerraron en mi habitación y me convencieron de que era un peligro. Traté de aprender a controlar mis poderes, pero he descubierto que éstos están ligados a mis emociones, y mis emociones llevan demasiado tiempo inestables y atormentadas. Pero he conocido a alguien, y me está haciendo experimentar cosas que nunca antes había vivido; siento que me estoy liberando poco a poco y por ello parece que finalmente comienzo a coger las riendas de mis emociones. Por ello, creo que es seguro para ambas reunirnos de nuevo y hablar las cosas. Sé que subiste a la montaña para intentarlo una vez, y si decides volver a hacerlo te reviviré con los brazos abiertos y el viaje será mucho más fácil, creeme: Jack, mi guardián, te acompañará.
No puedo explicarte en este pedazo de papel lo que es un guardián. Ni siquiera yo acabo de entenderlo; pero si vienes trataré de explicártelo lo mejor posible y, con un poco de suerte quizás puedas conocerle.

Siento mucho todo por lo que has tenido que pasar: me comporté como una estúpida y me siento estúpida; pero quiero arreglarlo todo y que volvamos a estar unidas como antes.

PD: También quiero disculparme por mi comportamiento en lo que se refiere a Hans. Creo que comienzo a entender como te sientes con él y, aunque me sigue pareciendo una locura, no seré yo quien se interponga entre vosotros: tienes mi bendición.

Con cariño:
Reina Elsa de Arendelle
- Tu hermana -

Anna sonrió con añoranza y miró la carta una vez más. No sabría decir exactamente por qué, pero en aquel momento se sentía en paz. Sintió que su hermana la había perdonado y que al fin habían hecho las paces. Se dirigió hacia la chimenea y dejó caer la carta en las llamas, sintiendo que el fuego purificaba su ser y enviaba su mensaje a Elsa donde quiera que estuviese.
Se quedó contemplando el danzar de las llamas hasta que el papel se consumió por completo y entonces miró por la ventana, donde al otro lado el cielo era iluminado con una majestuosa luna llena. Bajó la vista al patio para mirar a su hermana y, a los pies de la estatua, descubrió algo que hizo sobrecoger su corazón: un muñeco de nieve al que le faltaba la nariz, muy similar a los que solían hacer juntas de pequeña.
¿Olaf…? - susurró para sí la reina.
Entonces, vio como en una de las esquinas de la ventana, cuyos cristales estaban ligeramente cubiertos de escarcha, se formaba una frase:
¿Quieres hacer un muñeco de nieve?”.



FIN

domingo, 27 de agosto de 2017

Llegamos al final

   ¡¡HOLA QUERIDOS/AS LECTORES/AS!!

   ¡Hoy os saludo en mayúsculas porque estoy super emocionada!: ¡he terminado de escribir el último capítulo de A New Frozen Kingdom! El cual subiré próximamente. Esto quiere decir que tanto puede ser en unos días como a mediados de septiembre, porque el fanfic cuenta con un total de 25 capítulos y un epílogo y, bueno, no quiero que haya demasiado espacio temporal entre ellos; mi idea era subirlos juntos y espero hacerlo así, pero no puedo prometer nada: se acerca septiembre y con ellos los exámenes finales, así que no sé cuanto tiempo tendré para escribir. 

  Me gustaría daros las gracias una vez más por vuestro interés en la historia y apoyo, aunque ya haya perdido un poco de fuelle después de ¿cuánto? ¿tres años? Ojalá poder haber sido más rápida T_T. Aún así muchos de vosotros/as habéis estado ahí desde el principio y os lo agradezco de corazón. 

   Pues ya está, solo quería avisaros. Subiré todo en cuanto esté listo y lo vea oportuno. Gracias de nuevo y espero que disfrutéis el final de la historia.



miércoles, 19 de abril de 2017

Capítulo 24: Preludio al desastre

    Jack tuvo un escalofrío a las puertas de la ciudad. Notaba la presencia de Sombra más y más cerca, y no estaba seguro de poder hacerle frente solo. Pero si Elsa y el pueblo estaban en peligro (y tenía la seguridad de que así era) debía actuar; hacer todo lo necesario para detenerlo.
La ciudad estaba fría y sombría; enterrada en la nieve. Los muros cubiertos de escarcha dejaban vislumbrar una tenue bruma que acababa invadiendo la escena. De vez en cuando Jack se topaba con una estatua de hielo que gritaba o trataba de huir para salvar su vida. El sol comenzaba a ocultarse y las luces anaranjadas se reflejaban en la nieve virgen.
Cuando llegó al castillo contempló inquieto la barricada de estacas heladas que cortaba el paso al puente de acceso. Ésto, claro está, no suponía ningún problema para él; pero no podía dejar de preguntarse qué había llevado a Elsa a hacer tal cosa. Toda esa gente, la barricada... ¿acaso había perdido el control de nuevo y había vuelto a aislarse? ¿O por el contrario era una medida de seguridad ineficaz para protegerse de Sombra? No se quedó quieto pensando; alzó su cuerpo y, una vez en el patio principal, tras comprobar que la puerta de entrada estaba cerrada a cal y canto, rompió uno de los amplios ventanales del segundo piso.
El castillo no distaba mucho del aspecto que tenía el resto de Arendelle, salvo por que ahí hacía más frío y la bruma era mucho más densa, casi opaca; al menos en los pasillos.
Siguió deslizándose con el aire guiado por su intuición. Un mal presentimiento lo invadió al pararse frente la puerta del gran salón, que estaba entreabierta. Tragó saliva y la abrió con cautela, asomó la cabeza y se horrorizó al ver el museo de estatuas que había en su interior. Y al fondo, casi como un borrón entre la niebla, se alzaba una fina y grácil figura. La presencia de Sombra era más fuerte que nunca, pero el joven se olvidó de todo nada más verla y voló veloz hacia ella exclamando su nombre.
 ¡Elsa!
La reina se giró y esbozó una media sonrisa al verlo. Era consiente de que llevaba un buen rato merodeando por el palacio, buscándolos a ambos. Jack la estrechó entre sus brazos y sintió como si la oscuridad intentara tragárselo. Miró a su alrededor, tomó a Elsa de la mano y la miró a los ojos, los cuales brillaban de forma extraña.
— Tenemos que salir de aquí. Rápido.
Elsa se zafó de la mano de Jack con un gesto elegante y rápido, sin dejar de sonreír.
— Jack... He de confesar que no te esperaba tan pronto – dijo la reina con una sonrisa -. Y, desde luego, nunca imaginé que me darías un abrazo.
La joven comenzó a reír a carcajadas. Jack la miraba confundido; esa presencia siniestra y cercana, esa sonrisa fría, esos ojos inánimes...
— ¿Sombra? - titubeó el muchacho.
— Vaaaya. Eres más listo de lo que pareces. Pero tampoco mucho.
— ¿¡Qué le has hecho a Elsa!? - preguntó apuntando a la mujer que tenía delante con su bastón.
— Solo lo que me pidió – explicó -: Ayudarla a controlar su poder, salvar a su hermana... Ya sabes.
— ¿¡Esto te parece ayudar!? - dijo echando un vistazo al triste panorama que había a su alrededor -. ¡Ella nunca quiso esto! ¡Déjala libre o...
— ¿O qué? - interrumpió - ¿Me matarás? Pff, muy bien – rió entre dientes -. La matarás también a ella. A demás, te recuerdo que ya lo intentasteis una vez y sabéis que soy tan inmortal como cualquier otro guardián. ¿Qué lograrás tú solo?
Jack vaciló. Sabía que Sombra tenía razón: La victoria de hace ochenta años había sido, en realidad, un destierro muy, muy largo al mundo de las tinieblas. Derrotar al miedo era una tarea imposible. Por otro lado, el cómo Sombra había logrado llegar hasta Arendelle era un misterio. Jack nunca había cronometrado el tiempo que tardaban en cerrarse los portales que había abierto para viajar, pero tenía la certeza de que eran a penas unos segundos y en ningún momento sintió su presencia. ¿Y si no había sido consciente y él mismo había trasportado a Sombra? ¿Había condenado a Arendelle por un capricho?
Bajó el arma lentamente.
— ¿Qué es lo que quieres? - preguntó finalmente el muchacho.
— Vivir, Jack. Vivir según mis normas sin guardianes incordiando por cada rincón. Vosotros podéis quedaros con la tierra – se dirigió al trono y se sentó en él -; yo me quedaré con Arendelle.
— No puedo permitirlo.
— ¿Por qué? Ni siquiera perteneces a este lugar – hizo una breve pausa fingiendo pensar - ¡Oh! Espera: ¿es porque tengo a tu querida Elsa? - Jack frunció los labios y en ceño con una mueca de ira, pero no pronunció palabra. Sombra se puso en pie y comenzó a caminar con las manos entrelazadas tras la espalda -. Está bien, te propongo un trato: te devolveré a Elsa sana y salva en cuanto nazca su sobrino, ¿qué te parece?
— ¡¿Qué?! ¿Para qué quieres tú al hijo de Anna? - preguntó incrédulo.
— Bueno. Admito que tanto a Elsa como a mí este asunto se nos ha ido un poco de las manos – explicó señalando a su alrededor -, y por otro lado, eres perfectamente consciente del poder que encierra un corazón puro. ¿Y qué hay más puro que un bebé? - rió y alzó la vista -. ¿Te lo imaginas? ¡Yo; heredero legítimo al trono de Arendelle!
— Un reinado de pesadilla.
— ¡Exacto! Lo intenté con el príncipe ese de las Islas del Sur pero el muy... maldito se resistió: Un bebé no opondrá resistencia – le ofreció la mano - ¿Qué me dices?
El muchacho pensaba con expresión seria y fría. De repente soltó una carcajada y se apoyó sobre su cayado.
Sombra entornó los ojos.
— Respuesta equivocada.
***

— Se ha ido. Lo hemos perdido – farfullaba Bunny sin poder dejar de andar en círculos -. ¡El muy irresponsable dio el anillo de invocación! - se giró a sus compañeros - ¡Si Sombra decide volver ahora estamos perdidos!
— No hay motivo para que vuelva – dijo el hada -, ha pasado poco tiempo desde que le derrotamos.
— No te metas Toothiana, tú ya has hecho bastante.
El hada se alzó y extendió las alas casi involuntariamente dándole un aspecto más amenazador.
— Pues lo siento pero me voy a meter, porque yo también quiero traer de vuelta a Jack.
— Haberlo pensado mejor antes de facilitarle adentrarse en esa misión suicida de ayudar a una niña misteriosa.
— ¡¡BASTA!! - bramó Norte con su chorro de voz más potente -. Discutiendo no vamos a arreglar nada.
 Sandy rotó los ojos en una expresión que gritaba un “y ahora lo dice”.
— Todos queremos traer de vuelta a Jack. Los guardianes necesitamos estar juntos para ser fuertes ¡así que no nos separemos más, por favor!
Hubo un minuto de doloroso y frío silencio.
— ¿Cómo vamos a hacerlo? - preguntó Toothiana.
— No lo sé – confesó el barbudo -. Podríamos usar el portal de la bola para ir a Arendelle, pero sólo hay un anillo para regresar y hacer otro llevaría demasiado tiempo, cuando los cuatro nuevos estuvieran listos podría ser demasiado tarde para Jack.
Toothiana bajó la mirada y la clavó en sus manos. Nunca debía haber ayudado a Jack, pero no tenía sentido lamentarse.
— ¿Si los antiguos podían viajar entre mundos por qué nosotros no? - preguntó el hada casi en un susurro.
El comentario de Toothiana avivó la memoria de Bunny súbitamente. Un detalle básico, una característica propia que había apartado por tanto tiempo que estaba cubierta por una densa capa de polvo en su memoria: el era un conejo Pokka; el encargado de mantener el equilibrio en el espacio tiempo. La sabiduría, poder y conocimiento de su raza estaba guardado en el bastón dorado de los Pokka, guardado durante tantos años que había caído en el olvido... hasta ahora.
— Puede que haya un modo.

***

Por un momento creyó que no lo conseguiría pero por fortuna fue capaz de agazaparse lo suficiente como para deslizarse por debajo de la barricada y así cruzar el puente. Pero la puerta principal estaba cerrada.
— <<Por supuesto. Tenía que haberlo intentado por la puerta de servicio>> - se dijo el príncipe.
Alzó la vista y reparó en una de las ventanas de el segundo piso, una con el cristal roto y que no parecía muy difícil alcanzar. Se quitó los guantes y comenzó a escalar clavando sus dedos en cada pequeño recoveco entre la roca. Cuando llegó arriba la frente le brillaba por el sudor, su piel estaba roja y la respiración era dificultosa. Tubo que hacer una pequeña pausa antes de continuar.
El palacio estaba envuelto en una energía terriblemente turbia. Has sabía que debía tener miedo, pero sentía que en cualquier momento perdería el control sobre sí mismo, como si los tenebrosos pasillos fueran parte de otra de sus antiguas pesadillas.
Comenzó a oír ruidos en la planta baja: cosas que rompían, gritos, carcajadas... Era Elsa, no le cabía la menos duda, debía ser sigiloso y prestar atención al sonido para no cruzarse con ella. Si lo que dijo la criada era verdad y hubo una rebelión, lo primero que debía hacer era comprobar si había prisioneros en las celdas y sacarlos de allí cuanto antes; con suerte la Reina no se había encargado de ellos todavía.

Llegó a las mazmorras y revolvió en la mesa de entrada con la esperanza de dar con la llave, pero allí no había nada más que informes. Se adentró en el largo pasillo y se fue asomando celda por celda: la mayoría de ellas estaban vacías, pero otras contenían cadáveres atravesados con afilados carámbanos de hielo.
— ¿Elsa?
La voz de la princesa captó por completo su atención. Sonaba débil y triste. Aceleró el paso hasta llegar al fondo y allí la encontró; en camisón, tapada con una manta de lana y protegiendo su vientre con las manos. Se puso en pie al verlo llegar y clavó sus ojos hinchados y rojizos en él. Parecía haber envejecido de repente.
— ¿¡Hans!? ¿¡Qué haces tú aquí!?
Pasaron unos segundos de silencio e intercambio de miradas.
— Una criada me encontró por casualidad y me contó todo lo que ocurrió. Estaba preocupado.
Ninguno de los dos dijo nada más.
El príncipe examinó durante un rato la puerta de la celda. Le hizo un gesto a Anna para que esperase ahí. Se fue y volvió con uno de los bancos que había en la entrada. Colocó la pata bajo la puerta de la celda y pidió a Anna que la sujetase. Hans usó todas sus fuerzas para hacer palanca hasta que las bisagras crujieron dejando libre a la princesa.

— ¿Y ahora qué? - preguntó ella tras dejar la puerta en el suelo.
— Te sacaré de aquí. Después... pensaremos en algo más para tu hermana. ¿Y Kristoff?
— No lo sé – titubeó -. Huimos a la montaña tras la rebelión pero había una cosa negra enorme y... - hizo una pausa – de repente me desperté en palacio y vi como esa cosa devoraba a mi hermana por dentro – clavó su mirada en los ojos del príncipe -. No es ella, Hans. Se que suena extraño pero tienes que creerme esa no es Elsa, algo la está controlando o ha hecho que se vuelva completamente loca.
— Te creo. Ella pudo haber hecho esto desde el principio, no tiene sentido que haya regresado justo ahora después de tanto tiempo.
— Ella nunca habría hecho esto, estaba asustada, no quería herir a nadie.
— Haré todo lo que pueda. Te lo prome...
— No – cortó la princesa - . Haremos. No me vas a dejar al margen otra vez: es mi hermana, es mi reino, es mi palacio, mi pueblo y mi familia. Salgamos de aquí – finalizó -. <<Solo espero que Kristoff esté bien>>.

***

Salió disparado por el golpe, rompiendo el cristal de la vidriera principal de palacio. Se mantuvo en el aire todo lo estable que las turbulencias del viento enfurecido le permitieron. No era el mejor momento ni el mejor lugar para una batalla que no estaba a su favor, pero ahora mismo tampoco tenía otro remedio: no tenía modo de regresar a casa, no podía pedir ayuda de ningún tipo y no podía abandonar ni a Elsa y a Arendelle. La figura de la reina no tardó en hacerse visible y se dirigió a Jack irguiendo su cuerpo sobre densa nube de arena negra. El joven retrocedió veloz tratando de guardar las distancias. Sombra se detuvo.
— Si vas a huir hazlo ya, pero no vuelvas por aquí – sugirió cortante la voz de la muchacha.
Jack agarró fuertemente su callado. Frustrado. Trataba de pensar un plan para expulsar a Sombra del cuerpo de Elsa, pero nada se le ocurría y después de eso tendría que pensar cómo deshacerse de él.
El joven notaba como sus fuerzas desaparecían paulatinamente; constante y más rápido de lo que le gustaría. Eso le llevó a pensar que a Elsa quizás le estaba pasando lo mismo.
— ¡¡¡ELSA!!! - gritó Jack, tan alto que desafinaba - ¡¡¡Elsa sé que estás ahí dentro, en algún lugar!!! ¡¡Por favor, lucha y sal!!
La cara de la reina esbozó una sonrisa incrédula que fue seguida de una sonora carcajada que hizo encobrar su cuerpo y que se llevara las manos al vientre. Cuando cejó suspiró con alivio.
— ¿Pero qué haces? No creí que fueras tan necio – confesó -. Ella me dejó entrar por propia voluntad.
— ¡No! ¡Tú la manipulaste! Hiciste que aceptara mediante amenazas y chantaje.
Sombra se encogió de hombros.
— Nimiedades.

Y con un azote de oscuridad y viento helado golpeó al muchacho sin piedad.

sábado, 4 de febrero de 2017

Capítulo 23: El momento incierto antes del reencuentro

   El cielo era gris y el viento soplaba con violencia. Frente a él, la figura de un muchacho rubio y corpulento que contemplaba arrodillado y con impotencia sus manos desnudas, totalmente ajeno a la presencia del extraño joven que tenía delante. Jack se fijó más en él, después de comprender que, de algún modo, había regresado a Arendelle. Era el chico que viajaba con Anna tiempo atrás, y en su dedo meñique ahora descansaba el anillo de invocación que Jack había confiado a Elsa. ¿Dónde estaba ella? ¿Qué había ocurrido? Miró a su alrededor y contempló horrorizado las ruinas que decoraban el escenario en el que se encontraban. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué hacía ahí solo ese chico? Deseó con todas sus fuerzas que pudiera verle , oírle o simplemente sentir su presencia; y mientras se concentraba en dicho deseo, su mente detectó algo oscuro.
De repente, el montañero gritó con desesperación haciendo que Jack perdiera el rastro de esa presencia que tan bien conocía y hacía tanto que no detectaba. El hombre se puso en pie, cubrió sus manos con los guantes y montó en en trineo. Una vez más le habría gustado poder hablar con él, pero no tenía tiempo de intentarlo: debía encontrar a Sombra.

***
- Te quedarás aquí hasta que considere oportuno – dijo la reina mientras cerraba la puerta de la celda.
- ¡Elsa! - gritó su hermana desde el otro lado,con los ojos bañados en lágrimas -. ¡Elsa, escúchame! Tú no eres así.
La reina le dedicó una mirada escéptica seguida de una media sonrisa burlona.
- ¿Qué sabrás tú de como soy? Ni siquiera me conoces.
- Te conocí una vez ¿no te acuerdas? Cuando jugábamos juntas cada día – la princesa se agarraba firme a los barrotes e inclinaba su cuerpo hacia delante, como tratando de atravesaros -. Escúchame, ahora sé lo que pasó; lo sé todo, no tienes que ocultarlo. Tenías miedo pero sé que podemos arreglar esto y empezar de nuevo, por favor...
- ¡Calla! No tienes ni idea de lo que he pasado.
El rostro de Anna se llenó de furia.
- ¿¡Y tú qué!? ¿¡Acaso te has parado a pensar por lo que he pasado yo!? Abandonada por mi hermana de un día para otro sin ningún tipo de explicación, preguntándome cada día qué había hecho mal, sintiéndome sola y miserable... ¡Tuve que ir sola al entierro de nuestros padres y dar la cara por ti delante de todo el reino! ¿¡Tienes idea de lo que es eso!? ¿¡O descubrir que te han estado mintiendo toda tu vida!? ¿¡Sabes acaso lo que ocurrió cuando saliste corriendo de tu coronación!?
Anna tenía el rostro teñido de rojo. Sus ojos ahogados miraban con pena e ira a su hermana y por sus labios fruncidos resbalaban mucosidad y lágrimas. Elsa la miraba casi con total indiferencia; Lo que decía no iba dirigido a ella, pues la verdadera reina estaba muy lejos de allí, profundamente dormida en su interior.
- Si no vas a guardar silencio tendré que tomar medidas – respondió fríamente.
La princesa no dijo nada. Se limitó a mirar con impotencia a su hermana mayor; ¿Quién le habría dicho que su mayor deseo desde hace años tendría tan nefastas consecuencias?

De pronto, un escalofrío cruzó la mente de Elsa, dejando su mirada perdida en algún punto del espacio. Una media sonrisa seguida de una ligera y desganada carcajada precedieron sus palabras.
- Ha vuelto.
Y abandonó las mazmorras bajo la atenta y desesperad mirada de Anna.

***
La última caja de ropa de verano había sido guardada en el almacén. Al decir verdad la tienda estaba ahora insultantemenete vacía, pero nadie habría esperado que el reino quedara sepultado en nieve en pleno verano, hecho que por otro lado impedía la llegada de cualquier tipo de mercancía a cualquier negocio.
- Muchas gracias, joven – dijo un hombre alto, corpulento y barbudo con un marcado y singular acento acento -. Por favor, tómate un descanso, Oaken se encargará del resto ¿yah?
En realidad no le apetecía descansar, pero aceptó la petición sin rechistar; Se puso su mejor (y actualmente único) abrigo y salió de la tienda para sentarse en el porche, desde donde pudo ver la tenue figura de la ciudad de Arendelle.
Hans había llegado a la tienda (y sauna) de Oaken tas ser expulsado del reino por su prometida, Anna. Todavía le quedaba mucho para dejar atrás los dominios de Arendelle pero tal y como estaban las cosas no podía arriesgarse a continuar a menos que buscara una muerte segura; Pero una cosa tenía clara, y es que a pesar del tormento y la soledad que en ese momento sentía, y que probablemente lo acompañaría durante mucho tiempo, por encima de todo, quería vivir.
Se llevó las manos a la boca para calentarlas un poco con su aliento mientras contemplaba la ciudad y pensaba de nuevo en todo lo que había dejado atrás. Se torturó una y otra vez por haber perdido de ese modo una vida tan perfecta como la que había encontrado por culpa de una carta. Una carta cuyas órdenes no estaba dispuesto a cumplir. Tal vez en un principio la idea fuera tomar el reino desde dentro, pero no podría haberlo hecho: Amaba a Anna, de eso no tenía la menor duda, y estaba más que dispuesto a pasar su vida junto a ella y la nueva familia que habían empezado a construir.
Pensó en su querida princesa de cabellos cobrizos. En esa babilla que colgaba de la comisura de su labio cada mañana, en como sonreía cada vez que se tumbaba en su regazo para acariciarle el cabello, en su cara de felicidad cuando recibió la noticia del embarazo... Y luego se imaginó a su hijo y todo lo que dejaba atrás. Una vida con la que siempre había soñado: Una familia unida y que se amaba.
- <<Si sólo hubiera conseguido traer a Elsa de vuelta... ¡Tenía que haber ido con Anna desde un principio! ¿¡Por qué no la escuché!? ¡Maldita sea!>>.

En medio de esta tortura, la cual ya no era causada por las pesadillas que había sufrido por las noches en Arendelle, si no por su propia conciencia; Pudo distinguir el la penumbra la figura de lo que parecía una mujer. Calló al suelo con brusquedad y Hans se apresuró haca ella.

Era una mujer joven, quizás aún no había cumplido los treinta, el cabello largo y castaño le caía enmarañado por los hombros y su rostro, helado al tacto, vislumbraba un leve tono azulado que revelaba la crítica situación de la muchacha.
Entró corriendo con ella en brazos e improvisó un lugar junto al fuego apilando mantas y otras prendas. Oaken, al verlo, se apresuró a preparar una sopa caliente para cuando la joven despertara.
***
Pararon tras un cúmulo de rocas altas a descansar. Sven estaba agotado y Kristoff no podría reprochárselo: apenas había comido y lo había forzado de sobre manera para llegar lo más rápido posible a las actuales ruinas de la reina, y ahora pretendía hacer lo mismo para regresar a Arendelle.
No. No podría hacerle eso a su amigo.

Ambos se habían acurrucado el uno contra el otro apoyándose contra la roca fría.
- Lo siento mucho Sven – se disculpó. El reno abrió vagamente uno de sus ojos para mirar a su compañero humano y dar a entender que lo había oído, pero en seguida lo cerró de nuevo -. En realidad no tengo ni idea de por qué volvemos a Arendelle. Esa cosa... eso que se llevó a Anna ¿Crees que tendrá algo que ver con su hermana? - miró a Sven como si esperase una respuesta convincente, pero éste no se inmutó . Se frotó las manos y palpó el anillo bajo los guantes -. Si le ha ocurrido algo a ella o a su hijo... no me lo perdonaré nunca. No voy a parar hasta encontrarla Sven; Tú, si lo prefieres, puedes quedarte en las montañas – el joven miró al cielo con tristeza mientras acariciaba a su amigo -. Al fin y al cabo es donde debes estar, y no al lado de un humano tirando de su trineo.
Pero Sven no respondió. Se había quedado dormido.
Kristoff se puso en pie para cubrir al reno con una manta y, acto seguido, preparó un saco con algunas provisiones.
- Cuando todo esto acabe volveré a buscarte. Te lo prometo.

***
La muchacha había recuperado su color original, e incluso sus mejillas se habían sonrojado gracias al calor del fuego que la acompañaba a su vera. Abrió los ojos lentamente. Al principio sólo había manchas de colores, pero pronto sus ojos de acostumbraron a la luz y vio frente a ella a un hombre sonriente y barbudo.
- La muchacha se ha despertado ¿yah? - informó el hombre -. ¿Cómo te encuentras?
- Bien. Gracias – respondió la mujer llevándose las manos a la cabeza tras incorporarse - ¿Dónde estoy?
- En el puesto comercial (y sauna) de Oaken el trotamundos. Una sauna vendría bien ¿yah?
La muchacha iba a contestar que no tenía tiempo para saunas, pero una voz se sumó a la conversación y se giró para ver al emisor, cuya voz le resultaba terriblemente familiar.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó el príncipe con una taza de bebida caliente entre sus manos.
- ¡Alteza! - exclamó la mujer a tiempo que agachaba la cabeza y hacía una reverencia. Pero Hans pareció ignorar el gesto y puso la taza entre las manos de la joven.
- Bebe, te sentará bien. Luego podrás comer algo.
La muchacha se quedó mirando fijamente la leche humeante, reuniendo el valor suficiente para poder hablar.
- ¿Alteza? - preguntó Oaken sorprendido.
- Alteza. No os acordaréis de mí pero soy la cocinera de palacio, sobrina de la doncella de confianza de la princesa Anna – informó la chica -. Se que habéis sido acusado de traición. Desconozco los motivos pero... por favor, tenéis que regresar – dijo al borde del llanto – la reina ha vuelto y está loca ¡Está convirtiendo a todos en estatuas! Y antes de eso el pueblo se rebeló y tomó el palacio por la fuerza – miró al príncipe a los ojos , entre lágrimas -. Por favor. Sois la única esperanza de Arendelle.