Hans había regresado a palacio. Anna lo sabía y se dirigía con
pasos firmes a la sala de reuniones dónde pasaba los días. Llevaba
los puños apretados. Tanto que se hacía daño. Pero la ira que le
recorría las venas en ese momento no le permitía ser consciente de
ello. En una de sus manos se encontraba la carta que estaba a punto
de cambiar su vida (de nuevo).
La pesada puerta de la estancia se abrió de forma abrupta. Todos
los presentes se giraron de inmediato, sorprendiéndose al ver una
Anna con un porte y una determinación nunca antes vista.
- Fuera – dijo seriamente la princesa. Sus palabras parecían
cortar el aire como cuchillas de hielo -. Quiero hablar con mi
marido.
Los soldados y altos cargos allí reunidos se retiraron de
inmediato, dejando al príncipe Hans con expresión de incredulidad
ante su esposa.
- Anna, querida, ¿qué ocurre? - preguntó al tiempo que se acercaba
a la princesa con intención de tomar sus manos, pero ella lo apartó
bruscamente con un manotazo.
- No te me acerques.
Hans estaba demasiado confuso como para decir nada. La situación
simplemente escapaba a su entendimiento.
- ¡Esto! - exclamó Anna con ira en sus ojos mientras le mostraba la
carta - ¡Esto es todo lo que buscabas, no?
El rostro del muchacho se volvió pálido al reconocer el papel
que le mostraba su esposa.
- No es lo que crees... -comenzó a defenderse. Pero Anna lo
interrumpió.
- ¿No es lo que creo? “Hazte con Arendelle”, “Mata a la reina
si es necesario”. Dime Hans ¿qué he mal interpretado?
- Por favor Anna, deja que me explique, eso es lo que quieren mis
hermanos, no lo que quiero yo.
- Pero estás aquí, casado conmigo, ¡gobernando Arendelle! Sin Elsa
molestando. Dime una cosa ¿me quitarás del medio a mi también
cuando sea un estorbo? ¿O ya lo estás planeando?
- ¡No digas tonterías Anna! Puede que llegara a Arendelle con
dichas intenciones pero todo cambió en cuanto te conocí. ¡Me da
igual la corona!
- ¿Cómo puedo creerte?
- Anna. Lo juro por mi honor, créeme: Daría mi vida por ti si fuera
necesario. Lo último que quiero es herirte: Te amo.
La última frase fue como un puñal.
- Ya lo has hecho Hans. Ya es tarde – respondió fríamente la
princesa -. He informado al capitán de la guardia de tus
intenciones, ha leído la carta. No tardarán en ir a por ti – hizo
una pausa para mantener la compostura y evitar que se notara lo mucho
que le dolía esa situación -. Vete.
- Anna...
- ¡¡Vete!! ¡Aléjate de mí!
El rostro de Hans cambió: Se volvió serio, pero sus ojos
denotaban una projunda tristeza y dolor interior.
- Cogeré mis cosas y me iré.
- Ya he mandado empaquetar tus cosas. Un cochero te espera en la
entrada de las cocinas.
Hans hizo una reverencia.
- Majestad.
Miró fijamente durante unos segundos a la mujer que había
cambiado su vida y le había brindado felicidad para luego abandonar
la estancia con paso ligero.
Anna cerró la puerta tras de sí, y cuando estuvo segura de que
Hans se había alejado, se derrumbó en el suelo llorando con
profundo dolor, dejando salir todo aquello que le dolía.
***
La nieve era densa, pero su poder le permitía caminar sobre ella
como si de un suelo de parqué se tratara. Avanzaba siguiendo una
sombra que nunca parecía alcanzar. Tal vez no tuviera mucho sentido,
pero era lo único que sus ojos alcanzaban a ver.
De pronto la sombra desapareció y la tempestad pareció calmarse,
dejando entre ver en la lejanía algo parecido a un edificio alto.
Aligeró el paso y no tardó en distinguir unas ruinas que le
resultaban terriblemente familiares.
- No... - dijo con un hilo de voz para si misma.
Corrió en pos de los heraldos muros derrumbados y descubrió
horrorizada la realidad: Su palacio de hielo no era más que un
montón de hielo astillado. Una vez en el patio contempló
horrorizada las ruinas de lo que había sido su hogar durante los
últimos días y del cual guardaba hermosos recuerdos. Retrocedió
asustada y algo tropezó con sus pies. Cuando se giró para verlo
contempló sus rostro desfigurado y separado de su cuerpo. La cabeza
de la estatua de hielo que Jack le había hecho descansaba en el
suelo totalmente destrozada. Se arrodilló y la tomó entre sus
manos. Era más pesada de lo que parecía. De repente le pareció que
le faltaban fuerzas. Ocultó su rostro y trató en vano de reprimir
un gemido de tristeza.
Hubo un breve silencio. Un silencio demasiado incómodo para la
Elsa. Con Jack a su lado siempre había algún sonido, pero esa vez
ni siquiera las aves la acompañaban. Un grito desgarrador surgió de
lo más profundo de su ser acompañado de una gran ráfaga de aire y
nieve. Fueron a penas unos segundos y, cuando el eco paró, tan solo
los sollozos de la reina rompían el silencio.
- Vaya... Como se han torcido las cosas ¿eh? - una voz fría y
profunda interrumpió su rencuentro con la soledad y el dolor. Se
volvió hacia ella. Cuando vio lo que tenía delante quedó
totalmente paralizada -. Hola, Elsa. ¿No me esperabas verdad? Bueno,
lamento no haber podido pedir una audiencia, pero entre este caos...
Digamos que no encontré a nadie que me atendiera – una risa
espeluznante hizo que Elsa se estremeciera.
El hombre que tenía ante ella era sombrío, alto y esbelto. De
rostro anguloso, sonrisa maliciosa e intimidantes ojos áureos;
Esbozó una siniestra sonrisa.
- ¿Quién eres tú? - logró preguntar la reina tratando de no caer
presa del terror que ese hombre misterioso despertaba en su interior.
- Aquel al que has llamado. Lo siento mucho, pero no pude llegar
antes: Esto de viajar entre mundos es un poco aparatoso. Pero bueno,
supongo que eso ya lo sabes – hizo una breve pausa y clavó su
marida en Elsa. La reina notó un escalofrío -. Un poco
desconsiderado por tu parte hacer esperar a tus invitados ¿no?
Estaba totalmente desconcertada: ¿Quién era ese hombre extraño?,
¿qué hacía ahí en medio de una ventisca? Y sobretodo ¿cuándo lo
había llamado?
- Lo siento, pero no se a que se refiere.
- ¡Oh! ¡Mi pobre reina, siempre tan desconcertada! Me llamo Sombra,
y tú me has llamado. Tal vez hace años, es cierto, pero,
compréndeme: Tu querido guardián me desterró al olvido y no es
fácil salir de allí.
Al oír la palabra “guardián” la mente de Elsa pareció
nublarse y fue incapaz de prestar atención al resto de la frase. Los
guardianes, Jack. De pronto y como un soplo de esperanza recordó lo
que le había dicho Jack sobre los anillos. La joya todavía
descansaba sobre su pecho, solo tenía que ponérselo y Jack volvería
a su lado. Solo había un problema: estaba totalmente paralizada. El
temor que ese hombre infundía no era normal, parecía que al verlo
uno estuviese justo ante su peor temor y te hacía sentir totalmente
inane.
- ¿Co... conoces a Jack? - preguntó finalmente la reina con un hilo
tembloroso de voz.
- Por desgracia, si. De no ser por él mi vida había sido mucho más
interesante estos últimos ochenta años. Aunque no puedo negar que
he aprendido mucho en el limbo; Eso de viajar entre mundos es una
costumbre muy interesante que se ha perdido, y a mí me parece
terrible no atender a la gente que lo está pasando mal, como tú.
Probablemente esas últimas palabras trataban de sonar amables
pero desde luego no sonaban agradables. A cada frase el ambiente y
el cuerpo de Elsa parecían congelarse más y más, desconcertando
por completo su mente cada vez que fijaba esos ojos dorados en ella.
- Vamos a lo que nos atañe querida – continuó hablando -. No
pienses que porque Jack me desterró soy una mala influencia: de
hecho debería ser él el que empezara a usar más su cabeza, ¡mira
en que lio te ha metido! Y te abandona de nuevo como a un perro. No,
eso no está bien. Pero no te preocupes, ya estoy aquí para ayudarte
a liberar todo ese poder que te tiene prisionera de tu propio ser.
- ¡Te equivocas! - logró exclamar la reina -. No se quien eres, ni
de donde vienes o de qué conoces a Jack, pero si se que desde que
llegó lo único que ha hecho es ayudarme ¡No me ha metido en ningún
lío, me ha enseñado como salir de ellos, y ahora seguiré lo que
empezó para ponerlo todo en orden, con o sin él!
Sombra pareció sorprendido durante unos instantes, pero pronto
recuperó su sonrisa siniestra y arrogante. Se acercó a Elsa y le
acarició el cabello.
- ¡Qué bonito! - comenzó con voz serena -. Es como en los mitos
griegos: Las dos mitades se han encontrado para ser una. Una pena que
tengáis que estar separados otra vez ¿no? . Ambos habéis luchado
tanto por no estar solos... Una lastima. Pero mentiría si negara que
no me alegro por ello; Ahora que Jack no está, ya puedo acercarme a
ti. Yo también he esperado mucho este momento.
Elsa titubeó, la mirada penetrante de esos ojos áureos le negaba
la libertad a sus palabras. De repente notó un cosquilleo que subía
por sus piernas y al bajar la vista observó horrorizada como unas
arenas oscuras comenzaban a rodear su cuerpo.
- <<¡¡No puedo moverme!! ¿¡Qué es todo esto!?>>
- Elsa, ¿te gustaría ser mi reina? - la joven no podía hablar,
pero eso Sombra ya lo sabía, en su rostro se veía que no esperaba
respuesta -. Es una verdadera lástima todo por lo que has pasado...
y ese poder taaan desaprovechado. ¡Libérate! ¡Únete a mí y se mi
reina de las pesadillas! ¿No quieres reunirte con tu hermana? No
está pasando por un buen momento, seguro que necesita apoyo.
- A... nna...
- Si... Pobrecita, tan joven... Pero es extraordinariamente fuerte.
Tiene un corazón muy puro y no se deja corromper por la oscuridad,
pero tú... - soltó una risa maliciosa – Tu llevas albergando
oscuridad en tu corazón desde pequeña. Olvida a tu querido Jack, y
ven conmigo: Gobernaremos Arendelle, cuidaremos de tu hermana, no
tendrás que volver a ocultar tu poder, serás respetada...
- No...
- ¿No? Esa no es una respuesta válida “mi reina”.
Cada vez que Elsa intentaba zafarse de la punzante mirada de
Sombra, observaba con temor como la arena cubría su cuerpo. Fijó su
mirada en el anillo.
- <<Unos centímetros. Unos centímetros y podré ponérmelo.
¡Por favor, ayuda!>>
- ¿Qué pretendes? - Sombra adivinó las intenciones de la reina.
Desconocía el poder del anillo pero no le apetecía arriesgarse a
que algo pudiera suceder, estaba demasiado cerca de cumplir sus
objetivos y lo estaba disfrutando. Con una de sus manos arrancó la
cadena con el anillo y lo arrojó hacia algún lugar del níveo
escenario que enmarcaba la escena mientras con la otra sostenía el
rostro de Elsa por la barbilla clavando sus finos dedos en la piel de
la reina -. Dile adiós a la opresión Elsa, y dile adiós a Jack.
Aunque no lo echarás de menos,te lo aseguro.
La mirada dorada se clavó en lo más profundo de su ser . Era
como si todo lo que era hubiera sido arrancado dejándola con un
profundo vacío y dolor en su interior. Pero está sensación pareció
desaparecer de repente, y solo el frio y la oscuridad pareció ocupar
ese lugar. Oscuridad que cubrió su visión por completo.
De repente le pereció vislumbrar una llama chispeante y dorada
que comenzó a relampaguear cubriendo su cuerpo de energía. Sintió
algo extraño; Por primera vez perecía totalmente consciente de su
poder y una sonrisa maliciosa de grandeza se dibujo de forma furtiva
en su rostro.
A sombra le gustaba lo que veía.
Elsa abrió los ojos y su cuerpo parecía arder en deseos de
liberar toda su energía y odio. Sombra le tendió la mano de forma
caballerosa.
- Es hora de regresar, majestad.