Quedó en silencio después de escuchar esas
palabras tratando de dominar su llanto. Se había prometido a si misma ser
fuerte para arreglarlo todo, y llorar no iba a arreglar nada.
- Puedes llorar si te hace sentir
mejor... - Continuó Jack. - Pero no te eches atrás, por favor.
- No quiero llorar...
- A veces es más una necesidad.
No es nada malo, llorar no te hace débil. - Explicó.
- Pero llevo llorando toda mi
vida. Quiero que eso cambie, quiero sonreír y ser feliz.
- Entonces sonríe y se feliz,
pero no dudes en llorar cuando estés triste. Enterrar las emociones nunca es el
resultado, si existen en por algo. El que nunca ha sentido tristeza o soledad
no sabrá valorar la alegría y la compañía de sus seres queridos. Por eso estoy
seguro de que sonreirás y serás feliz... y a mí me gustaría estar ahí para
verte sonreír.
Al oír eso, Elsa tuvo una extraña sensación en
el pecho, como si algo cálido naciera en él e invadiera su cuerpo. De nuevo tuvo
ganas de llorar, pero no sabía porque, no estaba triste.
Siguieron abrazados un rato más sin decir nada
mientras Elsa se secaba las lágrimas.
- Jack... ¿Cómo está la gente en
Arendelle?
- Asustada, alguna furiosa y otra
simplemente con frio.
- ¿Y mi hermana?
- A salvo, está de nuevo en
Arendelle, un chico la llevó de vuelta a palacio.
- Me alegra oír eso. Jack, tengo
miedo ¿Y si no puedo...?
- No. - La interrumpió Jack -. No
pienses en eso. Podrás hacerlo, lo sé.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- Porque he conocido a mucha
gente Elsa, y en ti he visto algo especial. Veo en ti una persona que vale la
pena. - Dijo abrazándola con firmeza. - Así que no dudes más de ti misma.
Al decir esto los ojos de Elsa se inundaron
nuevamente de lágrimas, agachó la cabeza y ambos permanecieron en silencio un
largo rato.
Nada raro pasó, ni ventiscas, ni hielo
indeseado ni nieve volviéndose loca. A Jack le pareció buena señal. Se puso en
pie apoyándose en su bastón y le tendió una mano a Elsa para ayudarla a
levantarse. Una vez frente a frente la miró a los ojos y limpió con su pulgar
una lágrima que aun le estaba cayendo por la mejilla. Ella sonrió tímida y
apartó la vista. Jack le devolvió la sonrisa.
- Termina de comer anda. Estaré
fuera si me necesitas. - Se dirigió a la puerta, pero antes de salir la miró de
nuevo y añadió -. Por cierto, te queda bien el pelo suelto.
Jack salió del palacio y comenzó a juguetear
con la nieve. Primero trazando dibujos y formas con su bastón, luego creando
espirales que subían y bajaban al ritmo que Jack les ordenaba. Finalmente
decidió probar algo más arriesgado.
Jack
había observado que en algunos lugares se levantaban estatuas y monumentos en
honor de un monarca. Elsa era reina, y ese era su nuevo castillo, pero solo era
eso, un castillo.
Se posicionó en el lugar que creyó adecuado y
comenzó a crear una gran escultura de hielo con la forma de Elsa. Su trenza, su
corpiño su falda... no era ningún artista, pero lo hizo lo mejor que sabía para
que pareciera digno de la realeza. Finalmente creó una base de más o menos un
metro de altura para elevarla un poco. Una estructura helada de unos tres
metros y medio que representaba a Elsa con pose noble y semblante sereno.
La reina observaba perpleja la escena desde
las puertas del palacio. Jack no se había percatado de su presencia, así que
avanzó y bajó lentamente las escaleras, siguió avanzando y se puso a su lado,
pero Jack parecía demasiado concentrado observando su escultura, como buscando
algún defecto o algo que modificar.
Elsa también observó la escultura. Estaba muy
lograda. Era más pequeña que su palacio, pero estaba perfectamente detallada y
el hielo parecía fino y delicado. A su lado, el palacio parecía tosco e
incompleto.
- Que bonito. - Dijo finalmente
con voz tranquila. Jack se sobresaltó, estaba justo a su lado y no se había
dado cuenta. Elsa sonrió.
- ¡Elsa, que susto me has dado! -
La vio sonreír. Ya se había hecho la trenza de nuevo. - ¿Te gusta?
- ... mmm... si. - Dijo no
demasiado convencida.
- ¿Excesivo?
- Un poco - Asintió con la cabeza
-, pero está bien, el patio estaba muy soso. - Guardó silencio durante un rato
-. Oye Jack... he estado pensando. ¿Tú podrías descongelar Arendelle por mi? Ya
te debo demasiado pero... no soporto la idea de... de que otros lo estén
pasando mal por mi culpa y... si pudieras al menos hacer que fuera un poco más
cálido... - Dijo frotándose las manos intranquila.
- ¡¿Quién yo?! No, majestad. Yo
soy el espíritu del invierno, no puedo descongelar las cosas, solo congelarlas
más: Yo le arruino la colada a las amas de casa, le enfrió los mocos y la nariz
a los niños, le levanto la falda a las colegialas e inicio guerras de bolas de
nieve, pero no descongelo cosas. De descongelar se encarga el Sol. Lo siento. -
La tomó de las manos para que dejara de frotárselas, pero ella en seguida se
soltó. Jack suspiró -. Y no te preocupes, no me debes nada. La gente en
Arendelle está bien, solo algo asustada; el tío ese de las patillas largas
parece tenerlo todo bajo control.
En la respuesta de Jack hubo varias cosas que
desconcertaron un poco a Elsa, entre ellas la parte de levantarle las faldas a
las colegialas, pero más todavía lo del hombre de largas patillas.
- ¿Ese hombre de patillas...?
- Creo que es el novio de tu
hermana o algo así. - Continuó él.
<<Anna... ¿Cómo se te
ocurre poner al mando a un completo desconocido?>>. Miró hacia Jack.
<<Aunque yo tampoco le conozco desde hace mucho... pero siento que puedo
confiar en él>>. En cierto modo se sentía feliz de poder comprender,
aunque solo fuera un poco, a su hermana. Miró hacia el cielo, cubierto por las
nubes, pero claro gracias al sol que se ocultaba tras ellas, deseando que Anna
estuviera bien.
Miró a Jack de nuevo, que se había alejado y
jugaba con la nieve. Se notaba que era un chico inquieto. La cara del joven
tenía la marca de su mano, todavía roja, y esto la hizo sentir culpable. Jack
solo trataba de gastarle una broma para hacerla reír, no sabía nada y ella le
golpeo. Le debía una disculpa y una explicación.
Se acercó a él.
- Jack... El golpe que te di
antes... Lo siento. - Bajó la mirada. El chico sonrió.
- Me alegra que te disculpes, es
un buen avance. No todo el mundo tiene el valor de pedir disculpas. Yo...
siento haberte hecho enfadar, nunca he tratado con gente de la realeza.
- No seas tonto, no quiero que me
trates como a una soberana. No tu, no aquí. Y si realmente pensáis tratarme
como tal, os ordeno ahora mismo que me tratéis como a un igual. - Dijo con tono
autoritario y la cabeza bien alta. Por un momento Jack no la reconoció, parecía
tan segura de sí misma y fuerte en ese momento... Hubo un breve silencio -. Una
vez cuando era niña, - comenzó a explicar cambiando su expresión - mi hermana
vino a despertarme como muchas otras veces y fuimos al gran salón del palacio a
jugar. Anna sabía lo de mis poderes. Yo solía congelar el suelo y le enseñaba a
patinar, pero lo que más le gustaba era hacer muñecos de nieve, Anna solía
llamarle a todos Olaf. - Se rió tímidamente -. Pero esa noche mientras
jugábamos golpee a Anna con mi magia en la cabeza y... - Su expresión se tornó
sombría -. Estaba muy asustada, creí que iba a morir y me descontrolé. Tenía
muchísimo miedo, una parte de su pelo se volvió blanca... No era la primera vez
que tenía algún accidente con mi magia, pero nunca tan grave como eso. - El
viento comenzó a girar a su alrededor levantando la nieve -. Después de unos
días se recuperó pero no recordaba lo ocurrido, no recordaba nada sobre mis
poderes. Mis padres decidieron que sería mejor así, que debía ocultar mis
poderes, pero cada vez se hacía más difícil. A mí me daba mucho miedo acercarme
a Anna, mi padre no dejaba de repetirme que era un peligro y que Anna casi
moría por mi culpa, así que, sin quererlo, empecé a alejarme de ella. Pero mi
poder crecía y mi padre se daba cuenta de ello; algunas personas del servicio
empezaban a pensar que algo extraño ocurría. Mi padre despidió a buena parte
del servicio y ordenó cerrar las puertas de palacio, tanto Anna como yo
teníamos prohibido salir... y yo empecé a tener prohibido salir de mi propia
habitación... - Sus ojos empezaban a humedecerse. Quiso seguir hablando, pero sintió
que le faltaba el aire. Jack ignorando por completo el viento que soplaba al
rededor de la reina se acercó y la tomó de las manos. Esto pareció calmarla un
poco y para sorpresa de Jack ella le apretó las manos con fuerza mientras
bajaba la cabeza para intentar contener las lágrimas y tranquilizarse.
- ¿Qué te gusta hacer? - Preguntó
de repente Jack.
- ¿Qué? - Dijo Elsa confundida.
- ¿Qué te gusta hacer? ¿Qué haces
para pasar el rato?
- Oh... - Se frotó un ojo para
secarse las lágrimas -. Pues me gusta leer y... jugar al ajedrez. Aunque solía
jugar sola, por estúpido que suene.
- Bueno, no soy un experto en
ajedrez pero... - Se alejó levitando
hacia un saliente despejado a otro nivel, montaña abajo. Elsa lo siguió con
curiosidad, pero incapaz de bajar por la pendiente se quedó observando cerca
del bordillo. Jack clavó su bastón en el suelo y mágicamente comenzó a formarse
un tablero de ajedrez gigante bajo sus pies, con casillas de hielo fino y
trasparente y hielo tosco y oscurecido. Elsa se sorprendió ante el espectáculo
y la creación, pero enseguida se dio cuenta de algo.
- Falta una fila. - Comentó
alzando la voz desde lo alto para que la escuchara.
- ¿Qué? - Preguntó Jack mientras
se elevaba para escucharla mejor.
- Que falta una fila. Son ocho y
ocho. - Explico sonriente.
- Oh, bueno. No hay problema. - Apuntó
con su bastón en dirección al tablero y en seguida se formó una fila más. - Ya
te dije que no soy un experto. Ven. - Dijo estrechándole la mano. Elsa no
parecía muy convencida. - Venga, no va a pasar nada, nunca te dejaría caer.
Confía en mí.
Elsa tomó su mano con cautela y este la ayudó
a ponerse en pie. Después Jack la agarró por el brazo y se acercó más a ella
para pasarlo por detrás de su cuello. Elsa estaba tensa, parecía algo incomoda,
pero en cuanto Jack la cogió en brazos gritó y se agarró fuertemente a él
cerrando los ojos.
Jack comenzó a elevarse más entre risas, pero
no demasiado rápido para evitar asustar a Elsa lo menos posible. Cuando
consideró que la vista era lo suficientemente buena se dirigió a Elsa.
- Abre los ojos.
Después de unos segundos, Elsa abrió los ojos
y apartó su cabeza del pecho de Jack. La vista la dejó sin respiración. El Sol
que se ocultaba tras las nubes, las hacía más claras y hacía brillar la nieve
con una belleza especial. El mar, totalmente congelado desviaba la luz cobrando
un resplandor que hacía que ese lugar pareciera mágico.
De pronto fijó su vista en Arendelle. Parecía
tan pequeño desde ahí arriba... y blanco. Pero no se permitió el lujo de
ponerse triste otra vez. Miró a Jack y pensó que habían sido suficientes
lágrimas por hoy. Volvió a mirar el horizonte y disfrutó de la vista hasta que
Jack decidió bajar y la puso sobre el tablero de ajedrez.
- ¿Blancas o negras mi reina?
- ¿Mi reina? - Soltó una
carcajada que trató disimular cubriendo su boca con la mano -. Ni siquiera hay
fichas.
- Bueno... - se llevó las manos a
la nuca y abrió los brazos -. Yo ya he hecho el tablero ¿No querrás que haga
todo el trabajo no?
Elsa enseguida entendió los deseos de Jack.
Cogió aire y trató de concentrarse.
<<No>>, se dijo a si misma <<No hay necesidad de
concentrarse, solo tengo que desearlo para que se haga real>>. Así pues
se imaginó unas preciosas fichas de ajedrez ¡Tal y como había hecho cuando
quiso hacer su castillo! Extendió el brazo en la dirección deseada y comenzó a
elevarlo lentamente. Entonces, justo en el centro de cada casilla comenzaron a
formarse distintas figuras de hielo de grandes proporciones: peones, alfiles,
torres... Se giró rápidamente e hizo lo mismo en el otro lado, quedando un
enorme tablero de ajedrez de hielo cristalino con sus fichas perfectamente
colocadas.
Jack, que se había sentado en el aire sobre su
bastón para observar el espectáculo, comenzó a aplaudir mientras descendía para
colocarse al lado de Elsa.
- ¡Muy bien! Vaya... veo que soy
un gran profesor. - Dijo en tono bromista mientras estiraba los brazos. - Buen
trabajo. - Sonrió y dio un paso al frente en dirección a una de las formaciones
de fichas. - Pero le falta algo.
Jack abrió su mano y sopló delicadamente sobre
su palma. De ella surgió mágicamente un polvo blanquecino, escarcha, que se
pegó a la superficie de las figuras de hielo oscureciéndolas y volviéndolas
opacas. Miró a Elsa sonriente para después, con un enorme salto, montar sobre
la ficha del caballo.
- Las damas mueven primero.