viernes, 4 de julio de 2014

Capítulo 5: Pesadilla

 En el castillo de Arendelle Hans estudiaba los recursos de los que disponía el reino para sustentar al pueblo hasta que su prometida Anna y la reina regresaran. Él estaba ahora al mando y debía cumplir con su deber lo mejor posible. Lo primero que hizo fue acoger en el castillo a aquellos más necesitados que no se podían permitir el lujo de un techo o una hoguera, después repartió mantas y leña entre los aldeanos, finalmente racionó la comida de los almacenes de palacio en caso de extrema necesidad, aunque confiaba en que Anna tuviera éxito y no fuera necesario. Trataba de convencerse a sí mismo de que Elsa y Anna regresarían y todo volvería a la normalidad, pero en lo más profundo de su ser sabía que eso no ocurriría y tenía miedo; miedo de que el invierno terminara con todo, miedo de perder todo lo que le había costado conseguir, miedo de... quedarse sólo otra vez.
<<Tenía que haberla acompañado>> se dijo. <<Podía haber dejado a alguno de mis hombres al mando... o pedirle a alguno de ellos que la escoltaran ¿Dónde estará ahora?>>. Levantó la vista de los papeles que estaba ojeando y se volvió hacia la ventana para ver el paisaje blanco que la reina había creado la noche de la coronación, hace apenas unas horas, pero ya había amanecido y el sol, aunque cubierto por las nubes, se reflejaba en la nieve de las altas montañas. Tal vez Anna estuviera en alguna de ellas.
 Hans comenzaba a notar como el cansancio invadía su cuerpo; había llegado a Arendelle la tarde del día anterior tras un largo viaje de varios días en barco desde Las Islas del Sur, no conseguía descansar cuando viajaba, esa noche no había dormido y sentía como los ojos le comenzaban a escocer y a pesar. Se recostó en el cómodo sofá que había frente a la hoguera, cerró los ojos un instante para descansar y, sin quererlo, calló profundamente dormido; pero las pesadillas que tuvo esta vez tampoco le dejaron descansar.  
 Lo vio todo  negro, caminaba sin avanzar a ningún sitio. Oyó una voz tras de sí, una voz que conocía bien, era uno de sus hermanos. Hans se giró rápidamente y vio ante sí un enorme muro negro donde se veían con total claridad la cara de cada uno de sus doce hermanos mayores, todos ellos con sonrisas burlonas o miradas de desprecio... los que se dignaban a mirarle. <<No vales nada>> escuchó en su cabeza, la voz de uno de sus hermanos. <<Nunca llegará a ser nadie>>, <<Jamás logrará nada>>, <<Es un desecho>>, <<Tú no eres mi hermano, me avergüenzas>>, <<¿Hans? No conozco a ningún Hans>>, <<Seguro que eres un bastardo>>, <<Podríamos cortarte lo que tienes entre las piernas y así serías nuestra hermanita>>, <<No habría diferencia>>, <<Ni siquiera puede con su espada>>, <<Estarías más guapo con un vestido>>, <<Muérete ya y haznos un favor>>.
 Todas las voces de sus hermanos se mezclaron en su cabeza. Soltó un grito de angustia y el muró se derrumbó ante él, pero no cayeron rocas, si no arena, arena tan negra como el cielo de la noche sin luna ni estrellas. Cuando hubo caído toda la arena, un espejo se mostró ante él y al verse reflejado descubrió que era sólo un niño y estaba llorando, tenía los ojos hinchados y le moqueaba la nariz, pero vio algo más en el espejo: la figura de su madre. Se giró hacia ella y comenzó a llamarla, pero no contestaba, corrió hacia ella pero parecía no alcanzarla nunca. Tropezó y cayó al suelo, cuando alzó la vista su madre estaba ante él, pero la mirada de que dedicaba a su hijo no mostraba sentimiento alguno, era una mirada totalmente vacía.
- ¿Mamá? - Logró decir el pequeño Hans entre sollozos. - Ayúdame por favor.
- Oh, Hans, mi pequeño. - Respondió su madre con una voz dulce. - Si sólo hubiera alguien ahí fuera que te amara.
 Hans calló, calló en un pozo oscuro que se abrió bajo sus piel y mientras caía pudo contemplar la mirada de indiferencia de su madre hasta que la distancia se lo impidió.
 Dejó de caer, pero no sintió ningún tipo de impacto. Vio a su alrededor, todo era negro, pero vio una puerta blanca. Corrió hacia ella y al abrir la puerta se encontró en una de las habitaciones del castillo de Arendelle, allí estaba Anna y Hans se sintió de repente aliviado. Vio su reflejo en una de las ventanas, volvía a ser el adulto que era.  Se acercó a su prometida y la abrazó por la espalda, se dio cuenta de que estaba llorando, la volvió hacia él para preguntarle que le ocurría y para su sorpresa vio que estaba preñada.
- ¿Anna? - le sujetó gentilmente la barbilla alzándola para poder verle el rostro. - ¿Anna querida que te ocurre?
- Hans... - contestó entre sollozos y sin ser capaz de mirarle a los ojos. - No puedo casarme contigo. - Hizo una leve pausa para jadear, Hans notó una punzada en el corazón. - Me he enamorado de otro hombre.
 Un frio abismal llenó de repente la habitación, las paredes comenzaron a congelarse y ambos tiritaban de frio. Abrazó a Anna y le entregó su chaqueta, observo la estancia; un fuerte viento sacudió las ventanas, rompió los cristales y tiró objetos de las estanterías; en pocos segundos la estancia se llenó de nieve. Miró a Anna para comprobar si estaba bien, pero su pelo era ahora casi blanco, y sus ojos se tornaron  azules y fríos para dedicarle una mirada de odio.
- ¡Nunca tendrás a mi hermana! ¡Nunca tendrás mi reino! - Exclamó la reina.
 El cuerpo de Hans comenzó a congelarse lentamente  y sentía como perdía el control y la sensibilidad de su cuerpo.
<<Nunca nadie te querrá, nunca lograrás nada>>.
- Tal vez no necesites amor para obtener lo que deseas. - Dijo una voz desconocida.
 Hans despertó cubierto de sudor frio. La hoguera se había apagado.

***

- No puedo creer que me hayas arrastrado hasta aquí. - Se quejó el chico de aspecto rudo que acompañaba a la princesa.  Ambos tenían la ropa cubierta de nieve. - ¡Es una locura! Hablar con tu hermana, un plan genial, hablar con una reina loca que ha congelado su reino y ha huido a las montañas.
- Lo ha hecho son querer. - Replicó Anna.
- ¡Oh vamos, nadie congela un reino por accidente!
- Oh... lo dices como si tu tuvieras la habilidad de hacerlo. - Contestó a la vez que le lanzaba una mirada de desprecio.
  Anna había conocido a Kristoff en una tienda de las montañas. Tras comprarle un par de cosas que el joven necesitaba la princesa logró convencerle de que la escoltara hasta la montaña del norte, donde creía (y así era) que se encontraba su hermana. Más tuvieron algún que otro tras pies por el camino: varios desacuerdos, discusiones y, lo ahora más importante; el trineo de Kristoff había quedado destrozado tras una reñida persecución con lobos.  El único motivo por el que Kristoff seguía a Anna ahora mismo era porque le había prometido un nuevo trineo y si ella moría, que era lo más probable en caso de dejarla sola, podía despedirse de él; así que, en compañía de su reno Sven, continuaron la búsqueda guiando a la joven princesa.
- No la tengo pero... - Se frotó la cabeza. - Admite que este plan es una locura.
- Bueno, no tengo ninguno mejor y tu tampoco. Sé un poco más optimista, es mi hermana, me escuchará. - Anna se paró y observo el paisaje helado; aunque Arendell y sus alrededores estaban realmente preciosos cubiertos de nieve, ese frío era demasiado intenso, mucho más del que estaban acostumbrados, y la mayoría del pueblo, ella incluida, no estaba preparado para algo así. Abrió y cerró las manos un par de veces, sus dedos comenzaban a entumecerse bajo las manoplas.
- Claro. Pues espero que tengas más suerte que estos últimos años. - Anna se volvió y caminó hacia él mal humorada.
- ¡Oh, eso ha sido un golpe bajo! - Kristoff se frenó en seco, escuchó algo que llamó su atención. - Oye, yo no tengo la culpa de que vivas amargado. - Continuó la princesa -. Así que trata de ser más amable. - Kristoff le hizo un gesto con la mano para que guardara silencio mientras buscaba algo con la mirada, comenzó a andar lentamente guiado por el sonido. - Sí, claro, ahora mándame callar.
 El joven agarró a Anna y le tapó la boca, pero el guante estaba frío y cubierto de nieve por lo que la chica trató de liberarse rápidamente, aunque tras un leve forcejeo solo consiguió apartar la mano de Kristoff de su boca.
- ¿Oyes eso? - Preguntó Kristoff con la esperanza de que fuera una pregunta retorica. Pero Anna guardó silencio unos segundos y finalmente negó con la cabeza.
 El trío comenzó a avanzar lentamente guiados por Kristoff con paso lento pero firme... bueno, el paso de Anna no era tan firme. A medida que avanzaban el sonido era más fuerte y la nieve más profunda. Parecía viento, pero un viento demasiado fuerte.
 Sven comenzaba a sentirse intranquilo, pero Anna logró tranquilizarlo frotándole suavemente la nuca. Hacía más frío y Anna casi no sentían los pies, le dolían de tanto caminar, las botas eran nuevas y no estaba acostumbrada a esos largos paseos de senderismo pero, sobre todo, los notaba fríos, muy, muy fríos.  
 Finalmente, tras un corto recorrido Kristoff alzó la vista y pudo ver, no demasiado lejos, la cima de la montaña a la que se dirigían, o más bien pudo ver el fuerte viento que la cubría; realmente el fuerte torbellino de viento no dejaba ver nada, era como si estuviera protegiendo la cima de la montaña; y no había que ser muy listo para darse cuenta de que eso no era un fenómeno natural.
- Bueno... - Comentó el joven algo confuso e impresionado. - Creo que debería llevarte de vuelta a casa, algo me dice que la reina no quiere recibir audiencias. - Anna también observaba el terrible remolino anonadada.
- Oh... - No fue capaz de decir más en unos largos segundos. - Bueno... tal vez hoy no quiera pero puede que mañana si. - Pero ni a ella misma le convencían del todo esas palabras. - Sigamos avanzando hasta que nos lo impida la tormenta y entonces cuando pare seguimos.
 Kristoff miró a la joven incrédulo, no creía posible que alguien pudiera ser tan ingenuo u optimista, aunque quizás era ambas.

 <<Mi trineo, mi trineo>> Se repetía el joven una y otra vez.

2 comentarios:

  1. Hola Yuka
    Me ha gustado mucho el capitulo;) sobre todo porque hemos conocido un poco mas de Hans y lo hace un personaje mas complejo.
    Kristoff y Anna son lindos:)
    Estuvo muy lindo el capitulo
    Saludos

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  2. Otra de las tantas pesadillas de Hans, en la que conocemos un poco más el origen que tanto lo atormenta y que lo lleva a hacer lo que hace en Frozen.

    Me pregunto cómo harán Anna y Kristoff para pasar por el muro de torbellino helado. Habrá que verlo en posteriores capítulos.

    ¡Saludos y buen capítulo, Yuka! :D

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